Ámbito Financiero | Opinión
Por Carlos Heller
El Gobierno continúa trabajando intensamente para resolver las emergencias y, si bien hay mucho por hacer, desde diversos frentes se van observando los resultados de sus políticas. En este marco no sorprenden las reacciones y los argumentos de ciertos sectores que no quieren perder terreno e intentan cambiar el orden de las prioridades.
Respecto del último dato de inflación, en un titular de la semana pasada se afirmaba: “en julio la inflación subió 1,9% y para agosto esperan un piso de 3%”. En rigor, hay que resaltar que el incremento de precios de julio fue menor al de junio (2,2%).
Los datos muestran que hay un menor ritmo y que, además, hay rubros como Alimentos y Bebidas (1,3%), o Vivienda, Agua, Electricidad, Gas y otros Combustibles (1%), que estuvieron por debajo del promedio. Por su parte, la inflación acumulada en los primeros siete meses del año llegó al 15,8%, cuando al inicio del año la interanual fue del 53,8%, lo que indica la fuerte desaceleración respecto de la dinámica recibida.
La reducción del ritmo inflacionario se vincula, en parte, a la caída de la actividad económica producto de la pandemia. Pero no pueden minimizarse los efectos de todo un conjunto de políticas que se vienen implementando, como los Precios Cuidados o el congelamiento de las tarifas. No hay que perderlo de vista.
Otro de los terrenos donde se trata de operar mediáticamente es en el de la cotización del dólar. Recordemos que semanas atrás se decía que era necesario arreglar el tema de la deuda y que luego la brecha cambiaria se reduciría. Con el panorama con los acreedores privados más despejado, ahora resulta que el acuerdo sólo era “una condición necesaria pero no suficiente” y que lo que hace falta es “un plan”.
En días pasados resultó ilustrativa una nota donde se sostiene que un conocido economista, “a su manera, dio a entender que la ecuación cambiara dólar-costos (…), no sería suficiente para alentar las exportaciones”, y que el dólar estaría atrasado, como pretende instalar la citada nota. El periodista hace referencia a una frase reciente del economista, quien en un texto planteó la importancia de tener un tipo de cambio competitivo que empuje las exportaciones, pero nada dijo sobre la existencia de algún tipo de atraso cambiario.
Hay que decir que según el FMI, y también en base a los datos del BCRA, el tipo de cambio se encuentra en niveles competitivos, lo que indica que la brecha no tiene vinculación con los fundamentos de la economía real. El tipo de cambio real multilateral, una de las mejores aproximaciones a la competitividad de la economía, vino creciendo estos últimos meses para ubicarse en niveles de 119 (el índice tiene base 100 el 17 de diciembre de 2015, fecha de la primera devaluación del gobierno macrista). Cabe compararlo con el valor promedio de 90, arrojado entre mayo de 2016 y marzo de 2018, con una extrema liberalización de las operaciones con el exterior. El atraso cambiario, entonces, pura posverdad.
Además, como defensa del peso argentino, se está avanzando en revertir la dolarización de facto que opera en nuestra economía, y que fue propiciada por políticas de absoluta liberalización y desregulación de los mercados. Una tendencia que ha dañado el poder de compra del salario, y en definitiva, afectando la producción y el empleo.
Vinculado a esto, hay un informe de la Secretaría de Finanzas, donde se muestra cómo se ha venido pesificando la deuda en dólares desde el inicio de esta gestión. En concreto, considerando la legislación local, desde febrero el Tesoro Nacional redujo en 17 puntos porcentuales la participación de instrumentos soberanos denominados en dólares, incrementando el financiamiento en pesos. Una noticia que muestra la intención clara del gobierno de tender a fortalecer la moneda local. Además, mediante diversas operaciones, logró una reducción del 52,4% de la deuda pública de corto plazo en moneda extranjera con legislación argentina, según informó el Ministerio de Economía. Intenciones y hechos concretos que apuntan a seguir incrementando los márgenes de autonomía para tener respuestas antes los distintos desafíos.