Tiempo Argentino | Opinión
Por Carlos Heller
No fue una misión habitual del FMI. Estuvo dirigida por Julie Kozack, subdirectora del Departamento del Hemisferio Occidental, junto con Luis Cubeddu, el nuevo jefe de Misión para la Argentina. Tampoco fueron habituales sus comentarios, entre los que pueden destacarse dos enfoques: uno de ellos referido al respaldo a las políticas aplicadas por el gobierno argentino y a su plan económico y social; el otro, sobre la insostenibilidad de la deuda de Argentina.
Estos enfoques de la misión se entienden mejor luego de la lectura de las últimas declaraciones de la directora gerente del Fondo, Kristalina Georgieva. La titular del organismo sostuvo que "el actual esquema del FMI, basado en un pensamiento económico más convencional, incentiva a los países a usar el tipo de cambio como amortiguador de los shocks económicos. Este enfoque provee una buena aproximación a cómo las economías avanzadas se ajustan a los shocks externos y a los movimientos de los tipos de cambio. Pero puede estar omitiendo importantes características de los mercados emergentes que alteran la respuesta de sus economías a los shocks externos y podrían necesitar una prescripción de política distinta".
Los mercados de los países desarrollados funcionan distinto que los de los emergentes: esta es una definición esencial e importante por parte del FMI, aunque llega con demasiado retraso.
Si funcionan de diferente modo, las políticas diseñadas para los países desarrollados tienen efectos distintos en los emergentes. La historia enseña que, generalmente, ocasionando grandes costos económicos y principalmente sociales.
Georgieva señala que el comercio de los mercados emergentes "se encuentra desproporcionadamente nominado en dólares", mientras su deuda externa está nominada mayormente en dólares. "Esto puede llevar a que los movimientos en el tipo de cambio se conviertan en amplificadores de los shocks ya que podrían generar un incremento repentino de los servicios de la deuda", comenta la titular del FMI. ¿Habrá sido Argentina la gota que derramó el vaso para que el Fondo reconociera esta cuestión?
Este es, muy resumido, el paraguas ideológico bajo el cual la misión en Buenos Aires realizó su trabajo, y de allí que el comunicado que difundió el miércoles de esta semana resultó en un amplio apoyo al gobierno argentino. "El personal del FMI tuvo reuniones muy productivas con las autoridades argentinas sobre sus planes y políticas macroeconómicas, cuyos lineamientos han sido reiterados la semana pasada por el ministro de Economía, Martín Guzmán, en su presentación en el Congreso de la Nación. Compartimos el objetivo general de las autoridades de restablecer el crecimiento y reducir la pobreza, y al mismo tiempo fortalecer los equilibrios fiscal y externo". Ratifica un concepto que vengo repitiendo en diversos medios, y en especial el domingo pasado en esta columna: el gobierno tiene un plan, que fue expresado por el ministro Guzmán en el Congreso.
Continúa el comunicado del FMI: "Las autoridades argentinas están actuando para resolver la difícil situación económica y social que enfrenta el país". Entre otras políticas aplicadas, también resaltan que se "ha implementado un conjunto de medidas para atacar la problemática de la pobreza y estabilizar la economía". Un gran respaldo al gobierno, actitud que ratifica los resultados positivos de las anteriores reuniones entre Guzmán y altos funcionarios del FMI, incluida su directora gerente (más un nuevo encuentro en Arabia Saudita que se desarrollará con posterioridad a la escritura de esta columna)
El otro enfoque tiene que ver con el análisis de la deuda argentina. Comencemos con una declaración del Ministerio de Economía: "Tal como expresa el comunicado del FMI, el personal del organismo coincidió con el ministro de Economía y sus equipos en que se deterioró significativamente la capacidad de enfrentar el nivel y el servicio de los intereses de la deuda pública de Argentina, en comparación con el último análisis de sostenibilidad de deuda del FMI, publicado en julio de 2019".
En efecto, el mensaje firmado por Kozack y Cubeddu sostiene que "el personal del FMI ahora evalúa que la deuda de Argentina no es sostenible" y agrega: "Nuestra visión es que el superávit primario que se necesitaría para reducir la deuda pública y las necesidades de financiamiento bruto a niveles consistentes con un riesgo de refinanciamiento manejable y un crecimiento del producto potencial satisfactorio no es económicamente ni políticamente factible".
Con este pronóstico, la misión del FMI redacta uno de los puntos más salientes del comunicado: "Se requiere de una operación de deuda definitiva, que genere una contribución apreciable de los acreedores privados, para ayudar a restaurar la sostenibilidad de la deuda con una alta probabilidad". Esta es la puerta que apuntala las negociaciones para el canje, sugiere a los acreedores externos que deberían aceptar una reducción "apreciable", que de eso se trata, a mi entender, la "contribución" a la que alude el comunicado. Pero las negociaciones ya están en marcha y tendrán su propia dinámica.
El comunicado también ratificó el enfoque que el actual gobierno le dio a la herencia recibida (en especial sobre la deuda), este último fue muy criticado por varios integrantes de la oposición. Sebastián Galiani, ex viceministro de Hacienda de Cambiemos, consideró que si Mauricio Macri hubiera ganado las elecciones, "el riesgo país estaría en 500 puntos y la deuda sería totalmente sostenible". Una gran porción de posverdad a la que nos quiso acostumbrar el macrismo y que continúa utilizando.
Se supone que Galiani debe conocer que fue en 2018, luego del "triunfo" del oficialismo en las elecciones de 2017, que los mercados le cerraron el financiamiento al gobierno de Macri, o que el riesgo país comenzó a escalar en febrero de 2018, hasta rozar los mil puntos allá por mayo de 2019, mucho antes de las elecciones y de que el FMI hiciera un desembolso de U$S 5400 millones en julio de ese año.
En el mismo sentido, el exministro de Finanzas, y expresidente del BCRA, Luis Caputo, sostuvo que la política cambiaria del FMI "hizo estéril todo esfuerzo monetario y fiscal por controlar la inflación y agravó la recesión", como si el funcionario no hubiera sido un actor fundamental en esos tiempos. Más precisamente, el BCRA vendió U$S 5000 millones (que alimentaron la fuga de capitales) en los 70 días hábiles que duró su gestión, mientras que el dólar subió, en ese período, un 38 por ciento.
De allí que las recientes palabras del presidente Alberto Fernández resultan contundentes: "Nos acusaban de populistas e irresponsables, pero resulta que hoy nos despertamos todos con que el que nos dio la razón es el FMI, que no era mentira lo que decíamos y que, si se plantea seria y sensatamente cómo enfrentar las cosas, hasta el FMI puede darnos la razón".
El informe del FMI ayuda, pero debe quedar claro que el gobierno se enfrenta a una negociación dura con los acreedores externos. Estos últimos deben aceptar que si el país no pospone el pago de la deuda pendiente, y de los intereses que se devengan día a día (el pago de intereses en 2019 representó el 15,2% de los recursos totales del fisco, cuando el 2015 llegó al 5,3%), no existe forma alguna de cumplir con los compromisos, y mucho menos mientras se va revirtiendo la complicada situación en que el anterior gobierno ha dejado al país y a la sociedad.