Página/12 | Opinión
Por Juan Carlos Junio
La diatriba de Milei desnuda su imposibilidad de convivir en un sistema democrático. Su soberbia ideológica y personal lo conduce inevitablemente hacia el autoritarismo y la represión. Las imágenes de la policía apaleando a jubilados son reveladoras. Completa su visión política con una descarnada crueldad y desprecio a la opinión pública, propia de un tipo ensimismado: el aumento a los jubilados dispuesto por el parlamento es “exorbitante”.
El presidente se empecina en aplicar su “ajuste más grande del mundo” acentuando el autoritarismo con su abollada motosierra como instrumento, en pos de sostener su dogma: bajar el superávit fiscal y la inflación. Por eso veta e intenta desarmar, como sea, los dos tercios de la Cámara reactivando la alianza con Macri a pesar de sus infidelidades crónicas. La búsqueda de zurcir heridas incluye a un archipiélago de fuerzas “amigables”, quienes cruzaron el Rubicón votándole la Ley Bases. A esta altura de los hechos se evidencia la reiterada aplicación de la variante del principio de Lavoisier: nada se pierde, todo se transfiere… a los ricos.
El destinatario principal de su desangelada meta es el “mercado” para mostrarle que lo suyo tiene consistencia, alimentando la esperanza en que lo apoyarán con préstamos como hicieron con Macri. Por ahora bancan a Milei desde el discurso, inclusive se empalagan declarándolo “su presidente”. El empresariado actúa desplegando su particular atributo: apoyar políticamente a quien más le conviene, sin perder de vista su único y verdadero fin: potenciar su tasa de ganancia y seguir modelando al país en función de ese objetivo estratégico. Sin embargo, las esperadas inversiones siguen bien guardadas, tanto las de los grandes de Wall Street como de la burguesía local. La derecha actúa y reacciona como siempre, ajuste a los trabajadores y clases medias, enajenación del patrimonio del Estado y de los recursos naturales a favor de las corporaciones capitalistas internacionales, y represión a la protesta y luchas sociales y culturales.
La sucesión de derrotas parlamentarias y el reinicio de manifestaciones públicas van desnudando las lacerantes consecuencias sociales que sufren vastísimos sectores del pueblo. El sentido de un apaleamiento tan cruel a los jubilados como el ejecutado en el Congreso tuvo como propósito principal generar imágenes que sirvan de disuasivo disciplinador ante las previsibles futuras expresiones callejeras. El viejo recurso de paralizar a la sociedad mediante el miedo. Si nos atenemos a la historia reciente, tendríamos que concluir que la derecha está desplegando una acción política tan injusta como temeraria, con resultado muy incierto. La oposición de la sociedad repone abruptamente el antiguo aserto político: los planes de ajuste no cierran sin represión. Todo indica que el conflicto social crecerá considerando que la mayoría de los trabajadores están sometidos a la pérdida de salario, incluyendo los de mayores ingresos ahora castigados con la reposición del impuesto a las Ganancias. El aumento de tarifas de luz, gas y transporte resulta insoportable para la mayoría de las economías familiares, y ni que hablar de la miserabilidad de las jubilaciones, ahora agravadas por el encarecimiento infame de los precios de los medicamentos. Esta parte de la escena política se complementa con la crisis al interior de La Libertad Avanza, tanto en el Parlamento como en el Gobierno.
El mileismo intenta cerrar la crisis del bloque exhibiendo sus rasgos violentos y pornográficos con el afán de ocultar la verdadera causa: la aversión de la mayoría de la sociedad a los represores genocidas de la dictadura condenados por la justicia. El rechazo es tanto político-ideológico como humanístico. Expresa el crecimiento de la conciencia de nuestro pueblo forjado a lo largo de los 40 años de democracia bajo el ejemplo y la inspiración de las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo. Se trata de la vivencia y experiencia de la sociedad democrática, incrustada en el imaginario colectivo de que no se debe volver a las tinieblas de secuestros, robos de niños, campos de la muerte, torturas y asesinatos masivos. Son los 30 mil que no pueden ser borrados ni manchados por los actuales ultraderechistas inspirados en “teorías” neonazis, ahora lanzados a perdonar y relegitimar a los ejecutores siniestros del videlismo. La vicepresidenta resulta ser su ideóloga y conductora. En suma, el disloque del bloque derechista solo se explica por el amplísimo rechazo de la sociedad. Si no hubiera una clara percepción de este elemento, los grandes medios lo hubieran ninguneado o tapado con cualquiera de sus falacias teatralizadas, que imponen en la agenda a través de su fenomenal red de comunicadores estrella, ya transformados en propagandistas de los poderosos de turno. Eso sí, su sensación de inmunidad moral por su pertenencia a los dueños del poder real, no les impide ocultar y relativizar todo lo concerniente a la impunidad de los inspiradores ideológicos y financistas del atentado a Cristina Kirchner y mucho menos decir la verdad acerca de la negación absoluta de justicia por parte del capuchettismo que inficiona a la propia cabeza del poder judicial.
Por su parte, mientras el gobierno se alista a reglamentar una reforma laboral regresiva para los y las trabajadoras, el vocero presidencial, M. Adorni, se encargó de aclarar cuál es su convicción ideológica: “estamos a favor de la libre contratación y que las partes puedan pactar las mejores condiciones, incluso si fuese una jornada laboral de 12 horas”. Se confirma que la gestión de Milei pretende llevar a la Argentina al siglo XIX. Su visión no solo es pre peronista, sino también previa a las luchas y conquistas políticas y sindicales de la primera mitad del siglo XX. En términos simbólicos nos remite a los Mártires de Chicago que luchaban por la jornada de 8 horas. Cumplidos 8 meses de gobierno, el panorama político y social estará marcado por la contradicción entre el empecinamiento libertario thatcheriano y, por otro lado, las previstas movilizaciones universitarias contra el ajuste a las altas casas de estudio; y de jubilados y trabajadores que se proponen juntar un millón de firmas contra el veto presidencial. En suma, “El Empecinado” seguirá encontrando cada vez más obstáculos por su impacto negativo en la vida de la sociedad argentina.