Página/12 | Opinión
Por Juan Carlos Junio
El Jefe de Gobierno ya lanzado a la contienda por su candidatura presidencial va desplegando una extravagante campaña propagandística presentada como si fuera “de la Ciudad”. Lo que sí es de la Ciudad, o sea del erario público, es el costo de esa exuberante promoción de Larreta disfrazada de “La transformación no para”. La estimación de su valor monetario oscila entre los 10 y los 12 millones de pesos por día.
Siempre hemos marcado críticamente la desproporción del gasto en publicidad del gobierno porteño en relación a otros temas mucho más sensibles, como el recorte al presupuesto de educación, incluyendo la restricción económica en el rubro infraestructura escolar. A este tema crucial para la seguridad de los niños/as en las escuelas se le asignó en el presupuesto un monto similar al de construcción y remodelación de comisarías. La única diferencia es que este rubro se va ejecutando y el de la infraestructura escolar lleva un atraso crónico, solo se aplicó un 10% de lo presupuestado. Podríamos ampliar este contraste con muchos otros temas sociales, sanitarios, ecológicos, culturales, etcétera; pero la actual “campaña institucional” bate récords de subestimación y desprecio a la percepción y opinión del pueblo de nuestra ciudad.
¿Alguien puede pensar que este desenfreno marquetinero no sería interpretado por la ciudadanía como lo que es: una campaña política clásica?. El despliegue es avasallante: carteles en todo el espacio público, gigantografías, publicidad en redes sociales, videos; afiches en obras en las avenidas y calles, y lo más preponderante y oneroso: en los medios de comunicación más diversos. Y esto recién empieza, diría cualquier porteño/a un poco avisado. En realidad, se trata de un gran engaño, con el agravante de que lo pagamos todas y todos los habitantes de nuestra ciudad.
Como parte del plan para “nacionalizarse” como candidato, Larreta decidió participar de la apertura de la exposición de la Sociedad Rural Argentina. Ciertamente, allí fue recibido como uno de los suyos por su raigambre ideológica, identificado con los ruralistas clásicos de la derecha tradicional, siempre enfrentada con los gobiernos populares, y siempre amigos de dictaduras.
Desde los tiempos de su fundador, Toribio Martínez de Hoz (1866), se auto perciben como la representación de “la Patria”. Justamente, siguiendo ese antiguo apotegma, Larreta les manifestó que “el campo es la Argentina”. Ya que estaba lanzado, agregó que “el Gobierno Nacional le hace la vida imposible a los productores”, confundiendo deliberadamente a los chacareros, pequeños productores, con la oligarquía, dueña ancestral de grandes propiedades de decenas de miles de hectáreas, y del tradicional partido devaluador: los grandes exportadores de soja, maíz y trigo que, como siempre, privilegian acopiar y especular con millones de toneladas de sus granos, exigiendo devaluación.
No podía faltar la adhesión del Jefe de Gobierno porteño al reclamo político de “bajar el gasto” y, principalmente, el nuevo sacramento de todos los súper millonarios: “bajar los impuestos”.
Esta “aristocracia con olor a bosta” (D. F. Sarmiento) lleva casi dos siglos exigiendo a todos los gobiernos no pagar impuestos, particularmente desde el advenimiento del peronismo, al que desprecia en defensa de sus intereses y por prejuicios ideológicos clasistas.
En el momento culminante de la ceremonia, cuando ingresa el primer toro, “Nicanor” con sus 1000 kilos al predio ferial, el alcalde porteño hizo causa común con los Doctores de la Corte Suprema de Justicia, declarando que está siendo “atacada” por el Gobierno Nacional; reclamando que se respeten “los valores republicanos”. En este punto, privilegió su convicción política de apoyar a los supremos, soslayando que estos cortesanos baten todos los récords de desprestigio ante la ciudadanía por sus fallos discrecionales, siempre a favor de los núcleos del poder, exhibiendo impúdicamente su parcialidad, a partir de lo cual el pueblo llano la imagina y señala como la “Suprema Negación de la Justicia”. Asistimos así a una rareza, ya que el jefe de Gobierno, siempre prefiere fotografiarse con los que su oficina de marketing le indican que conviene para conquistar votantes. Este es un caso opuesto, sin embargo lo hizo.
Pero faltaba algo más. Continuando con su afán de competir por el voto de ultra derecha con Javier Milei, reivindicado por Mauricio Macri, arremetió contra los planes sociales. Del tema ya se había ocupado hace unos días, pronunciándose por “sacar los planes”. Ahora optó por “sacar a los intermediarios”.En realidad, Larreta no se propone mejorar la transparencia y eficiencia en este tema sensible, sino que intenta medrar con el prejuicio contra la parte humilde del pueblo.
Resulta oportuno no soslayar el contundente comentario del alcalde Rodríguez, sobre la necesidad de bajar impuestos, haciéndose eco del discurso del PRO. Debiera conocer aquella expresión del Quijote que se pregunta: “¿Dónde hallaste vos ser bueno el nombrar la soga en la casa del ahorcado?”. En plena pandemia impuso un impuesto a todos los consumos con tarjeta, no sólo para viajar a Disneylandia, sino a todos los consumos, incluyendo a la gente que compra alimentos y paga el changuito y al comercio del barrio con su tarjeta.
Otro embuste, pariente del anterior, es su queja y demanda a la Corte sobre los fondos federales que Mauricio Macri, usufructuando su condición de Jefe del Ejecutivo le transfirió a la CABA arbitrariamente, y que el presidente Fernández restituyó legítimamente a las Provincias. Le dice a la ciudadanía porteña que “las finanzas de la CABA serán dañadas por esa quita intempestiva y unilateral”. Oculta que el nuestro es el único distrito en que la coparticipación representa sólo el 12,6% de los ingresos, es decir que el 87,4% vienen de recursos propios, especialmente de Ingresos Brutos (67,4%); o sea que son ingresos que no dependen de la coparticipación.
Rodríguez se retiró de la Rural aplaudiendo al toro “Nicanor” y comiendo en un food truck.