Infonews | Opinión
Por Carlos Heller
La tensión cambiaria que el país evidenció desde la última semana de abril tiene una expresión concreta en la suba del dólar, y múltiples causas, aunque no todas pesan por igual. Pero sobre todo representa para el gobierno una excelente excusa para profundizar el modelo.
La primera y principal causa de esa tensión se deriva de los vínculos con el sector externo. La extrema liberalización de las variables financieras y cambiarias agrega una elevada volatilidad y dependencia del exterior. También la fuerte liberalización comercial, que lleva a elevados déficits de la balanza comercial junto con la no obligación de los exportadores de ingresar divisas al país, convirtiendo así un negocio comercial en especulación financiera. Esta configuración afecta más a países como Argentina, en donde la moneda de ahorro y la referencia para tomar decisiones sigue siendo el dólar.
A la luz de está exposición externa, y más allá de los cimbronazos que estamos verificando en el corto plazo, hay factores estructurales que seguirán afectándonos y que nos acompañarán en el tiempo, mientras no se modifique el enfoque de las políticas implementadas.
La reciente suba de la tasa de los bonos de largo plazo del Tesoro de EE.UU., por encima del 3%, generó el habitual vuelo a la calidad de los inversores y motorizó una suba del dólar a nivel global. Representa una muestra de cómo afecta internamente el cambio de dirección de los capitales externos.
Este formato de inserción externa nos hace severamente dependientes del humor de los mercados globales que, como no ocurría desde los noventa, se han vuelto a convertir en los veedores de las políticas oficiales. Un ejemplo es la entrada en vigencia del impuesto a los no residentes por sus operaciones con bonos, que los inversores trataron de evitar, motorizando parte de la presión cambiaria.
Ciertos argumentos tratan de vincular la suba inicial del dólar con los proyectos de contención de aumentos tarifarios de la oposición. Sin embargo, aunque el gobierno ha dejado saber que vetaría proyectos –por lo que esta causa no aplica—, es parte de la lógica de que no hay que contradecir la opinión de los mercados.
En este marco, el gobierno apostará más fuerte aún por la “credibilidad” y por la imagen externa: otra frazada corta a la que se enfrenta porque al hacer eso empeora la situación social local. Lejos está de ser un gran dilema para el gobierno, como lo muestra el anuncio de reducción de la meta de déficit fiscal para 2018, por ahora con el recorte de la obra pública. Cambiemos, sin mucho pudor, ha transformado el episodio cambiario en una oportunidad para intentar transformar el ajuste en indispensable y avanzar a fondo con su agenda de reformas.
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