BAE | Opinión
Por Juan Carlos Junio
Los principales indicadores económicos de nuestra ciudad arrojan una peor performance que el promedio nacional.
A nueve meses de la asunción presidencial de Mauricio Macri, los argentinos –entre ellos sus ocasionales votantes- han comenzado a verificar en carne propia aquello que advertíamos en la hoy lejana campaña electoral. Por entonces, las grandes cadenas mediáticas enfatizaban en la “campaña del miedo”, con el propósito de deslegitimar las advertencias sobre las consecuencias económicas de una eventual victoria de la alianza Cambiemos. Hoy el desasosiego ha alcanzado a muchos trabajadores, jubilados, clubes de barrio, cooperativas y pymes de todo el país.
Pero si hay alguien que puede sentirse desengañado es el ciudadano de nuestra Ciudad de Buenos Aires. El distrito donde nació el proyecto político macrista ha recibido políticas que llevaron a un claro descenso del nivel de vida de la mayoría de los ciudadanos. Los principales indicadores de nuestra ciudad sobre la marcha de la economía arrojan una peor performance que el promedio nacional.
En las góndolas porteñas el proceso inflacionario sigue mostrándose implacable, sobre todo en alimentos. El índice del Centro de Estadísticas de la Ciudad de Buenos Aires acusó una inflación del 2,2% en julio, acumulando un alza interanual del 47,2%. Estos porcentajes esconden aumentos aún mayores si se los abre por rubro. Todo indica que el asado del domingo va quedando reservado cada vez más para núcleos reducidos, ya que en la Capital el precio de la carne en el último año aumentó un 45%, al igual que el resto de los componentes de la canasta básica.
Siguiendo con las estimaciones oficiales, el rubro Salud aumentó 3,6% en julio -la estrella fue el incremento del 5% de las prepagas-. En Restaurantes y Hoteles se incrementó un 4,7%, a pesar de que se trata de un rubro muy castigado, ya que desde diciembre se viene cerrando un restaurante por día. Pero el rubro que se lleva la dorada en cuanto a aumentos es Recreación y Cultura, un sector distintivo de la Ciudad de Buenos Aires. Allí, en plenas vacaciones de invierno, los precios y tarifas de parques turísticos y excursiones subieron un 18,9%, a la vez que la venta de entradas en los teatros se desplomó.
Si bien las causas de la inflación obedecen a la política económica nacional, el Jefe de gobierno Horacio Rodríguez Larreta no debería mostrarse prescindente ante tamaña erosión de los ingresos ciudadanos. Los datos de la Dirección de Estadísticas de la Ciudad revelan que una familia tipo (matrimonio con dos hijos menores) necesitó en julio más de $ 20.000 para vivir y un jubilado más de $ 13.000. Si a ese módulo le sumamos algunos consumos nada extravagantes de la clase media porteña, como un auto, un alquiler superior a $ 3.820, una prepaga y un colegio privado para sus hijos, el costo de la canasta familiar supera los $ 35.000 mensuales.
El perfil de vida se ha deteriorado en apenas 9 meses
Así es que el perfil de vida de muchas familias porteñas se ha deteriorado en apenas 9 meses. En CABA, 3 de cada 4 trabajadores son asalariados. Sus convenios este año cerraron entre el 27% y 35% -en un promedio del 31%-, todos por debajo del aumento de los precios. El ahorro y las vacaciones, dos prácticas habituales en la clase media porteña, comienzan a postergarse, lo que amenaza con naturalizarse.
Vivir en nuestra ciudad se vuelve cada vez más caro. En el último año, los alquileres aumentaron un 42% para departamentos de dos ambientes, y 44% para los de tres. Barrios como Montserrat y San Nicolás sufrieron incrementos del 72% y 60% respectivamente. Buenos Aires se va convirtiendo en una ciudad que expulsa a sus habitantes, particularmente a los más humildes, a las minorías étnicas, sexuales, a quienes provienen del interior del país, etcétera.
El desempleo volvió a ser un problema en CABA. Según los datos oficiales de la Ciudad, la desocupación alcanzó al 10,5%, un punto porcentual por encima del promedio nacional. A ello cabe agregarle las irresueltas inequidades geográficas. El degradé en la decadencia de la tasa de empleo va del 55,3% en el norte, a 50,6% en el centro de la ciudad y a 43,3% en el postergado sur.
Amamos a nuestra Buenos Aires. Es una de las ciudades más bellas y fecundas del continente. Fue cuna del tango, de la inmigración, del progreso a través de la educación y de la cultura popular. Ahora que el PRO alcanzó la Presidencia del país es hora de que los que habitamos la Ciudad asumamos en plenitud la verdadera realidad tras las brumas de los estereotipos impulsados por campañas televisivas y telefónicas.
Una vez más nuestro destino como colectivo social depende de nuestra actitud y capacidad para valorar lo que conlleva a una ciudad solidaria y con un sentido creciente de convivencia humanista y democrática, rechazando los elitismos y las conductas excluyentes.