Tiempo Argentino | Opinión
Por Carlos Heller
Cuando se analiza fríamente el resultado de las PASO, una primera conclusión es que hubo un virtual triple empate, con una diferencia –según el escrutinio provisorio– de casi 1,8 puntos entre la primera fuerza (La Libertad Avanza) y la segunda (Juntos por el Cambio), y de un punto exacto entre ésta y la tercera (Unión por la Patria).
Una elección en la cual Unión por la Patria se mostró como una fuerza competitiva, lo cual permite albergar un razonable optimismo, aun ante el impensado desempeño de Javier Milei, que cosechó los frutos de la frustración de un sector de la ciudadanía.
Incluso en los primeros días de la semana los «mercados» acusaron el impacto del resultado electoral con una caída de las cotizaciones de los bonos y de las acciones, dando a entender la incertidumbre que generan la propuesta y la adhesión del candidato que obtuvo más votos. No obstante, tanto los bonos como las acciones se recuperaron a partir del miércoles 16, a medida que se fueron conociendo las nuevas medidas económicas y los anuncios de las que vendrán.
Otro dato a tener en cuenta es que comparando con PASO anteriores hubo un elevado ausentismo. Seguramente ese voto, si uno lo puede ubicar, está compuesto por un segmento importante de la ciudadanía que votó en 2019 al Frente de Todos y que tiene demandas no resueltas. En esta ocasión no estuvo dispuesto a elegir ninguna de las otras dos opciones y seguramente expresó su disconformidad no votando.
El candidato a presidente Sergio Massa señaló en su discurso del domingo por la noche, tras las PASO, que empieza a definirse «qué país vamos a construir los próximos años, si vamos a un país con apertura indiscriminada de las importaciones o con defensa de la industria nacional (…), si vamos a universidades aranceladas o seguimos con universidad pública, gratuita, de calidad e inclusiva (…); empieza en la Argentina la discusión de si vuelven los sistemas privados de jubilación o si el Estado va a seguir protegiendo con las jubilaciones y con los programas de medicamentos a nuestros jubilados (…), de si vamos a un mercado de trabajo con más derechos o menos derechos (…)».
Por su parte, el gobernador de la provincia de Buenos Aires, Axel Kicillof, sostuvo: «esta realidad nos debe hacer entender a todos que no sobra Estado, que no sobran derechos, es más, falta más y mejor Estado, más derechos, más obras, más futuro (…), como dijo Néstor y como hizo Cristina, nunca menos (…). Las oportunidades que nos faltan no se van a construir privatizando escuelas (…), recortar el presupuesto en seguridad y en salud no es el mejor método para conseguir barrios con menos violencia; no es con motosierra, con ajuste o dinamita como se construye un futuro mejor (…). Lo quiero decir con nombre y apellido: ni Patricia Bullrich ni Javier Milei están en condiciones de solucionar ni uno solo de los problemas que tenemos (…)».
Al igual que ocurrió en la previa a la convertibilidad, hoy se intenta instalar la idea de que se abrió un camino de indefectible transición hacia el neoliberalismo: no obstante, aquel experimento terminó en un colapso económico y social, y no hay razones (más allá de la renovación de algunas caras) para que esta vez sea distinto.
Hay sectores que tratan de aprovecharse de la insatisfacción por lo que falta para generar un nuevo tipo de contrato social: el del mercado en lugar del Estado, el del individualismo en lugar de la solidaridad.
Milei se autoproclama defensor de la «libertad», pero sus políticas llevarían directamente a una situación de desprotección en que la libertad sólo iría en beneficio de los grandes conglomerados empresariales nacionales y extranjeros. Nunca, desde la vuelta de la democracia, un candidato se había animado a tratar a la justicia social como algo aberrante, como es el caso de Milei. Siempre el contrapunto estuvo en los «cómo», aunque ahora están reconociendo a viva voz que las grandes diferencias están en los «qué».
Respecto de las medidas que implementó el gobierno, el lunes por la mañana se comunicó una suba del tipo de cambio oficial del 21,8%, hasta los $350, valor que según lo anunciado se mantendrá sin variaciones hasta fin de octubre. Esta devaluación estuvo muy por debajo de la que pedía el FMI, del 60%, según comentó el ministro Massa. Cabe resaltar que, en la semana, el BCRA realizó compras netas de divisas por U$S 652 millones, la mayor adquisición semanal desde fines de 2022.
Según lo informado, la próxima semana el FMI aprobará el desembolso por más de U$S 7500 millones, que permitirá recomponer las Reservas Internacionales y dar al gobierno mayor margen de intervención en el mercado de cambios, todo lo cual debería contribuir a la reducción de la incertidumbre. A su vez, el BCRA decidió incrementar los valores mínimos de las tasas de interés para los depósitos a plazo fijo, alentando las colocaciones. En el caso de los préstamos para las MiPyMEs y los saldos impagos de las tarjetas de crédito, si bien las tasas subieron, se siguen manteniendo por debajo de la inflación, producto del subsidio aplicado.
Para contener las presiones sobre los precios internos, se conformó una Unidad de Negociación de Acuerdos de Precios, encabezada por Guillermo Michel, director general de Aduanas, para realizar negociaciones con los sectores formadores de precios: se estableció una pauta de incrementos mensuales del 5% durante 90 días, en consonancia con el tipo de cambio fijo establecido. Las empresas que firmen los acuerdos de precios podrán acceder a una serie de beneficios impositivos, así como tendrán fuertes sanciones si no los respetan.
En este entendimiento, se arribó a acuerdos con 31 cadenas de supermercados minoristas y mayoristas de todo el país, y con farmacéuticas y droguerías por los medicamentos; en ambos casos se aplicarán aumentos mensuales del 5% por tres meses. También se congelaron los precios de los combustibles, mediante un acuerdo con productores y refinadores que implica que el reciente aumento del 12,5% será el último hasta el 31 de octubre. Adicionalmente, se adelantó que en la semana se anunciarán más medidas para proteger los salarios y los ingresos en general, que son absolutamente necesarias.
Quedan dos meses hasta las Elecciones Generales y debemos incrementar los esfuerzos para lograr convencer al electorado, movilizarlo y que asista a votar. Ése será un primer gran paso. Un dato no menor es que la elección de 2019 indicó que a la votación general asistió un 10% más del electorado que a las PASO de ese momento. Es preciso trabajar en resaltar los enormes argumentos para que voten a favor de la opción que representa el actual modelo, y no de las otras dos variantes de mayor peso, que expresan en ambos casos las mismas políticas económicas nefastas, más allá de matices y de formas. Ante la gravedad de ciertos escenarios que se presentarían, vuelvo a repetir que la prioridad pasa por hablar con toda esa ciudadanía que está insatisfecha y poder decirle: «es cierto, no se pudo hacer esto y aquello, pero por aquel lado se va a empeorar, vamos a retroceder». Sin duda, es por acá.
No está de más repetir una consigna que utilicé en otras elecciones en las que fui candidato: «por todo lo que se hizo bien, por todo lo que falta». Es decir, la resolución del «todo lo que falta» está por acá, no está por el otro lado.