ContraEditorial | Opinión
Por Carlos Heller
La inflación de septiembre finalizó en el 2,8% mensual y acumuló en el año una suba del 22,3%, menor al 37,7% del mismo lapso de 2019. Con ello, continúa la tendencia de los últimos tiempos, que marca una importante desaceleración respecto de los indicadores de inflación de años previos. El gobierno tiene bien en claro que hay que tranquilizar la economía y defender el poder de compra de la población. Es un dato a tener en cuenta, más aún en el marco de las presiones devaluatorias que llevan a cabo ciertos sectores.
La evolución de la inflación durante el gobierno de Mauricio Macri en gran medida se explica por las políticas que dejaron el valor del dólar en manos del mercado. Como ejemplo, el dato de la inflación de 2019 (53,8%), es un subproducto concreto de las políticas aplicadas, de extrema liberalidad para la salida de capitales, la consiguiente devaluación, y también un “dejar hacer” para intentar darle una “lección” al electorado. Tan es así que el entonces presidente Macri decía: “los mercados esperan que los argentinos sigamos en el mismo camino”. Y ahora, por sus últimas declaraciones, nos venimos a enterar que el 11 de agosto Macri dejó de gobernar.
En contraposición, la intervención del presidente Alberto Fernández en el Coloquio de IDEA refrendó la postura que el gobierno viene siguiendo. A los empresarios les dijo que “piensen en el ATP, y en si algún gobierno se preocupó tanto por cuidar a las empresas”. Y también pidió que piensen en “el esfuerzo que hicimos para sostener la paz social y que a ningún argentino le falte nada como condición esencial para pensar en el crecimiento”. Forma parte de la perspectiva de recrear un círculo virtuoso. Lo contrario al ajuste y la devaluación de otros tiempos, con la que la inflación no hizo más que acelerarse. Es una experiencia muy reciente como para sucumbir a las presiones de quienes apuntan –directa o indirectamente— a que se elimine la “brecha cambiaria” por medio de una suba del dólar oficial.
Vuelvo a decir que el dólar oficial ha venido manteniendo su valor real en todo este tiempo y que se encuentra en niveles competitivos según el índice que elabora el BCRA. Éste mide el valor de la moneda argentina con respecto a una canasta de monedas extranjeras, ponderando la importancia de cada una según la relación comercial que tenga la Argentina con cada país. Incluso algunos economistas de la oposición reconocen que no hay atraso cambiario, aunque igual piden acortar la brecha vía devaluación, sin dar mayores explicaciones.
Desde mi punto de vista, no hay racionalidad económica de fondo para que la devaluación sea la solución a algo, y menos en la actual situación. La devaluación exacerba la puja distributiva y lleva a más ajuste.
La irracionalidad está en el valor del dólar de la especulación. Una cotización que no está vinculada a los fundamentos de la economía.
En cuanto a la oferta de dólares, estamos en un momento en el que las cotizaciones internacionales de las materias primas alimentarias se encuentran elevadas, se han reducido retenciones al complejo sojero y está la posibilidad de aplicar los pesos obtenidos por la liquidación de los dólares de las exportaciones, a depósitos ajustables por la variación del tipo de cambio (“dólar linked”). Y en el hipotético escenario en que la expectativa de devaluación se concretara, los inversores en este tipo de instrumentos estarían cubiertos. Hay incentivos económicos para liquidar.
En su reciente exposición en IDEA, el ministro de Economía, Martín Guzmán, insistió en que no se devaluará (tal como lo dijo el Presidente Alberto Fernández) y se comprometió a perseguir los valores del dólar nominal del proyecto de Presupuesto 2021, de $102,4 a diciembre de 2021. Sobre el contado con Liqui expresó: “Control tras control, lo que ocurrió en ese mercado es que se ha ido achicando y se volvió más volátil, por lo que el precio no bajó, sino que subió”. “Por eso, estamos trabajando en facilitar ese tipo de operaciones”, sostuvo, acerca de las medidas para reducir las expectativas. Un nuevo enfoque, cuyos detalles se irán conociendo a medida que el Ministerio avance en este plan.
