Perfil | Opinión
Por Carlos Heller
Desde que se conocieron los primeros resultados de las elecciones del domingo, cientos de interpretaciones intentaron explicar lo que había sucedido. Desde mi punto de vista, no creo que el desempeño de Fuerza Patria haya sido tan negativo como se pretende instalar: nuestro espacio político sacó, en la provincia de Buenos Aires, casi la misma cantidad de votos que en los comicios anteriores. Lo que ocurrió es que una parte de los que estaban enojados y no concurrieron a votar en septiembre en octubre se asustaron y decidieron apoyar al oficialismo.
Un 40,7% de la sociedad votó para que el actual proyecto gubernamental se fortalezca. Pero hay otro 35% que acompañó nuestra propuesta. Sobresale, también, un grupo que no fue a votar por diversas razones.
La Libertad Avanza creció absorbiendo los votos del PRO y de la UCR. No lo hizo incorporando sectores políticos por fuera de su espacio ideológico. Además, el oficialismo sacó menos votos de los que han sacado históricamente propuestas afines. Sin embargo, le alcanzó para erigirse como la primera minoría. Más allá del 35% que obtuvo nuestra fuerza, hay un voto fluctuante que sigue en disputa.
Hay otra razón de fondo para explicar el desempeño electoral de la principal oposición: no hemos logrado aún amalgamar las distintas reivindicaciones alrededor de las cuales se movilizan diversos sectores de la sociedad. El conjunto de demandas parciales difícilmente encuentre una respuesta positiva si no se las hace confluir en una movilización unificada por un nuevo modelo de país. La muy justa lucha de los trabajadores/as del Garrahan no debe circunscribirse solo a solucionar las dificultades en ese hospital; la confrontación que llevan adelante las personas con discapacidad y sus familias no debe reducirse a resolver solo el problema de las personas con discapacidad, y así con los restantes sectores movilizados. Debe quedar claro que la disputa es entre proyectos de país.
La Argentina tiene entre sus cuestiones no resueltas el endeudamiento creciente. El Gobierno pretende resolver el endeudamiento con más endeudamiento, es decir, resolver el problema aumentando el problema.
Pero la mayor deuda genera más intereses, lo que hace necesario un superávit fiscal primario también mayor. En paralelo, anuncian que van a seguir suprimiendo o reduciendo impuestos. ¿Qué están diciendo? Que van a continuar recortando el gasto público. Ello, más temprano que tarde, va a generar una reacción en la sociedad. En fin: como siempre decimos, el único límite que tiene el ajuste es la capacidad de resistencia de los ajustados.
El modelo libertario se parece mucho a proyectos similares aplicados en la Argentina en los últimos años: los hemos agrupado bajo la denominación de las cuatro M (Martínez de Hoz, Menem, Macri y Milei). Pero hay una característica novedosa de este último: la aceptación total de la asociación con los EE.UU., tanto en el acompañamiento de sus políticas internacionales como en las reformas legislativas que impulsan para que vengan las empresas de ese país a llevarse las riquezas de nuestra nación. Para lograr esto, también necesitan acuerdos con quienes gobiernan las provincias.
El jueves, el Presidente se reunió con veinte gobernadores. Otros cuatro no fueron invitados o decidieron no concurrir: Axel Kicillof (Buenos Aires), Gildo Insfrán (Formosa), Ricardo Quintela (La Rioja) y Gustavo Melella (Tierra del Fuego). Confirmando la discriminación, el entonces jefe de Gabinete de la Nación, Guillermo Francos, manifestó: “Milei quiere conversar con todos, menos con aquellos que tienen ideas totalmente diferentes a las nuestras. (…) Kicillof ha cuestionado todo del Gobierno”. El encuentro buscó ampliar el sistema de alianzas con el objetivo de aprobar en el Parlamento las leyes que el Gobierno necesita para profundizar su modelo de país. Tras la reunión, el vocero presidencial se refirió a las reformas laboral, tributaria y del Código Penal.
Transcurridas ya las elecciones, la disputa continúa siendo entre dos modelos, el que expresan Milei y los voceros estadounidenses, en pleno intento de extender su apoyatura social y parlamentaria, y el que representa el campo nacional, popular y democrático, que debe ganar en cohesión y en síntesis política.
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