Página/12 | Opinión
Por Carlos Heller
El virus es un enemigo global: todos los países del mundo libran una batalla en simultáneo contra él. Más allá de los agudos desequilibrios de poder que hacen que los países más poderosos tengan más rápido acceso a las vacunas, hoy la humanidad necesita actuar en conjunto contra la pandemia y, por lo tanto, valores como cooperación y solidaridad se vuelven imprescindibles.
En esta línea, el presidente Alberto Fernández sostuvo en el Foro Económico de San Petersburgo: “es hora de entender que el capitalismo tal como lo conocimos hasta la pandemia, no ha dado buenos resultados, ha generado desigualdad e injusticia”. El Presidente agregó: “Si vamos a construir otro capitalismo, tiene que ser un capitalismo que no olvide el concepto de solidaridad. Porque si algo nos enseñó la pandemia es que nadie se salva solo, y puede haber un momento donde los más poderosos y los más débiles tiemblen y caigan frente a un virus”.
Esa necesidad mundial contrasta con el comportamiento de la oposición política y mediática local. Lejos de integrar un frente común, ésta impulsa medidas permanentes contra la campaña de vacunación y demás políticas sanitarias implementadas por el gobierno. Más que acompañar a la actual administración en su batalla contra la pandemia, parecen trabajar para que gane el virus. Se han convertido en los campeones de la grieta.
En este caso, contribuyendo a que la lucha contra el virus fracase y que aumenten los estragos producidos por la enfermedad.
La última ofensiva de esta oposición sin límites se produjo alrededor de la denuncia de la falta de acceso a las vacunas Pfizer. Lo que está en discusión en ese caso es la palabra negligencia, un término que está incluido en la ley que aprobó el Parlamento nacional. Ese laboratorio pide indemnidad ante cualquier situación caracterizada como negligente. Tomemos un ejemplo extremo: que Pfizer no mantenga sus productos al grado de frío establecido y que, por lo tanto, se inyecte a la población con vacunas que estén en mal estado. En ese caso, si el gobierno hubiera cedido ante el pedido de indemnidad, la empresa estaría liberada de toda responsabilidad.
Por supuesto, hay una serie de cuestiones vinculadas a la emergencia que los laboratorios pidieron contemplar y que los Estados en general aceptaron. Por ejemplo, una vez cumplida la fase tres se habilitó a todas las vacunas a ser inoculadas, a pesar de que hay etapas posteriores que no se transitaron donde se controla la virtual aparición de efectos colaterales. En este caso, la urgencia hizo que se resolvieran “aprobaciones de emergencia”. Por eso, los laboratorios pidieron indemnidad ante el riesgo de la aparición de síntomas. Pero la negligencia es otra cosa: la misma sería responsabilidad directa de los laboratorios.
La otra cuestión es el tema de los bienes embargables de la Argentina. La ministra de Salud, Carla Vizzotti, lo explicó con detalle: lo que Pfizer demandaba era la renuncia de modo genérico a la inmunidad soberana por la cual, ante una contingencia judicial, cualquier bien del país podía ser alcanzado.
Una variable, de la que en general no se habla, es la de los precios. La vacuna de AstraZeneca, por ejemplo, cuesta el 25% de lo que sale la de Pfizer. El primero de estos laboratorios, como consecuencia de una exigencia de la Universidad de Oxford, se comprometió a producir al costo mientras dure la pandemia y por eso es posible adquirir cuatro dosis de sus vacunas al precio de lo que sale una del laboratorio Pfizer.
Por supuesto, la oposición trata de instalar un problema: no vinieron las vacunas de Pfizer. Con ello, intentan ocultar la solución que está dando el gobierno: los millones de vacunas de distintos laboratorios que están llegando y van a seguir llegando en los próximos días y semanas, incluida la negociación con la propia Pfizer. A ello hay que sumarle el inicio del ensamblaje local de la vacuna Sputnik en el laboratorio Richmond: vamos a recibir, en una primera etapa, el principio activo y aquí se va a completar el proceso de elaboración.
En paralelo a esta masificación de la vacunación, se profundiza un proceso económico con un fuerte aumento de los ingresos fiscales, lo que permite hacer compatibles dos variables que, en general, aparecen como contrapuestas: el aumento del gasto público y la reducción del déficit fiscal.
El periodista Raúl Dellatorre, en una entrevista publicada en este diario, le preguntó a Roberto Arias, secretario de Política Tributaria: “¿Por qué supone que se insiste desde algunos sectores con que este gobierno tiene una política de ajuste?”. El funcionario respondió: “La verdad que es bastante curioso, porque se dice por un lado que somos irresponsables y después te dicen que aplicás el ajuste (…) La realidad es que nosotros aumentamos el gasto público fuerte en 2020 y 2021. El gasto público en obras se duplicó en dos años, de 2019 a 2021, de 1,1 punto del PBI a 2,2 (…) Pero, ¿qué pasa? Como en estos primeros meses del año aumentó mucho la recaudación, entonces, nos dicen ‘ah, bueno, si redujiste el déficit sos ajustador’. Nosotros creemos en una reducción del déficit virtuosa, que es una reducción del déficit que aumenta el gasto, porque la recaudación aumenta más. Sobre todo la recaudación de impuestos progresivos”.
Ese proceso virtuoso se completa promoviendo el aumento de los salarios y de las jubilaciones por encima de la inflación, para que ello genere, como consecuencia, un incremento del poder adquisitivo de la población y esto, combinado con otras políticas, produzca un círculo ascendente de mayor consumo y de mayor demanda, volviendo a estimular el nivel de la actividad económica. Si, además, acompañamos este proceso con la protección necesaria de la producción nacional, ello tenderá a generar nuevos empleos, estos generarán nuevos consumidores, y todo eso junto seguirá alentando ese círculo virtuoso de crecimiento con distribución.
Vacunación masiva, más empleo, mejores salarios y jubilaciones, es el inicio de la reconstrucción argentina.
Nota publicada en Página/12 el 06/06/2021