Página/12 | Opinión
Por Juan Carlos Junio
Ante la inminencia del acto electoral, la ciudadanía comienza a prestar más atención a las propuestas y candidaturas, especialmente si aún no decidió su voto o no tiene pertenencia partidaria, por lo que su decisión puede ser fluctuante en las distintas compulsas. La derecha, confundida con la ultraderecha, sostiene a la luz pública su enfrentamiento descarnado al interior de Juntos por el Cambio. Los autodenominados libertarios persisten en su afán temerario por constituirse en un factor determinante del desenlace electoral. Sin embargo, cada vez se manifiesta más claramente la disyuntiva central: dos modelos de país que son representados por la alternativa política de Unión por la Patria y las dos variantes que expresan al conservadurismo.
JxC lucha por remontar la frustración de la experiencia macrista, que dejó una larga secuela de degradación económica y social, y un endeudamiento irresponsable e impagable (en los términos convenidos) con el FMI. La aquiescencia de los medios de comunicación hegemónicos, no puede ocultar el fracaso de la gestión macrista, que determinó su derrota en el 2019 y el advenimiento del Gobierno del Frente de Todos. Su discurso intenta también relativizar o negar acontecimientos externos globales que impactaron en la economía de nuestro país en los últimos años, como la pandemia con sus efectos manifiestos en los costos de los alimentos y combustibles influidos también por la guerra en Ucrania. Con el mismo propósito, la Sociedad Rural de la vieja oligarquía, a pesar de estar cada vez más aislada y desprestigiada, declaró que “el campo está minado de problemas por estallar”. Amenazan con un artificioso estallido, a pesar de que sus ganancias siguieron batiendo récords. Acerca del fenómeno climático de la sequía optaron por presentarla literariamente, con el propósito de ocultar sus efectos verdaderamente devastadores. El presidente ruralista le echó la culpa “a las políticas que los gobiernos instrumentaron en los últimos 80 años”.
En relación a las propuestas de JxC la ciudadanía, la ausencia de originalidad ya resulta tediosa. Se repiten los recetarios que siempre llevaron al fracaso, a la pérdida de derechos y la pauperización de los sectores del trabajo: desregulación laboral, para bajarle “los costos” a los empresarios, reforma jubilatoria para reducir esa inversión pública de carácter social, primarización de la economía, apertura a las importaciones con el remanido objetivo de la eficiencia, que ya generó el cierre de 24 mil Pymes durante el macrismo, privatizaciones, siguiendo el modelo de Menem- Dromi, baja impositiva en beneficio de las grandes empresas y sus dueños, asumiendo la línea de la “modernidad” trumpista.
A todo este plan suman algún que otro tacticismo pensado para incautos: Larreta con tono lacónico se presenta como exponente del anti ajuste, llegando a la afirmación de que es el kirchnerismo quien practica un ajuste en jubilaciones y salarios, a la vez que en los foros empresarios plantea abiertamente “flexibilizar el trabajo y retornar al sistema previsional privado”. Esto es como aquel que roba y empieza gritar “¡al ladrón al ladrón!, busquen al ladrón”. Es evidente que sus marketineros perciben que la ciudadanía tiene una fuerte animadversión sobre la idea y la palabra ajuste. Al mismo tiempo son consecuentes en su discurso de odio y de violencia política, especialmente luego de que el año pasado un grupo de ultraderecha haya intentado asesinar a la vicepresidenta de la Nación en la vía pública y que la “justicia” se proponga consagrar su impunidad.
Se explica entonces que un elemento básico y legítimo de Unión por la Patria sea defender al pueblo de estas políticas agresivas y antidemocráticas. Queda claro que un eventual retorno del macrismo en la “versión renovada” de Bullrich o Larreta, significará un futuro de angustias y pesares para las mayorías, tanto trabajadores como sectores de clase media. Nada quedará de la independencia económica, la justicia social y la soberanía política. Para la derecha estos conceptos fundantes de una democracia social resultan anacrónicos.
En el bastión del PRO, la CABA, luego de 16 años de macrismo, ni el primo Jorge Macri, ni Losteau pretenden cambiar nada, por más que digan que están “Juntos” para cambiar. Les parece natural la falta de vacantes en las escuelas, el deterioro de los edificios escolares y los hospitales, la especulación inmobiliaria que destruye al medio ambiente, la falta de viviendas accesibles, la problemática del alquiler que nunca se propusieron atender como un grave problema social, el cuidado del patrimonio histórico, la pobreza, la calidad de vida en su totalidad de los y las porteñas. Al primo Macri no se le cae una idea más que comprar pistolas Taser y vender medidas de represión antipiquetes, en tanto su “competidor” Lousteau, por más que venda una imagen más juvenil y “moderna” tampoco ofrece iniciativas de verdadero cambio. La ausencia de propuestas es notoria. Se presentan como si su fuerza política no gobernara la Ciudad desde hace 16 años manejando un abultadísimo presupuesto. A uno lo prohijó Mauricio Macri y al otro R. Larreta. Son y encarnan lo mismo.
En la Ciudad existe una alternativa representada por Leandro Santoro, quien con su fuerza política presentó un pliego de propuestas concretas para enfrentar los temas que porteñas y porteños reclaman. JxC intenta instalar que la elección se define en su interna, negando y ocultando la otra alternativa. Una derrota en la CABA implicaría un quiebre histórico. El pueblo porteño tiene la gran oportunidad de llevar a cabo la verdadera transformación social y cultural que enfrente los problema de todas las comunas sin distinción, cuide el medio ambiente, fortalezca la educación y la salud públicas, extienda la red de subterráneos, cree un nuevo código urbanístico que, combinado con políticas públicas de vivienda, vaya resolviendo este tema vital de la ciudadanía porteña. La opción de Unión por la Patria en la Ciudad es una alternativa verdadera a una anacrónica cotidianidad conservadora.