Página/12 | Opinión
Por Carlos Heller
Aunque desde ciertos sectores se trate de convencer con argumentos “mágicos”, como diversos proyectos para atar nuestra moneda al dólar estadounidense o directamente eliminar el peso argentino, no existe en la experiencia internacional ejemplo alguno de país que haya podido desarrollarse dejando que todo lo decida el mercado y sacrificando los principales resortes de política económica, entre ellos el monetario y el cambiario. Además, en Argentina ya hemos pasado por el proceso de Convertibilidad, que evidenció claramente cómo atar la moneda al dólar genera una destrucción del aparato productivo y una masiva caída en los ingresos y en el bienestar general de la población.
Una manera de pensar en las implicancias de este tipo de propuestas es preguntarse qué habría ocurrido si en su momento el Estado no hubiera contado con la potestad de emitir dinero para comprar las vacunas necesarias, o para brindar ayuda a millones de hogares y miles de empresas en lo peor de la pandemia del Covid. Se podría, también, proyectar qué pasaría si los precios de los principales productos de exportación se desplomaran a nivel mundial y no se contara con esas divisas, ni con la facultad para actuar sobre el tipo de cambio. La respuesta es obvia: caería la liquidez (en dólares) y con ello se derrumbarían la actividad económica y los ingresos. Son dos ejemplos que ilustran las limitaciones que traerían esquemas de este tipo, del cual además es muy difícil volver atrás.
Entre los problemas históricos que ha enfrentado y sigue enfrentando nuestra economía está la escasez de dólares. Por un lado, porque el crecimiento económico genera una demanda de importaciones significativa para poder mantenerlo, dado que principalmente la industria precisa importar insumos para la producción. Por otro lado, ante el endeudamiento irresponsable en moneda extranjera (una práctica habitual de los distintos gobiernos neoliberales) el país precisa dólares para pagar las deudas. La solución no pasa por la amputación del signo monetario nacional sino por la atención de las causas estructurales.
Ya están empezando a dar sus primeros frutos las políticas estratégicas en materia de energía, como la explotación de shale oil en Vaca Muerta y otros yacimientos, y la extensión de los gasoductos. Además, hacia el futuro están los proyectos de YPF para desarrollar la producción de Gas Natural Licuado (GNL). Estas iniciativas permitirán no sólo un ahorro importante de divisas, sino también lograr un superávit ya en el próximo año. Resultados que no podrían conseguirse sin un Estado activo.
Otro de los problemas es la inflación. Ya hemos dicho varias veces que la locomotora de este proceso es la puja distributiva que se expresa mediante los aumentos dispuestos por los formadores de precios para incrementar sus ganancias. Pero otro factor importante es la incertidumbre que se genera alrededor del dólar, y con la que ciertos sectores especulan para sacar rédito.
En la semana se realizaron diversos operativos en el mercado ilegal de divisas. Entre otras cuestiones, quedaron al desnudo las conexiones entre las operaciones del llamado “dólar blue” con la evasión, el contrabando y el lavado de dinero. Estas maniobras van en perjuicio del Estado, pero también de muchos particulares que, en la otra punta, y asustados por las versiones intencionadas, terminan convalidando valores de usura. Hacia mediados de semana se observó una fuerte caída en la cotización del dólar ilegal, influida por los mayores operativos policiales, así como por los extremos valores alcanzados.
Además, el fortalecimiento del valor de nuestra moneda requiere de la profundización del mercado de deuda en pesos y de la canalización de los ahorros en pesos hacia el crédito en esta moneda.
El BCRA apunta a que las tasas de los depósitos no pierdan frente a la inflación —cabe destacar la política de tasas mínimas garantizadas para los plazos fijos inferiores a 30 millones de pesos— y a su vez busca que estos valores no recaigan totalmente en la producción, manteniendo la política de tasas activas subsidiadas. De hecho, la Línea de Financiamiento para la Inversión Productiva dirigida a las MiPyMEs ya representa un 17,2 por ciento de los préstamos totales y un 37,2 por ciento del total de los préstamos comerciales.
Se requiere necesariamente un Estado activo que pueda utilizar todas las herramientas que aplican la gran mayoría de los Estados modernos, entre ellas, las políticas fiscal, monetaria y cambiaria. Se trata, en definitiva, de una cuestión de Soberanía Nacional.