Tiempo Argentino l Frente a los espaguetis del FMI
Mientras en Chile, el Fondo se reunía con el ministerio de Hacienda de ese país, la cumbre de Quito le daba una nueva lección a la región.
Por Juan Carlos Junio
Hace una semana exacta se llevó a cabo, en la capital de Chile, una conferencia conjunta organizada entre el Fondo Monetario Internacional y el Ministerio de Hacienda de ese país, para "analizar temas relevantes a nivel macroeconómico, a corto y largo plazo, que incumben a América Latina y el Caribe". En paralelo, se desarrollaba en Quito la Cumbre Extraordinaria de Jefes y Jefas de Estado de los países que componen la UNASUR, para inaugurar la nueva sede que lleva el nombre de Néstor Kirchner y dar inicio a una etapa de relanzamiento, en un contexto económico complejo para nuestra región.
En el encuentro de Santiago, la directora del FMI, Christine Lagarde, habló de la importancia de "fomentar un crecimiento que sea inclusivo, equilibrado y sostenible". La frase intenta darle un contenido social, coloreando el invariable dogma de los voceros del neoliberalismo. Según la funcionaria, "durante las últimas dos décadas la región consiguió mantener bajas tasas de inflación, disciplina fiscal y estabilidad financiera, gracias a sus sólidos marcos de política económica, el aumento de los precios de las materias primas y las condiciones financieras favorables", relativizando el rol del nuevo concepto de "política económica" desplegado por las democracias populares latinoamericanas.
Lagarde implícitamente reconoce que las instituciones que configuran el orden actual (como las reglas de ajustes fiscales, los esquemas de metas de inflación, la autonomía de los bancos centrales, etc.), no son más que instrumentos del poder internacional dominante que, en nombre de una supuesta estabilidad, postergan a los países de la periferia, impidiendo cualquier cambio de fondo que pueda darse en la esfera productiva, en la distribución de la riqueza y en la inserción internacional.
En el plano de "las recomendaciones", Lagarde mostró su coherencia con el pensamiento ortodoxo al señalar la "necesidad de aplicar reformas estructurales en ámbitos como la educación, las redes de protección social, la inclusión financiera y la infraestructura". En suma, un compendio de propuestas pensadas exclusivamente desde una perspectiva de ajuste y achicamiento del gasto social.
Desde el punto de vista de las relaciones entre los países, Lagarde sostuvo que la integración regional "debería rejuvenecerse" ya que la proliferación de acuerdos como el MERCOSUR, el ALBA, o la UNASUR ha creado "un plato de espaguetis de regímenes y preferencias con beneficios agregados poco claros". La directora fondomonetarista se cuidó muy bien de incluir en el listado a otros acuerdos como la Alianza del Pacífico, muy cercano al espíritu del viejo y fracasado ALCA. En realidad, Lagarde incurre deliberadamente en una falacia al subsumir la UNASUR a una cuestión eminentemente comercial, cuando en los hechos constituye un espacio que apunta a la integración cultural, económica, social y política, respetando la realidad de cada nación, lo cual está en las antípodas de los intereses del establishment financiero mundial.
En este marco, es preciso subrayar los resultados de la cumbre de la UNASUR dados a conocer por su Secretario General, Ernesto Samper, quien no dejó pasar la oportunidad de rechazar la intromisión del FMI y señaló que "si algún impedimento ha existido para el crecimiento de nuestros países a un ritmo deseable han sido las exigencias venenosas del FMI". En clave política, en el encuentro se resaltó el importante aporte del bloque a la democratización de la región y, en particular, Cristina Fernández recordó el papel central que jugó la UNASUR en ocasión de las amenazas golpistas en Bolivia y Ecuador, a lo cual se le puede sumar el trabajoso pero trascendente proceso de búsqueda de paz en Colombia.
Entre las novedades más importantes surgidas del encuentro se destaca la ratificación de los presidentes para la ejecución de 7 proyectos prioritarios de infraestructura a nivel regional, que demandarán entre U$S 12 mil millones y U$S 14 mil millones. En tanto, a partir del año 2015 se comenzará a avanzar en la creación de una moneda de reserva, el Sucre, para lo cual, en primer lugar, se analizará la conformación de un Fondo Regional de Reservas. Este mecanismo permitirá establecer un sistema de intercambio recíproco de monedas, relativizando la dependencia de monedas como el dólar, con lo cual se apunta a autonomizarse de la problemática de la "restricción externa", es decir, de la búsqueda permanente por constituir un stock de reservas en dólares. Los desafíos para continuar avanzando de manera conjunta en la construcción de soberanía, tanto económica como política, no son pocos, pero la unidad es absolutamente necesaria. En este sentido, el presidente Rafael Correa sentenció: "Separados, será el capital transnacional el que nos imponga las condiciones, mientras que unidos seremos nosotros los que impondremos las condiciones." Esta gran definición política resulta muy valiosa para nuestro propio país con vistas a marcar la orientación del futuro gobierno. A la inversa, el documento base del Foro de Convergencia Empresarial exige que su propuesta económico social –de retorno a las pautas del neoliberalismo thatcheriano– debe "ser implementada por cualquiera de las fuerzas políticas que gobierne el país". Esta lógica parte de la existencia de fuerzas económicas y políticas permanentes del establishment, que en todo momento apuntan a mantener una sociedad elitista y desigual, configurada a la medida de los intereses de los principales centros de poder del capitalismo global.
Lo nuestro debe ser lo contrario: sostener las políticas de transformación y ruptura con el proyecto de las diversas derechas locales, que van acentuando su política de desgaste del sistema democrático y pretenden erosionar la legitimidad de la presidenta, con vistas a restaurar un sistema clásico de ajustes y eliminación del gasto social. De allí que cobra especial importancia la convocatoria de mañana a la Plaza de Mayo. Una vez más será el pueblo en la calle quien expresará su potencia y su determinación para defender las conquistas sociales y culturales logradas en estos años de gobierno popular. La calle ha sido siempre un atributo vital de los procesos políticos de cambio.
La convocatoria nuevamente generará el encuentro del pueblo entre sí y con su líder, festejando y afirmando el compromiso con el presente y el futuro.