Página/12 | Opinión
Por Carlos Heller
El juez de la Corte Suprema de la Nación, Carlos Rosenkrantz, en una conferencia titulada “Justicia, Derecho y Populismo en Latinoamérica”, organizada por la Universidad de Chile, señaló en la semana: “Hay una afirmación muy insistente en mi país que yo veo como un síntoma innegable de fe populista, según la cual detrás de cada necesidad siempre debe haber un derecho. Obviamente, un mundo en que las necesidades son todas satisfechas es deseado por todos, pero ese mundo no existe. Si existiera, no tendría ningún sentido la discusión política y moral. (…) No puede haber un derecho detrás de cada necesidad, sencillamente, porque no hay suficientes recursos para satisfacer todas las necesidades. (…) En las proclamas populistas hay siempre un olvido sistemático de que detrás de cada derecho hay un costo”.
El problema, según este razonamiento, sería que no hay suficientes recursos para repartir. Pero esa es una gran falacia: recursos sobran, lo que sucede es que están mal distribuidos. Como siempre, la discusión radica en cómo se acumula y cómo se distribuye.
Ese punto de vista, expresado en esta oportunidad por un juez de la Corte, permite entender los fallos que muchas veces dictamina el sistema judicial: se trata de decisiones vinculadas a la defensa de intereses corporativos. Bajo ningún aspecto resulta verosímil sostener que en la Argentina no hay recursos. Lo mismo sucede a nivel global.
En el último informe de Oxfam Internacional, fundada en 1995 por un grupo de organizaciones no gubernamentales para luchar por reducir la pobreza y la injusticia global, se señala que “la pandemia, que para la mayor parte de la humanidad ha estado marcada por el sufrimiento y ha supuesto una enorme ruptura en sus vidas, ha resultado ser uno de los mejores momentos de la historia para los milmillonarios”. Según el documento, los diez hombres más ricos del mundo concentran más riqueza que el cuarenta por ciento más pobre de la humanidad, es decir, diez personas en el mundo tienen una mayor riqueza que los aproximadamente 3100 millones más pobres. Además, la riqueza de los milmillonarios, es decir, aquellos que poseen más de 1.000 millones de dólares de riqueza personal, se ha incrementado en los últimos dos años tanto como en los veintitrés años que transcurrieron entre 1987 y 2010. En el mundo hay en la actualidad 2.668 milmillonarios, 573 más que en el 2020.
La riqueza que concentran los 20 milmillonarios más ricos supera el PBI de toda África subsahariana. Elon Musk, el hombre más acaudalado del planeta, es tan rico que si perdiera el 99 por ciento de su riqueza, aun así seguiría formando parte del 0,0001por ciento de las personas más adineradas del mundo. Su riqueza desde 2019, ha aumentado en un 699 por ciento. Mientras, los ingresos del 99 por ciento de la humanidad se han deteriorado por la pandemia con pérdidas equivalentes a 125 millones de empleos a jornada completa en 2021.
En este contexto, Oxfam dice: “Los gobiernos deben elevar sin demora la tributación sobre la riqueza, el capital y los beneficios «caídos del cielo» de las grandes empresas, e invertir este dinero en la protección de la población con mayores necesidades y en la reducción de las desigualdades y el sufrimiento”.
Mientras tanto, en el escenario de la guerra en Ucrania, algunos sostienen que podrían aumentar aún más las restricciones en el comercio de petróleo y de gas. Ello tendría un fuerte impacto local. En el caso de la Argentina se trata, además, de un encarecimiento de un insumo imprescindible para consolidar el proceso de recuperación económica en curso. Por eso son tan relevantes los proyectos estratégicos que el país ha iniciado en materia energética: desde el gasoducto Néstor Kirchner a todas las iniciativas restantes sobre producción, almacenamiento y transporte de gas y de petróleo para lograr el autoabastecimiento, depender menos del exterior y ahorrar todas las divisas que sea posible. En la misma línea, la Argentina ha hecho acuerdos recientes con Bolivia y con Brasil, entre otros países, que garantizan que tengamos el combustible que necesitamos en el corto plazo.
El viernes, el presidente Alberto Fernández, la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner, y el presidente de YPF Pablo González encabezaron un acto por los 100 años de la compañía en el que participaron gobernadores, ministros, intendentes, empresarios, funcionarios y dirigentes de la mayoría de las fuerzas que integran la coalición de gobierno.
González destacó que, cuando se promulgó la Ley 26741 en el año 2012, que declaró de utilidad pública a la empresa y expropió el 51por ciento de su patrimonio, se produjo una “segunda fundación de YPF”. En la actualidad, aseguró que “ha aumentado un quince por ciento el consumo de gasoil en la Argentina y eso es no solamente por el tema del agro, es porque se incrementó el transporte, la actividad económica, porque la gente está consumiendo más”.
En un contexto global donde la energía es indispensable para sostener el proceso de crecimiento en marcha, tanto la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner como el presidente Alberto Fernández señalaron la necesidad de combinar los procesos de crecimiento con la distribución de los beneficios de ese crecimiento.
Por eso, la Vicepresidenta afirmó: “yo creo que debemos definitivamente centrarnos en que gobernar es, también, administrar esas tensiones y hacerlo en favor de las grandes mayorías. Porque, yo digo, el que quiera gobernar la Argentina sin tensiones ni conflictos yo le recomiendo que se postule para la presidencia de Suiza pero, acá en la Argentina, salvo en los cementerios, siempre en todos lados hay tensiones”.
En el cierre, el Presidente aseguró que “en toda sociedad hay intereses que entran en tensión” y que en la política “hay quienes quieren defender los intereses populares y otros los intereses de unos pocos, que son quienes aspiran a que el país se maneje como una estancia propia”. Finalmente, dijo que la “Argentina tiene una enorme oportunidad hacia el futuro”, y que para ello hay que “trabajar en unidad”.
El mundo tiembla e intenta reacomodarse entre el tránsito de una pandemia a una nueva guerra.
La Argentina está dentro de ese mundo convulsionado y el gobierno, entre las tensiones y la necesaria búsqueda de la unidad, intenta sostener y profundizar su modelo de crecimiento con distribución e inclusión.