Un largo y difícil camino cuesta arriba
Este es el título del último informe del FMI, “Perspectivas de la Economía Mundial”, de octubre de 2020. Una frase que habla por sí misma.
Según el documento, las economías en desarrollo, con excepción de China, sufrirán una pérdida del producto más fuerte en 2020 y 2021 con relación a lo que hubiera ocurrido sin pandemia. El texto aclara que “los resultados habrían resultado mucho más débiles de no haber sido por las respuestas sustanciales, rápidas y sin precedentes desplegadas en el terreno fiscal, monetario y regulatorio, que mantuvieron el ingreso disponible de los hogares, protegieron los flujos de efectivo de las empresas y apuntalaron el suministro de crédito”.
Las previsiones del Fondo para el PIB mundial en 2020 indican una contracción del 4,4%, “la peor crisis económica al menos desde la Gran Depresión”, explica el texto. En el caso argentino, el organismo espera una caída del 11,8% para el año en curso, valor similar al estimado en el Proyecto de Presupuesto 2021: -12,1%. Si bien algunos medios intentaron presentar este guarismo como un dato aislado del resto del mundo, vale aclarar que se encuentra en línea con lo previsto para algunos países europeos como España (-12,8%), Italia (-10,6%) o Francia (-9,8%).
Por otro lado, un tema no menor es la necesaria financiación que se requiere para implementar las medidas que atenúan los efectos de la crisis en Argentina y en el mundo. En ese sentido, cabe señalar lo expresado en estos días por el Director del Departamento de Finanzas Públicas del FMI, Vitor Gaspar: “Los Gobiernos deben tomar medidas para mejorar el cumplimiento tributario, y evaluar la aplicación de impuestos más altos para los grupos más acaudalados y las empresas más rentables”. También señaló que “los ingresos resultantes contribuirían a pagar servicios críticos, como las redes de salud y de protección social, en una crisis que ha afectado de manera desproporcionada a los segmentos más pobres de la sociedad”. Como si aún no fuera suficiente, el funcionario dejó en claro que el déficit “no es el mayor riesgo ahora; el apoyo fiscal debe mantenerse, al menos en 2021, con la salud y la educación como prioridad”.
La economista jefa del Fondo, Gita Gopinath, señaló que la crisis global “está lejos de haber terminado”. A lo que agregó: “Los pobres son cada vez más pobres y se espera que cerca de 90 millones de personas caigan este año en situación de extrema pobreza. El camino cuesta arriba para superar este desastre será largo, desigual y muy incierto”. El incremento en la brecha de desigualdad se padecerá no sólo al interior de los países sino entre ellos.
Es evidente que, al menos en lo discursivo, el Fondo se aleja de aquella postura pre pandemia, en la que pregonaba que el eje de las políticas de los gobiernos debía ser la consolidación (ajuste) fiscal, la restricción monetaria y la flotación cambiaria, por más que ello implicara importantes costos sociales. El programa que firmó en su momento Mauricio Macri tenía todos esos ingredientes y los resultados fueron nefastos. Sería esperable que todo este reconocimiento se exprese en concreto, en las negociaciones que la República Argentina ha comenzado con el FMI para reprogramar los pagos de su deuda con el organismo.
Precisamente volviendo a Argentina, los impactos del Covid-19 no se superarán de un momento para el otro y la economía precisa afianzar la recuperación y los indicadores sociales. En este marco, el cuidado de las reservas es fundamental, tanto como lo es la necesidad de evitar una devaluación. El ajuste y la ganancia de unos pocos es el camino contrario a la búsqueda de un país viable.
No caben dudas de que atravesamos tiempos difíciles en materia económica, social y sanitaria. Ahora más que nunca es indispensable la coherencia y la sensibilidad social en los gobiernos de todo el mundo, especialmente en los países más afectados. Las medidas que está tomando el gobierno argentino van en ese sentido, persiguiendo, además, una economía más tranquila, a pesar de la difícil situación heredada como consecuencia de la pandemia del gobierno de Macri.