Por: Carlos Heller
La semana pasada la Unión Europea sufrió una división. Se trata, ni más ni menos que de la formalización de algo que se venía planteando hacía mucho tiempo: la subordinación de buena parte de la soberanía de los Estados a someter a consideración previa sus presupuestos y a aceptar la revisión y aún el ajuste del gasto.
Lo que Inglaterra dijo fue algo así como “Bueno, nosotros somos conservadores pero no tontos”. Es decir que realizará los mismos ajustes, pero a partir de una decisión propia, sin subordinar su autonomía a la Unión Europea decididamente comandada por Alemania y por Francia.
La gran pregunta es cómo impactará todo esto en América Latina. Desde luego que un ajuste supone que habrá menos recursos y que por lo tanto la gente consumirá menos, pero si se lo mira en términos lineales, la Argentina le exporta a Europa esencialmente soja, que en realidad es en su mayoría alimento para animales, por lo que no creo que esto afecte demasiado.
Sin embargo no podemos estar aislados del mundo ni olvidar que Europa es el 25% del producto bruto mundial. Es decir, no podemos ser indiferentes a lo que allí pase para la economía mundial.
De todos modos, a mi me gustaría rescatar algunos datos sumamente positivos que sí nos afectan directamente. Brasil, que en el trimestre anterior tomó algunas medidas que enfriaron la economía, rápidamente se corrigió y aprobaron, por ejemplo, un paquete impositivo de fuerte estímulo. Es decir, de rebaja de impuestos a una cantidad de actividades para promover el consumo y favorecer a la producción. En China pasó exactamente lo mismo, tuvo alguna desaceleración en el nivel de actividad y las medidas que se tomaron estuvieron destinadas a restablecer el mercado interno. Estoy convencido que mientras Brasil y China vayan en esta dirección, los efectos de la crisis global nos afectarán menos a nosotros en relación a lo que pasa en otras regiones del mundo.