Página/12 | Opinión
Por Carlos Heller
Ha sucedido lo que aspirábamos que suceda, comenzando por que hubiera consenso en Unión por la Patria en torno a una fórmula de unidad. Hubo discusiones y tensiones. Pero una vez que se acordó, todos los integrantes del espacio vamos hacia adelante juntos porque el problema no es entre nosotros: el problema es con los otros. El problema es con el modelo de ajuste, exclusión y represión.
Durante esta semana hubo distintas escenificaciones de la unidad: se realizó una reunión de Gabinete con participación de todos sus integrantes, y Cristina Fernández de Kirchner y el ministro de Economía y candidato a presidente, Sergio Massa, protagonizaron el acto de repatriación del avión Skyvan PA-51, que fue utilizado en los llamados “Vuelos de la muerte” en la última dictadura cívico militar. Allí la Vicepresidenta señaló que “era necesario construir una lista de unidad” en Unión por la Patria y pidió “desdramatizar” los debates partidarios. También afirmó con claridad que, si se iba a unas PASO, el espacio que ella representa tenía un candidato que era Wado de Pedro. Pero, en la medida en que se arribó a un acuerdo, el candidato de consenso es Massa.
Así funciona una coalición política: el acuerdo al que se arriba no es el que cada uno de los sectores por separado propone previamente pero sí el que todos ellos juntos consideran como el mejor. De ese modo, se ha construido una fórmula de todos. El objetivo es ganar y, por lo tanto, impedir que vuelva a haber un gobierno que produzca un retroceso en todo lo que se ha podido avanzar.
En esa línea, Agustín Rossi, candidato a vicepresidente en la fórmula de Unión por la Patria, afirmó que “en este escenario político electoral que tenemos, donde va a haber tres espacios como dijo Cristina, uno podría decir que hay tres espacios, pero dos proyectos, el histórico del neoliberalismo o liberalismo económico, que se puede expresar de diferentes maneras, y hay otro proyecto, que es el que tenemos nosotros, un proyecto nacional y popular”. Luego agregó: “no vamos a hacer ningún tipo de ajuste” y precisó que entiende por ajuste “lo que hoy están planteando las tres fórmulas de la derecha, que es una devaluación brusca”. “Reconocemos el momento difícil que estamos pasando, pero este momento difícil tiene fecha de finalización. Entre fin de este año y el año que viene las condiciones estructurales de la economía argentina van a cambiar favorablemente (…). Nada de ajuste, por el contrario, años de crecimiento económico con inclusión, equidad social y un fuerte proceso redistributivo del ingreso”. “Estamos a favor de la puja distributiva y tenemos claro que esa puja distributiva hay que saldarla a favor de los trabajadores y de los sectores de ingresos fijos”, concluyó el actual jefe de Gabinete.
Si hay puja distributiva quiere decir que hay una presión de las corporaciones por aumentar sus niveles de ganancias, aquí y en el mundo entero. Este problema no se resuelve con facilidad. Es una de las grandes cuestiones a resolver a escala global.
La Argentina, en esos frentes de disputa, puede y debe ir aumentando sus niveles de autonomía. Por ejemplo, haciendo lo que hizo Néstor Kirchner en el 2006, pagando la totalidad de la deuda con el FMI. En ese sentido, con relación al organismo internacional, Massa afirmó en la Convención Anual de la Cámara Argentina de la Construcción que “hay que pagarle al Fondo y volver a sacarlo de la Argentina para no volver nunca más”. “¿Qué significa ir al Fondo? Significa asumir metas, compromisos y obligaciones en términos de programa económico, significa ceder en parte tu autonomía para atarte a un programa que de alguna manera es el que explica la capacidad de repago de tu país”, finalizó el ahora candidato a presidente. Por supuesto, hay un cambio significativo de escala: en aquel momento, cuando Néstor Kirchner pagó la totalidad de la deuda, eran alrededor de 9 mil millones de dólares, ahora son 45 mil millones, la cifra récord en la que nos endeudó el gobierno de Mauricio Macri.
Resolver la deuda que nos dejaron es todo un desafío. Mientras, enfrentamos y enfrentaremos una pulseada permanente para la que es necesario acumular la mayor fuerza posible.
Hay un futuro esperanzador. Si este año la Argentina hubiera tenido los 20 mil millones de dólares de la cosecha que no ingresaron por la sequía, la situación del país hoy sería de mayor desahogo y tranquilidad. El pronóstico para 2024 es de muy buen nivel de actividad agropecuaria. A ello hay que sumarle los avances en la producción energética.
Entretanto, en el frente opositor, Horacio Rodríguez Larreta hizo sincericidio: acusó a Patricia Bullrich de representar “el modelo de Mauricio Macri, que fracasó”. Sería interesante que explicaran qué fracasó y qué proponen diferente a eso que ellos mismos dicen que fracasó. Porque, al mismo tiempo que dicen que su modelo fracasó, aseguran que de ganar en las próximas elecciones aplicarían ese mismo modelo.
La propuesta de Rodríguez Larreta y de uno de sus principales asesores económicos, Hernán Lacunza, se diferencia de la de sus contrincantes internos en términos de velocidad de aplicación del ajuste: si se lo hace despacio o de golpe. No hay cambios significativos: discuten sobre variaciones del mismo proyecto. Es un modelo que viene a devaluar los salarios, las jubilaciones, los ingresos de los sectores populares, incluidos los sectores medios en la Argentina. Cuando dicen “queremos reducir el Estado y achicar el gasto público” esas frases tienen traducción inmediata: vienen por el sistema previsional, la educación y el sistema de salud, entre otras áreas.
En nuestro país aproximadamente la mitad de los recursos del sistema jubilatorio no provienen de los aportes previsionales sino de impuestos como el IVA o los tributos a los combustibles o a los débitos y los créditos. Es decir: cuando dicen que van a bajar gravámenes y van a lograr en simultáneo el equilibrio fiscal lo que están señalando sin decirlo expresamente es que van a destruir el sistema previsional, por citar un ejemplo.
La propuesta de Rodríguez Larreta y de uno de sus principales asesores económicos, Hernán Lacunza, se diferencia de la de sus contrincantes internos en términos de velocidad de aplicación del ajuste: si se lo hace despacio o de golpe. No hay cambios significativos: discuten sobre variaciones del mismo proyecto. Es un modelo que viene a devaluar los salarios, las jubilaciones, los ingresos de los sectores populares, incluidos los sectores medios en la Argentina. Cuando dicen “queremos reducir el Estado y achicar el gasto público” esas frases tienen traducción inmediata: vienen por el sistema previsional, la educación y el sistema de salud, entre otras áreas.
En nuestro país aproximadamente la mitad de los recursos del sistema jubilatorio no provienen de los aportes previsionales sino de impuestos como el IVA o los tributos a los combustibles o a los débitos y los créditos. Es decir: cuando dicen que van a bajar gravámenes y van a lograr en simultáneo el equilibrio fiscal lo que están señalando sin decirlo expresamente es que van a destruir el sistema previsional, por citar un ejemplo.
Como siempre sostenemos: hay dos modelos, uno que propone un ajuste en mayor o menor velocidad, más o menos extremo y represivo, y otro que promueve un ciclo virtuoso de desarrollo sustentable y de mejor distribución del ingreso y de la riqueza.