Minuto Uno | Opinión
Por Juan Carlos Junio
Las políticas de ajuste impulsadas por el gobierno de Mauricio Macri vienen erosionando muy rápidamente a distintos sectores de la sociedad. Sin embargo hay un sector mayoritario que sufre como nadie las consecuencias de estas políticas económicas son los jubilados.
El modelo económico thatcheriano en la versión macrista, viene erosionando muy rápidamente a diversos sectores de la sociedad: las pymes, tanto comercios como pequeños talleres e industrias, científicos, profesionales, asalariados de bajos y altos ingresos y hasta los discapacitados. Pero si hay un sector mayoritario que sufre como nadie las consecuencias de estas políticas económicas, son los jubilados.
Se trata de más de 5 millones de adultos mayores que en su mayoría cobran el haber mínimo. Lastimosamente, el Presidente mostró un desconocimiento alarmante en el programa de Mirtha Legrand, al decir "cobran $9000 y pico, creo", cuando en realidad cobraban $6394. Según el INDEC, la línea de pobreza está en torno a los $15.000 para una familia de cuatro miembros. Pero en la realidad cotidiana, los jubilados tienen una canasta más cara. Casi siempre necesitan remedios y, en muchos casos, moverse en taxi o la ayuda de un enfermero o acompañante. Si ponderamos la canasta de un jubilado con una visión humanista, nos daríamos cuenta que muchos viven en condiciones de pobreza. La responsabilidad del Estado en el último año y medio fue decisiva para que nuestros viejos estén condenados a esa indignidad.
Coherente con su ideología, el gobierno, que tiene como único fin ajustar el gasto social, redujo las prestaciones básicas a los jubilados. El PAMI recortó drásticamente la cobertura de medicamentos, frenó la provisión gratuita de anteojos, eliminó programas de prevención de enfermedades típicas, redujo las prestaciones de trasplantes y limitó la cantidad de alimentos que se entregan a los centros de jubilados. Así es que faltan prótesis y medicamentos, hay demoras de hasta seis meses en la entrega de sillas de ruedas y audífonos y hay cortes de servicios. Tarea cumplida: se redujo el gasto.
Pero sigamos: al modificar el sistema de pago a las clínicas y profesionales, provocaron una contracción de más del 30% de los estudios de diagnóstico. Como es sabido, es preferible invertir en diagnóstico preventivo, lo cual protege la vida, que asumir una enfermedad avanzada con sus consecuentes gastos. Todo indica que los CEOs que gobiernan la salud pública, desconocen la sabiduría del refranero popular: “es mejor curarse en salud” o “peor es gastarlo en remedios”.
Si hay a alguien a quien le han desorganizado la vida es a los jubilados. Como parte de los recortes, les escatiman los turnos, siendo cada vez más difíciles de conseguir. Todo en nombre de la “eficiencia administrativa”. ¿De qué eficiencia hablan, si hacen ir a un abuelo en taxi y después lo mandan de un lado para el otro y le pedalean el turno? Una muestra de esta ineficiencia e insensibilidad fue cuando instrumentaron el sistema inverso y perverso de primero quitar las pensiones por viudez, y luego exigirles que vayan a demostrar su condición regular. La abrumadora mayoría que tenía todo en regla, fue sometida a ese maltrato injusto e innecesario. Pero la peor parte se la llevaron los que sufrieron algo peor que este manoseo: los que fueron abusados con la quita de la pensión. ¿Quién dijo que no puede haber dos abuelos pensionados viviendo juntos? ¿O que un abuelo no puede tener dos pensiones? ¿De dónde sacan que siempre aparecerá un familiar a ayudar a los ancianos de la familia? ¿Quién les dio licencia para “mandonear” y privar de derechos a nuestros viejos?
Las situaciones son de lo más variadas. Están los jubilados que viven con la familia. Pero hay otros que no tienen quien los ayude y se ven obligados a vivir en un geriátrico. Todos ya conocemos que en esos centros, para la mayoría, las tarifas son impagables. Habría que reconocer que al fin y al cabo, allí tampoco hubo miramientos con los tarifazos y con los aumentos de los alquileres. Después están los casos de los jubilados que mantienen su casita de toda la vida, pero ya no gozan del nivel de ingreso de cuando eran activos. Tienen que vivir en una zona donde todo es más caro.
Sin embargo, la crueldad más manifiesta la han hecho con los medicamentos. A algunos les bajaron las coberturas al 50%, y otros directamente los sacaron de la lista, eliminando más de 160 principios activos que estaban entre los más requeridos como aquellos para la artrosis y el deterioro cognitivo. Por otro lado, permitieron que los grandes laboratorios suban los precios a discreción. Según Consumidores Libres, desde que asumió Macri, el precio de los medicamentos creció un 132% en promedio, mucho más que la inflación. La Universidad Nacional de Avellaneda dijo que durante el último año subieron 70%, incluyendo los relacionados a enfermedades cardiovasculares, colesterol, antidepresivos, antiulserosos, presión arterial y de venta libre, como el Sertal e Ibupirac.
El colmo es que gran parte de la campaña la hicieron con el engaño del 82% móvil y la falsa “Reparación histórica”. Es tan mala que ocurre algo llamativo: no se la quieren dar a nadie y tampoco nadie la quiere agarrar. Encima les quieren pagar con un índice más bajo que el que ya existía. Una vergüenza.
No conformes, desde la ANSeS el señor Emilio Basavilbaso dice que la jubilación tendría que ser “voluntaria”. ¿Qué querrá decir en verdad?
Ciertamente algún día, todos seremos jubilados. Es cruel que el Estado se desentienda del último tramo de vida que le queda a un ser humano. En suma, ¿se proponen que los jubilados dejen de ser ciudadanos con sus respectivos derechos? ¿O sólo serán una carga inútil en una sociedad de empresarios y clientes?