Tratan de conformar y modelar a la audiencia y se suben a falsas posturas electoralistas y desnudan su visión neoliberal.
Por Juan Carlos Junio
El pasado lunes, el gobierno nacional anunció una reducción de entre el 18 y el 69% del Impuesto a las Ganancias para los trabajadores que perciben entre 15 mil y 25 mil pesos, lo cual representará una mejora del salario de bolsillo, aumentando la capacidad de consumo o de ahorro de esa franja de los asalariados. La esperada resolución suscitó el apoyo de sectores obreros, empresarios y políticos y el rechazo de un núcleo del arco partidario opositor y de los medios masivos de comunicación, que siguen caldeando las aguas en el momento en que –a escala nacional– se definen las paritarias, motorizadas por el gobierno desde 2004. Al respecto, el ministro de Economía Axel Kicillof recordó que por entonces funcionaban 64 convenios paritarios y en la actualidad se resuelven 1400.
Las discusiones en torno al Impuesto a las Ganancias de la cuarta categoría forman parte de un debate político más profundo sobre la distribución de la renta y la profundización o reversión del modelo político, económico y social. En el plano de la política impositiva, la visión de los partidarios del Estado mínimo se expresa en las constantes quejas y críticas descarnadas, fundamentalmente empresarias, aludiendo a la "alta presión tributaria" (recaudación como porcentaje del PBI) de nuestro país, lo cual en buen romance implica que los grandes capitales paguen menos impuestos y ganen más plata de la que ya logran. Estos planteos chocan frontalmente inclusive con los del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) que señala: "Incluso Argentina, Costa Rica y Uruguay, sociedades relativamente ricas e igualitarias para los estándares de la región, tienen grandes déficits de tributación a la renta", lo cual reafirma la necesidad de gravar con mayor y no con menor énfasis a los sectores de los estratos más altos. Resulta imprescindible aclarar que en los países más avanzados en términos económicos y sociales la carga impositiva es más alta, lo que posibilita el despliegue de políticas sociales y culturales para mejorar la vida de los pueblos. Por el contrario, los países más injustos son aquellos donde el Estado recauda menos recursos de los núcleos empresarios, lo que les posibilita a estos últimos acumular más rentas y patrimonios.
La cuestión de fondo es que se debe generar un esquema tributario cada vez más progresivo, afectando las grandes rentas, como única forma de avanzar hacia la equidad distributiva, sin desfinanciar al Estado y sin poner en riesgo los recursos que se destinan a importantes programas como la Asignación Universal por Hijo, el Pro.Cre.Ar y las líneas de créditos para las pymes.
La misma lente puede utilizarse para analizar los falsos planteos electoralistas de quienes prometen eliminar impuestos a mano alzada, como Ganancias y retenciones, sin explicar qué rubros del Presupuesto estarían dispuestos a recortar para compensar esa pérdida de ingresos. Por más que traten de conformar y modelar a la audiencia, estos planteos –aparentemente ingenuos– desnudan su visión neoliberal, que rechaza el importante papel que el gobierno le asigna al Estado, y culpa a la actual administración nacional de la inflación que, según esa línea del pensamiento ortodoxo, estaría asociada a una emisión monetaria desenfrenada, motivada por el gasto fiscal. Mediante esta acción propagandística, intentan sacar de la escena a los verdaderos agentes inflacionarios: los grandes empresarios que remarcan los precios, ya que ellos son los que lo pueden hacer y los que reciben el beneficio. A este tema apuntó el ministro Kicillof, al señalar: "Las paritarias son libres. El marco de la discusión salarial es entre la patronal y los sindicatos, lo que el gobierno no va a avalar es que los aumentos se trasladen a precios."
Otro buen ejemplo de realismo mágico de derechas fue impartido por Rogelio Frigerio (nieto), presidente del Banco Ciudad y uno de los referentes que suenan como posible acompañante de Mauricio Macri en su fórmula presidencial. Cuidadosamente instruido para no hablar en forma directa de eliminar el mal llamado "cepo", apeló a un giro dialéctico para señalar que el mismo "se desarma con confianza". Así es que resulta necesario aclarar el uso intencionado de la categoría "confianza". Esta aparente abstracción es peligrosa, tal como lo marca la experiencia argentina de los noventa y la que viene atravesando actualmente la periferia europea. Desde la óptica de los mercados, la confianza sólo se consigue con políticas de desregulación, liberación de los mercados y la menor intervención posible del Estado. Todo un gran sofisma y un camino asfaltado para la fuga de reservas y una fuerte devaluación.
Siguiendo con las posturas neoliberales de Frigerio, quien fuera secretario de Programación Económica durante la segunda presidencia de Carlos Menem; en un encuentro organizado por la Confederación Argentina de la Mediana Empresa (CAME) señaló que "el alivio fiscal, producto del recorte de subsidios, reducción de retenciones a las exportaciones y baja del gasto público, se podrá hacer a partir de la reconstrucción del Estado". Como vemos, cuando se descuida, aparece su verdadero pensamiento económico, típico de la ortodoxia de derecha. En materia de lazos con el exterior también recomendó que el próximo gobierno selle un acuerdo con la llamada Alianza del Pacífico, estimulada por el Departamento de Estado.
Todas estas recomendaciones están emparentadas a las prioridades que el FMI recientemente señaló en su informe Perspectivas Económicas del Hemisferio Occidental, al mencionar que "Argentina necesitará una combinación similar de políticas macroeconómicas más restrictivas, un tipo de cambio más débil y un menor nivel de distorsiones microeconómicas para sentar las bases de un retorno a la estabilidad y al crecimiento".
A pocos días de cumplirse el quinto aniversario de la designación de Néstor Kirchner como presidente de la Unasur, estas ideas del establishment contrastan con la línea de profundización de los lazos a escala latinoamericana que adoptó el gobierno nacional y con la franca reconstrucción del Estado que posibilitó la recuperación del trabajo y la actividad productiva.
Desde este ideario se construyó la viga maestra de la gestión de Néstor Kirchner, continuada por la presidenta de la Nación con igual convicción, todo lo cual generó las grandes transformaciones sociales y culturales de época que vivimos todos los argentinos.