Carlos Heller puede acreditar basta experiencia en la cosa pública: fue gerente general del Banco Credicoop desde su fundación, en 1979; preside esa misma entidad cooperativa desde el 2005, y ofició como vicepresidente del club social y deportivo Boca Juniors durante diez años. Sin embargo, el último 10 de diciembre protagonizó en el Congreso un bautismo particular: por primera vez asumió un cargo público producto de la elección popular. Una condición que conquistó siendo el principal candidato del Encuentro Popular para la Victoria, una alianza entre su Partido Solidario, el PJ y el kirchnerismo en el ámbito porteño. Y que ahora parece rota.
–Usted no formará parte del bloque oficial sino de un espacio conformado por Martín Sabbatella, Jorge Rivas, Ariel Basteiro y Vilma Ibarra. ¿Por qué se separó del kirchnerismo?
–No me separé. Desde su nacimiento mi fuerza, el Partido Solidario, se definió respecto del gobierno nacional como autónomo pero no confrontativo. Nos negamos al reduccionismo de que todo debe medirse como K o anti-K, oficialismo u oposición. Estamos de acuerdo con las políticas de integración regional, recuperación del rol del Estado, derechos humanos, medidas de recuperación de gestión pública, como la ANSeS o Aerolíneas, la asignación universal por hijo, etcétera. Ahora, tampoco apoyamos todo lo que dice el Gobierno. La clave está en pensar las cosas con amplitud, sin caer en esquemas maniqueos. Nosotros estamos trabajando con Daniel Filmus, Francisco "Tito" Nenna, el PC, los humanistas, espacios más kirchneristas o más autónomos pero coincidentes en cuáles son los lineamientos generales de los proyectos que queremos trabajar, sabiendo dónde están los enemigos.
–¿Dónde?
–En el poder económico concentrado. La Argentina va a entrar en el bicentenario y todavía refleja la misma disputa. Uno mira a la Asociación Empresaria Argentina y a la Mesa de Enlace y tiene una idea de a quién hay que enfrentar. Hoy dicen que hay que evitar los conflictos porque la gente está cansada. Ese es un pensamiento que sostienen los sectores conservadores porque quieren mantener el statu quo. ¿Pero quién provoca el conflicto: el que quiere cambiar o el que quiere impedir que las cosas cambien? Es muy reaccionaria la idea de poner el conflicto en quienes propugnan el cambio. Acá hay que pensar de dónde sacar para repartir.
–Habló de enemigos comunes pero con críticas al modelo. ¿Qué le falta profundizar al kirchnerismo?
–En la campaña decía que el único nivel de pobreza aceptable es cero. Todo el mundo dice eso pero nadie especifica cómo. Para mí, está pendiente una reforma impositiva. No se puede reducir la pobreza sin afectar la riqueza extrema. Hay que ir por las grandes rentabilidades, sin perder de vista que el primer factor de distribución del ingreso es el que viene del salario. Hay que trabajar para que las pymes tengan facilidades, generen puestos de trabajo y se reactive la rueda virtuosa. Evitando, claro, que los recursos del Estado se transfieran a los grandes grupos económicos vía el aumento de precios. Grupos que forman precios y demonizan a la política económica.
–¿Sugiere que al Gobierno le falta normalizar el Indec?
–Seguro. Hay que convertir al Indec en un lugar blindado ajeno a las suspicacias y con estadísticas avaladas por el pensamiento científico. No podemos aceptar que se diga que los precios aumentan por culpa del Indec. El Indec mide mal o bien. Pero mide. Los precios, en cambio, suben por culpa de los grandes grupos económicos. Ahora resulta que si el Gobierno quiere intervenir en el precio de la carne, Moreno es el demonio que se mete con los carniceros y no quien está tratando de impedir que suban los precios. Los consumidores terminan actuando en contra de sus intereses.
–Con la misma lógica, uno podría pensar que la centroizquierda en el Congreso, su espacio y el presidido por Pino Solanas, no logra unificar una posición común y juega en contra de su propio poder. ¿Por qué?
–Eso es algo que me pregunto. Pero no soy de los que creen que no podemos encontrar acuerdos. Nuestra vocación es unir a todo el campo de la izquierda entendiendo, como dije, dónde están las amenazas posibles. Si hay que competir con Mauricio Macri, tenemos que pensar cómo. Pino Solanas no es el enemigo. Lo importante es unir lo diverso y confrontar con lo antagónico. En la primera sesión en el Congreso, la idea era armar un espacio amplio de izquierda y desde allí, en vez de ser funcionales al proyecto de la derecha, tratar de traccionar al Gobierno a tomar medidas que apunten hacia los objetivos políticos que planteamos. Se perdió una oportunidad histórica para posicionar al espacio como tercera fuerza frente a las opciones bipartidistas, adquiriendo una postura autónoma y progresista, como profundización del cambio. Pero los puentes no están rotos.
(Por Luz Laici - Revista Veintitrés)