Un “cambio” para retroceder

06/02/2016

La Tecl@ Eñe - Revista Digital de Cultura y Política
Por Juan Carlos Junio

En sus primeras semanas de gobierno, el macrismo viene generando una suerte de “contra-transformación” de las conquistas logradas durante el kirchnerismo. Las precipitadas medidas en todos los órdenes y la manía antidemocrática de gobernar por decreto forman parte de su ideario, de derecha en lo político y neoliberal en el plano económico. En ese sentido viene actuando con coherencia, aunque durante la campaña electoral sus propuestas eran distintas; de lo contrario, una parte del electorado no lo hubiera votado.

Macri y gabinete

En materia de política económica es evidente que la megadevaluación, la eliminación o quita de retenciones -que favoreció a los grandes propietarios y exportadores agrarios-, la anunciada supresión de subsidios a las tarifas de servicios públicos -tanto a personas como a empresas- y el relajamiento de los controles al capital especulativo tendrán efectos regresivos para las mayorías sociales. Se ha puesto en práctica la drástica mutación de un Estado para la sociedad, hacia otro que actúa como “junta de negocios” del capital foráneo y las corporaciones capitalistas locales. Va de suyo que les resultará muy difícil desmontar las políticas sociales articuladas durante más de una década, consolidadas por el Parlamento Nacional e incorporadas como derechos adquiridos en la conciencia del pueblo.

En relación a la política internacional, “el cambio de Cambiemos” resulta tan radical como su política económica, pues el alineamiento incondicional con Estados Unidos ha sido inmediato: adscripción a la Alianza del Pacífico inspirada por el departamento de Estado, la reivindicación al ALCA por parte de la canciller Susana Malcorra, el furibundo ataque contra el gobierno venezolano y el señalamiento de que los ingleses “no son sólo Malvinas” son los primeros ejemplos.

Si se repasa con detenimiento el listado de los principales funcionarios que dirigen las políticas públicas puede afirmarse -sin exageración- que, como nunca antes, el Estado es administrado directamente por gerentes de las grandes corporaciones extranjeras -y algunos de la burguesía local-. Por ejemplo: el exjefe de la angloholandesa Shell, Juan José Aranguren, dirige la política energética y petrolera argentina; y la ex presidenta de la General Motors gobierna nuestra línea aérea de bandera. Estas situaciones rompen con toda tradición de defensa del interés y los valores nacionales.

Si una parte de las promesas electorales están siendo cumplidas con determinación, otras en cambio están lejos de aplicarse, ya que en realidad nunca formaron parte del ideario macrista. Aquellas defensas encendidas de las instituciones y del republicanismo han sido refutadas por políticas públicas que rozan la ilegalidad, violentando las leyes. El intento maquiavélico de colocar jueces supremos por decreto, o la arbitraria modificación de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, junto a la disolución de su autoridad de aplicación, son ilustrativos de su modo de actuación política: avanza tras sus objetivos de poder, a costa de restringir la democracia, cancelando derechos sociales, económicos y culturales.

Tampoco el mentado diálogo de aquellos flashes preelectorales está siendo el modelo de Macri frente a las disidencias y el conflicto social y político, natural y propio de la acción de gobernar. Desde la represión a trabajadores hasta la censura, estos casi dos meses han sido pródigos en gestos autoritarios.

En los últimos doce años hubo mutaciones significativas en la sociedad argentina. La propia experiencia kirchnerista no nació del cielo, sino que fue parte de un proceso prolongado de resistencias populares a las políticas neoliberales sufridas durante décadas. El Presidente Néstor Kirchner y luego Cristina Fernández encarnaron esa transformación social y cultural que la época reclamaba. Además, dicha experiencia ha permitido vivenciar una práctica de política pública novedosa y enriquecedora, introduciendo cambios trascendentes en los valores culturales, el protagonismo político del pueblo y una renovada y valiosa participación de los jóvenes.

Ese cambio cultural en las masas es el que obligó a Macri -cuando era candidato- a defender, aunque tartamudeando, el papel del Estado, asegurar que no iba a conculcar derechos humanos, y esquivarle el bulto a la defensa total del mercado (en la que efectivamente cree y según la cual actúa). Pero lo cierto es que, con ese discurso ambiguo y contradictorio, algo más de la mitad del electorado eligió a Cambiemos (lo que es complementario a decir que algo menos de la mitad votó por el FPV).

Está claro que el poder real y su Presidente no se pueden montar en un escenario socialmente catastrófico como fue el de los noventa, que posibilitó la legitimación de un programa privatizador y neocolonial en un contexto de derrota cultural en una sociedad en la cual los valores de Bernardo Neustadt se habían instalado, allanando el camino al menemismo. Por el contrario, los valores solidarios, a favor del rol del Estado, de distribución equitativa de riquezas y de los derechos humanos hoy están profundamente arraigados en la mayoría de la sociedad.

Sin embargo, así como es previsible anticipar que los efectos de las políticas macristas tendrán fuertes resistencias más rápido de lo esperado, no es posible adelantar una derrota electoral automática del gobierno neoderechista y una consecuente reposición del proyecto emancipador. Dependerá de las relaciones de fuerza. Y en este punto las organizaciones sociales, las fuerzas políticas, los parlamentarios, los múltiples colectivos y los fragmentos del Estado no colonizados por la autocracia neoconservadora estamos interpelados doblemente. En primer lugar, para enfrentar las políticas públicas del macrismo que reproducen relaciones de injusticia, afectando la vida de nuestro pueblo y los intereses soberanos como Nación. Segundo, para construir el sujeto político colectivo con un carácter muy amplio, que contenga a las más diversas tradiciones culturales y que se exprese en un gran bloque no sólo político, sino también social y cultural.

Desde ese vigoroso nucleamiento se irá constituyendo el proyecto político que librará la lucha social y cultural antimacrista, y construirá las mayorías para triunfar en las próximas contiendas electorales.

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