Ámbito Financiero | Opinión
Por Carlos Heller
El jueves se presentó una propuesta de renegociación de la deuda bajo legislación extranjera que le permitirá a la Argentina, superada la crisis de la pandemia, iniciar un sendero de crecimiento sin hipotecar al país ni a quienes vivimos en él. Es lo que siempre se dijo: crecer primero para generar los recursos que, a partir de allí, le permitan al Gobierno comenzar a pagar.
De los 21 bonos elegibles de la deuda que se está reestructurando, 17 fueron emitidos en los últimos cuatro años por un importe de u$s41.548 millones, 63% del total. Sólo 4 títulos vienen de la gestión anterior al macrismo y son los bonos de la reestructuración de los canjes 2005 y 2010 que se pagaron normalmente hasta que el juez Griesa decidió impedir dichos pagos por el conflicto con los fondos buitre.
¿Qué característica tiene la propuesta? No es ni “dura” ni “blanda”: es sostenible. Comprende una acotada quita en el capital (5,4%) pero una fuerte reducción en los altísimos intereses de la deuda actual. La estructura de los bonos da una idea de su sustentabilidad. Hay cinco bonos propuestos, con vencimiento en 2030, 2036, 2039, 2043 y 2047. Un tema que no se ha difundido con amplitud: hasta noviembre de 2022 ninguno de los bonos devengará intereses. Recién a partir de ese momento se aplicará una tasa que, en todos los casos, y para el primer año, ronda entre el 0,5% y el 0,6% y que a partir de 2029 llega, como máximo, en el bono 2043 al 4,875%. Y la tasa promedio a lo largo de la vida de los bonos es del 2,33%, muchísimo más baja que la que devenga la deuda actual.
El primer vencimiento de capital ocurrirá en noviembre de 2026. Mediante un cálculo aproximado de lo que podría resultar la aceptación de la propuesta, hasta 2025 se pagarían sólo unos u$s2.500 millones (en el período se abonan sólo intereses). Una muy exigua cantidad comparada con los casi u$s37.000 millones que habría que abonar según las condiciones actuales (cifra que sólo incluye a los acreedores privados bajo legislación extranjera y, por lo tanto, excluye al FMI y otros acreedores oficiales).
El bono más corto (2030) se canjearía con un descuento del 12%, los bonos emitidos durante la gestión anterior al 5%, y los de las reestructuraciones de 2005 y 2010 sin descuento alguno. Una estrategia muy inteligente.
Creo que el análisis de la propuesta debe comenzar por una pregunta esencial: ¿en qué instrumentos podrían invertir los acreedores si se les pagara de acuerdo con el cronograma actual? La respuesta es clara: en instrumentos que devengarían tasas de interés muy bajas. Ya antes de la pandemia existían tasas de interés negativas en Europa y otros países centrales, una tendencia que muy seguramente se profundizará por los efectos del coronavirus. Con lo cual, la propuesta formalizada el viernes debería resultar más que aceptable para los acreedores privados.
Se obtendría un ahorro promedio de u$s4.500 millones en el primer año, al que se sumarían los ahorros por el resto de la deuda no alcanzada por esta negociación. Por ejemplo, si se lograra un período de gracia similar con los vencimientos de los organismos internacionales y oficiales (incluido el Club de París) habría u$s5.400 millones más de recursos disponibles. Incluso pueden considerarse cerca de u$s3.000 millones que podrían obtenerse con el tributo a las grandes fortunas. Estos tres ítems sumados darían unos u$s13.000 millones, que servirían para, por ejemplo, comprar más de un millón de respiradores industria nacional u otorgar unos 80 millones de prestaciones del Ingreso Familiar de Emergencia (IFE), unas 10 veces el total de beneficiarios anunciados. Son recursos indispensables para enfrentar la pandemia y sus consecuencias.
Estoy convencido: es una propuesta realista, seria, y, sobre todo, sustentable. Para finalizar, mi coincidencia con el presidente Alberto Fernández, quien en la presentación de este canje enfatizó que es “un paso muy importante que tiene que ver con cómo queremos construir la Argentina del futuro” y afirmó que “tal vez esta sea la oportunidad para comenzar a construir otro país, un país más justo, más solidario, más igual y realmente más federal”.