Por Eduardo Fernández
El amplio consenso que tiene Alberto Fernández en la sociedad motoriza un duro accionar de algunos sectores de la oposición. El gobierno nacional, con gran apoyo social, se prepara para enfrentarse a numerosos desafíos en el marco de debates que deben fortalecer a la coalición.
En los últimos días, el brazo mediático de la oposición dura al gobierno comenzó a llenar sus páginas con una supuesta crisis interna del Frente de Todos. Según este análisis, la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner estaría atentando contra la coalición que ella misma promovió hace poco más de un año. Estas acciones pretenden debilitar y deslegitimar al presidente Alberto Fernández.
En esa búsqueda todo vale para estos sectores. Por ello apelan a una discusión en Twitter, a las preguntas de un periodista que muestra algún desacuerdo con el Presidente, o al planteo de Hebe de Bonafini sobre los actores que participaron del acto del 9 de Julio. Todo magnificado en grandes escalas.
Ante estos hechos vale la pena contextualizar. El viernes 17, cuando Alberto Fernández dio a conocer junto a gobernadores oficialistas y opositores las medidas para las próximas semanas respecto al COVID 19, expuso también los datos en materia de contagios y muertes. Argentina sigue siendo uno de los países que mayor control tienen de la situación, en un continente que es el epicentro de la pandemia en este momento.
La amplia aceptación de las medidas tomadas sigue marcando las encuestas y estudios de opinión, más allá de algunos reclamos de manifestantes que hablan de una “infectadura”, mientras atacan a periodistas durante la cobertura de una marcha.
Pese al durísimo embate opositor, Alberto también mantiene una gran aprobación en su imagen. Ese dato se vuelve más contundente aún, si tenemos en cuenta que Argentina atraviesa una de las crisis más grandes de su historia, luego del desastre que nos dejó Macri, al que se sumó la pandemia.
Ese consenso del Presidente y el gobierno, casi inédito frente a la situación económica que atraviesa el país, genera actitudes cada vez más rupturistas de parte de la oposición violenta a la que no le toca la responsabilidad de gobernar.
Falta de coherencia
Hace algunos días el Presidente convocó a una reunión a los representantes de los bloques no oficialistas y opositores de la Cámara de Diputados. Lo hizo basado en la firme convicción de seguir abonando en el camino de la unidad nacional.
Luego de discusiones internas en Juntos por el Cambio (JxC), con amenazas incluidas de no asistir a la convocatoria, finalmente aceptaron participar poniendo una serie de condiciones. Entre ellas, exigieron exclusividad solicitando que la reunión sea sólo con su interbloque, que por cierto no participó en su totalidad.
Los sectores más duros de JxC, lejos de la actitud dialoguista que demuestra Alberto, en lugar de colaborar en un momento tan sensible para la sociedad, mantienen una posición sectaria y carente de amplitud.
Fortalecernos a través del debate
Siempre que el debate sea consecuente y sirva para fortalecer el proyecto y profundizar el camino, es válido y enriquecedor, más aún dentro de un frente tan amplio y heterogéneo como el que integramos. Justamente es esa pluralidad la que nos permitió ganarle a una alianza que trajo pobreza, miseria y desigualdad a nuestro país. El primero en plantearla y ejercerla es el mismo Presidente, que nos pidió que nos expresemos cuando estemos en desacuerdo con algo.
En las próximas semanas en el Congreso de la Nación se debatirá el aporte solidario de las grandes fortunas, se discutirá la moratoria, el arreglo con acreedores, la emergencia económica y la reforma judicial. Alberto Fernández desafía a todas las fuerzas políticas a encarar el camino de las post pandemia con unidad y diálogo. Es desde ese lugar donde lograremos construir un país más justo y solidario.