24 de Marzo de 2021

20/03/2021

¿Qué tiene de distinto este 45° aniversario del inicio de la dictadura cívico militar eclesiástica más sanguinaria de la historia argentina?
El virus se resiste a retroceder y eso nuevamente impide que podamos manifestarnos como acostumbrábamos, llenando las calles del país.
Ello nos obliga, por nuestra solidaria convicción política y de preeminencia de la vida, a buscar otras formas de expresarnos sobre lo que significó el Terrorismo de Estado, cuáles fueron sus objetivos, qué consecuencias generó, qué cataclismos económicos y sociales vino a promover, cuánto nos faltan les 30 mil compañeres, que no perdonamos a torturadores, genocidas y corporaciones cómplices; y que NUNCA MÁS.
Este 24 vuelve a ser diferente, pero similar al anterior, en cuanto a que no habrá multitudinarias marchas.
Pero sí, a lo largo y ancho del país, en cada barrio, en cada cuadra, durante todo el Mes de la Memoria, nos haremos presentes con múltiples y cálidos actos donde primará la consigna de Plantar Memoria para cuidarla todos los días y así preservar el futuro solidario que nos merecemos.
Mirando a través de estas 4 décadas y media, vemos cómo fueron cambiando métodos y estrategias del poder económico, pero no sus beneficiarios y menos sus víctimas, los pueblos.
Inicialmente, se puso el foco en la corporación militar, su formación, ajena a la verdadera defensa nacional, cooptada para funcionar como policía represora, su tradición golpista y, casi siempre, como brazo armado de la oligarquía. Con dificultades, pero con firmeza, los juicios de lesa humanidad se fueron llevando a cabo, restableciendo un poco de justicia frente a la secuela de desaparición, tortura y muerte. Sin duda una ejemplaridad que sostiene en forma concreta el Nunca Más, para que no sea solo una expresión de deseos.
Pero más temprano que tarde fuimos entendiendo que no eran las ffaa las reales conductoras y menos las beneficiarias del “proceso”, sino los grupos privilegiados del poder económico, indisolublemente ligados a los intereses externos.
Necesitaban terminar con los Estados presentes, nacionales y populares.
Había que revertir la alta participación popular en el PIB que había alcanzado un inaceptable 50% para les trabajadores.
Creían necesario aplastar a las organizaciones gremiales, que, aún con sus muchas expresiones burocráticas, constituían un serio freno para un poder económico ávido de terminar rápido con los derechos laborales y las conquistas sociales.
También era preciso, tanto para la potencia hegemónica, como para sus socios locales (amable eufemismo para eludir llamarlos como se merecen, entregadores de sus conciudadanos y de los recursos del país), terminar con la industria nacional, que aún con deficiencias y dificultades, constituía una carga intolerable para el sector agroexportador más concentrado y una competencia inaceptable para los abanderados del neoliberalismo salvaje que vinieron a establecer un cepo a nuestro desarrollo potencial mediante el desarme del Estado como regulador de la economía y garante de la inclusión social.
Como frutilla de un postre para muy pocos, también fue imperativo, bajo la lógica del renovado poder financiero inundado de petrodólares improductivos, que el ilegítimo gobierno de facto pusiera la gran piedra fundamental de una impagable deuda externa, a expensas pero, eso sí, a espaldas del pueblo. Un mecanismo cínico y cruel que no cesó de crecer durante todos estos años, que solo dejó exclusión y pobreza estructural. 
El gobierno radical de Raúl Alfonsín, aunque logró impulsar el histórico Juicio a las Juntas, no tuvo la fuerza para discutir las consecuencias de la dictadura, y quienes lo siguieron, Carlos Menem y Fernando de la Rúa, las profundizaron alegremente hasta la trágica explosión del 2001. 
Con la sola excepción del gobierno de Néstor Kirchner y Cristina Fernández, que no solo dejaron de tomar deuda sino que nos desendeudaron e independizaron del FMI, la clave que vincula la dictadura con los demás siempre fue endosarle a todo el país una carga que solo sirvió para financiar la desgraciada sangría de recursos, para generar más miseria y para impedir, de paso, toda posibilidad de desarrollo medianamente autónomo, tarea que luego reeditó Mauricio Macri con ahínco y vocación, volviendo a encorsetar a una Argentina productiva que sigue teniendo, a pesar de todo, un claro potencial de desarrollo sustentable.
Tanto que ver con este presente injusto, brutalmente agravado por la pandemia, que pretendemos remontar desde el Frente de Todos, porque los mismos actores de la entrega siguen insistiendo en idénticos objetivos- y nosotres también, resistiendo, empoderándonos y luchando igual que lo hicieron les 30.000 que tanto extrañamos y les miles que sufrieron cárcel, exilio y clandestinidad, seguiremos llevándolos obstinadamente como bandera hacia un futuro justo, libre y sustentable.
En ese camino también, el lunes 22 a las 18 hs. nos encontraremos con Estela Carlotto y nuestros referentes, actividad que podremos seguir a través de Youtube y nuestras redes sociales, para aportar, nosotres también, a la multiplicación de expresiones por Verdad y Justicia en este emblemático Mes de la Memoria.