Ámbito Financiero | Opinión
Por Carlos Heller
En la semana se pudo leer que el déficit primario de 2020 fue “el más alto desde los ‘90”, un comentario que pasa por alto varias cuestiones, entre ellas que el país y el mundo se vieron golpeados por una inédita pandemia, lo cual ocasionó, en la mayoría de los países, elevados déficits fiscales.
Según el Mecon, dicho resultado (fiscal) ha sido influido por las medidas de ingresos y gastos que “implementó el Estado Nacional de forma extraordinaria para hacer frente a la pandemia con el compromiso de contener a las familias, el empleo, la producción y la sostenibilidad de las administraciones provinciales”. Así y todo el déficit primario (de 6,5% del PIB) fue dos puntos menos que el que se contempla en el Presupuesto 2021 para este año (8,5%), una consecuencia de que en los últimos cuatro meses los ingresos fiscales estuvieron creciendo en términos reales, producto de la recuperación económica. Para este año, también es un dato alentador que 1.200.000 empresas se hayan acogido a la moratoria impositiva, lo que indica que con ello comenzarán a pagar las cuotas de los distintos planes. Son recursos fiscales que no ingresaron el año pasado y que comenzarán a hacerlo en este ejercicio.
El desempeño de la recaudación es clave no sólo para el resultado de las cuentas públicas. También impacta en la esfera previsional, ya que la nueva fórmula que el Congreso aprobó en diciembre actualiza los haberes en función de dicha variable, así como por los salarios. Al respecto, también es alentadora la ratificación por parte del gobierno de la idea de que las remuneraciones deben recuperar su poder adquisitivo. Estos dos factores son los que determinaron la forma de cálculo que rigió entre diciembre de 2008 y septiembre de 2017, cuando, según la Anses, el haber mínimo creció, en términos reales, un 25,8%. En cambio, entre septiembre de 2017 y diciembre de 2019, con la fórmula macrista, su poder de compra se derrumbó un 19,5%.
Un dato para destacar es que, sumando los incrementos por decreto de los haberes jubilatorios y los bonos otorgados durante 2020, el total anual percibido del haber mínimo (que reciben más de la mitad de los beneficiarios) sumó unos $ 207.824, $ 10.958 más que si los haberes se hubieran ajustado por inflación, sin bono alguno. A lo cual habría que sumarle otros beneficios, como los medicamentos gratis, la condonación de los intereses de las cuotas de los préstamos de la ANSES y el congelamiento de las tarifas de los servicios públicos.
Con la nueva fórmula, es la suba de los ingresos fiscales y de las remuneraciones de los trabajadores activos la que propiciaría la recomposición real de los haberes previsionales. Si al país le va bien, si la economía crece, también mejorará la situación de los beneficiarios de la seguridad social, que recogerán parte de los frutos de la mayor actividad.
Desde una perspectiva más estructural, los esquemas previsionales están concebidos sobre la idea de cuatro trabajadores activos por cada pasivo y en la Argentina hoy no se llega a dos (al igual que sucede en la mayoría de los países con sistemas similares). Esto tiene que ver, entre otras cuestiones, con la pérdida de puestos de trabajo de calidad y con la cantidad de trabajadores informales. Es preciso tender a un esquema solidario que sea financieramente sostenible.
La respuesta ortodoxa ante ello es que para generar empleo formal hay que reducir impuestos al trabajo y regulaciones (la conocida flexibilización laboral). Puro realismo mágico. La experiencia indica que ello conduce a una mayor ganancia empresarial a expensas de la situación de los/as trabajadores/as. La solución no va por el lado del ajuste que prevaleció en los años previos, o con la lógica del “sálvese quien pueda” de los esquemas de capitalización individual, como el de los noventa. Es preciso avanzar hacia un verdadero cambio estructural progresivo, con la gente adentro y con un rol activo del Estado.
En el corto plazo es indispensable tener herramientas para enfrentar los temas que afectan en el presente. Y una de esas herramientas es la nueva fórmula previsional, que deberá estar impulsada por un círculo virtuoso de crecimiento, que genere mayores salarios, más mercado interno, con el consecuente incremento de la recaudación. El plan de gobierno, y algunos datos que ya empiezan a verse, nos invitan a ser optimistas de cara a lo que viene.