Tiempo Argentino | Opinión
Por Carlos Heller
El gobierno actual es partidario del anarco-capitalismo como la mejor organización para las sociedades y, por lo tanto, favorable a las grandes empresas. En función de eso ha desplegado un programa económico de ajuste del gasto, desregulación, y privatizaciones. Pero, ¿ha impulsado los niveles de producción de la economía argentina? Los números de la actividad económica no convalidan tal proposición.
El dato más reciente es el índice de Utilización de la Capacidad Instalada en la Industria (UCII) del Indec. En septiembre de 2024 la UCII fue del 62,2%, cuando en igual mes del año anterior había sido 67,9%. En la variación interanual por sectores, el único que mostró crecimiento respecto a igual mes de 2023 fue Productos alimenticios y bebidas, que pasó del 62,4% en 2023 al 68,2% en 2024, pero se debió principalmente a una mayor molienda de oleaginosas: la elaboración de aceites y subproductos experimentó un aumento extraordinario de 115,1% interanual debido a la comparación con un período que reflejó los efectos de la sequía.
Podemos tomar también un informe de la Fundación Mediterránea, es decir, proveniente de una usina de pensamiento a favor de la economía de mercado. En él se muestra que de los 14 principales sectores de actividad, apenas cinco están por encima del nivel de 2023. Además, esos cinco ganadores tuvieron un desempeño dispar. Pesca creció un 17%, Minería un 6%, Agro un 4%. Por su parte, Electricidad, gas y agua y Enseñanza tuvieron mejoras muy modestas, de apenas 2% y 1%, respectivamente. En cambio, los sectores con mayor incidencia en la economía y el empleo mostraron caídas importantes: Construcción -18%, Comercio -8%, e Industria manufacturera -7%.
El informe aludido señala con preocupación que esos cinco ganadores “representan 15% del empleo privado”. Es decir, los sectores que crecieron son los que menos empleo generan. Según la Fundación Mediterránea, esa dualidad en el desempeño de los sectores productivos pone de relieve “las dificultades que también comienzan a aflorar en el mercado laboral, (y que podrían profundizarse)”.
Efectivamente, los datos del Indec revelan que el desempleo experimentó un salto considerable con este gobierno. La tasa de desocupación abierta se ubicó en el segundo semestre en 7,6%. Podrá decirse que no es un valor alto para la economía argentina, si la comparamos con las tasas de dos dígitos de la convertibilidad. Pero en igual periodo del año anterior era de apenas 6,2%, por tanto, lo que llama la atención es el aumento que tuvo en tan corto lapso de tiempo. Además, si tenemos en cuenta los cambios operados en el mundo del trabajo —en el cual creció la precariedad—, debemos mirar con atención también la tasa de subocupación, que pasó de 10,6 a 11,8% en igual periodo.
Esta baja performance que se empieza a ver en el empleo de por sí implica un flagelo para una cantidad cada vez mayor de trabajadores. Pero, además, la Fundación Mediterránea pone el acento en las consecuencias que ello implica para la sostenibilidad del crecimiento: “la recuperación económica seguirá siendo lenta, debido a que está centrada en sectores con menores impactos en la masa salarial y posterga el crecimiento de actividades económicas vinculadas al consumo masivo”. Es lógico: si continúa escaseando el empleo, la población no tendrá los ingresos para impulsar la demanda.
Pymes en problemas
Los empresarios exitosos que tiene en mente el presidente Javier Milei, al menos a juzgar por sus recurrentes declaraciones, son los grandes empresarios y en especial los pertenecientes a unicornios y fintech. Es decir, los grupos económicos y empresas transnacionales.
Llamaba la atención que el Presidente no sólo no impulsaba políticas para las pymes, sino que tampoco las nombraba. Ahora las nombró y no de la mejor manera, dijo que “hacer falsas distinciones entre grandes empresas y pequeños emprendedores” es “una aberración”. Y continuó: “Se pasan tan preocupados por las pymes, así nunca van a crecer. ¿Cuál es el incentivo? Es un incentivo a ser chiquitos, no es un horizonte para un empresario. El empresario, si pudiera, se quedaría con todo el planeta y eso es lo que tiene que hacer”. Una premisa que favorece y elogia la creación de monopolios. De más está decir los innumerables ejemplos de los efectos negativos de estos monopolios a lo largo de la historia, y las dificultades de crecimiento de los países con escasa participación de pymes en la economía.
Adicionalmente, de cumplirse la pretensión del gobierno (enunciada aún en forma muy preliminar) de firmar un acuerdo de libre comercio con los Estados Unidos, sería otro paso más para afectar el funcionamiento y la viabilidad de nuestras pymes, entre otros impactos negativos que pudiera tener.
La realidad de las pequeñas y medianas empresas argentinas es compleja. De acuerdo con informaciones de cámaras que las agrupan, en lo que va del año cerraron 16.500 pymes. E incluso se sostiene que la segunda mitad del año ha sido especialmente dura para el sector. Según ellas, sólo entre julio y octubre dejaron de operar 6500 empresas. Los diagnósticos de estos empresarios coinciden en señalar la caída del consumo interno, los aumentos de los costos de los servicios públicos, y el atraso cambiario para aquellas que exportan.
En la Gala Anual de la Fundación Endeavor, que podría definirse como un ecosistema emprendedor, empresarial, político y académico y que cuenta en su directorio con los titulares de empresas como Globant, IRSA y Mercado Libre, entre otras, el Presidente les dijo a los empresarios: “Ustedes corren con Usain Bolt (un velocista que ostenta el récord del hombre más rápido del planeta) pero con una mochila de 50 kilos. Yo vine a sacarles esa mochila, le van a ganar a Usain Bolt. Yo confío en ustedes, lo van a hacer”. Paradójicamente, este gobierno frena a muchas empresas cuando no hace obras públicas, dispone tarifazos energéticos, achica el mercado interno y dificulta la exportación con la apreciación cambiaria.
El primer mandatario fue a la empresa unicornio Ualá y dijo: “Prefiero venir acá a felicitarlos y no a inaugurar una obra pública costosa e ineficiente, que nadie quiere. Dicho sea de paso, no puedo inaugurar obras públicas porque, además, las corté de cuajo”. Es poco prudente no hacer obras públicas. El gobierno se jacta de haber hecho una sola, así lo manifestó el secretario de Energía y Minería, Daniel González, al inaugurar la reversión del Gasoducto Norte hace una semana, dijo “posiblemente sea la última obra que financie el Estado Nacional porque, como ya estamos viendo, el sector privado está dispuesto a invertir en obras de infraestructura”. Esa obra fue iniciada por el gobierno anterior, se esperaba un ahorro en importaciones por casi U$S 2000 millones anuales desde 2024, pero la actual gestión la demoró, y a la semana de haberla inaugurado tuvo que volver a comprar gas a Bolivia y electricidad a Brasil.
En la misma línea de ideas, el ministro de Desregulación dijo “por cada necesidad habrá un mercado”, modificando la famosa frase de Eva Perón, reemplazando los derechos por el mercado. Pero, ¿qué mercado y para quiénes? Un mercado cada vez más chico, donde sólo se desarrollen grandes empresas y unicornios, dejando en el camino a las pymes argentinas, a los trabajadores y a los jubilados, generando una gran concentración del ingreso e inequidad distributiva, no parece ser la solución para las necesidades insatisfechas de amplios sectores de la población.