Página/12 | Opinión
Por Juan Carlos Junio
En seis días se realizarán las elecciones generales legislativas en el país y en nuestra Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Allí se dilucidará si la distancia entre la opción conservadora y la opción democrática, nacional y popular que arrojó las PASO se reducirá, repetirá o revertirá. En este escenario, debemos asumir en plenitud que el crecimiento electoral de la derecha representa una amenaza real para el proyecto popular y el sistema democrático.
El 14 de noviembre las opciones que se presentan a la ciudadanía se expresan en dos proyectos políticos opuestos de país para el presente y para el futuro. En este sentido, es muy trascendente la definición sobre la integración política del Congreso nacional, las legislaturas y municipios en términos de relación de fuerzas con vistas a los próximos dos años. Pero, además, el proyecto de las derechas se propone, ya sin eufemismos, radicalizar el plan aplicado durante el gobierno de su líder Mauricio Macri, solo que ahora pretenden aliarse con los sectores más extremos, como el del aprendiz de fascista Javier Milei quien en los últimos días se mostró afín al ex presidente, al que excluyó benévolamente de “la casta política”. En tanto, en la Ciudad de Buenos Aires la derecha no sólo oferta dirigentes “porteños” que van y vienen de un lado al otro de la General Paz, sino que es donde se incuba nuevamente un proyecto presidencial que encararía el jefe de Gobierno porteño.
En esta línea resulta imprescindible mencionar el inmediato alineamiento de Larreta con el futuro embajador de Estados Unidos Marc Stanley, quien exigió perentoriamente que la Argentina realice un viraje en su política exterior hacia los objetivos estratégicos de la gran potencia. El hombre, no trepida en ordenarnos “que en el hemisferio honren nuestros ideales”. Ante lo cual el jefe de Gobierno porteño que se presenta como un centrista moderado, a la hora de la verdad se allana mansamente a este patético personaje virreinal, desnudando una vez más que su postura de centro no es otra cosa que genuflexión frente a los poderosos.
Dos modelos en pugna
En nuestra Ciudad de Buenos Aires, el proyecto neoliberal conservador que ejerce el gobierno desde hace casi 14 años continúa con el constante recorte en educación, salud y cultura, y la ausencia de políticas concretas de fomento al trabajo y la producción. Sostiene con pertinacia su política de venta de tierra pública para los negocios inmobiliarios exclusivos, lo cual implica un abierto desprecio por las identidades barriales, con la ya indisimulada consecuencia de la reducción de espacios verdes. En la misma línea privatista renueva la concesión del subte al mismo grupo empresario quien va rumbo a los 40 años ininterrumpidos de servicio, a pesar de sus deficiencias, las protestas de los usuarios y los multimillonarios e inexplicables montos de subsidios que le aportamos los ciudadanos. Pese a que el gobierno del PRO maneja el presupuesto más alto del país es una de las jurisdicciones que menos recursos destina a la educación, lo cual desnuda una concepción ideológica anacrónica y una clara insensibilidad social si consideramos a la educación como un derecho fundamental de la vida en sociedad. En este tema se pronunció recientemente la justicia que ante la ya crónica imposibilidad de cubrir 20 mil vacantes todos los años, no solo exige que garantice el acceso a la educación pública, le indica que eleve su presupuesto y además solicita pruebas sobre las fantasmales 54 escuelas super publicitadas que nadie conoce.
Por su parte, el Frente de Todos aspira a superarse con respecto al resultado de las PASO, y asumir en plenitud sus ideas y propuestas interrumpidas por la crisis sanitaria global que colocó como prioridad la salud y la vida. Sin embargo, el problema político más importante es la deuda social con una gran parte de nuestro pueblo. Es vital y urgente ir reduciendo la pobreza de 20 millones de argentinos y argentinas, incluyendo a quienes no pueden comer todos los días, a los que ahora denominan “indigentes”. Apoyar a las Pymes mutiladas por las crisis recesivas del modelo macrista, las tasas de crédito confiscatorias y la caída del mercado interno. La inflación, que venía con el impulso del 2018 y 2019 del 45% y 54% respectivamente, debe ser controlada con una fuerte acción de Estado. En este sentido, el despliegue del gobierno en los últimos tiempos encarnado por el secretario Roberto Feletti marca el rumbo. El abordaje de este tema será determinante en los próximos dos años ya que las corporaciones no ceden en su codicia por sostener e incrementar sus tasas de ganancias. Para los monopolios lo esencial es la defensa de su poder excluyente de formadores de precios. No admiten que el Estado regule y defienda a los consumidores que son los ciudadanos y ciudadanas del país. Los grupos empresarios se abrogan esa decisión como un espacio propio, estableciendo que la tasa de ganancia es un valor inmutable y sagrado.
Resulta imperioso para quienes aspiramos a vivir en una ciudad con mejores niveles de vida para todos y todas, mejorar el medio ambiente como parte de una casa común, democratizando el acceso y la calidad de la educación y la cultura. Necesitamos cambiar el sentido político de derecha de la ciudad y ser partícipes de un gran espacio colectivo sustentando en la idea de solidaridad. Quienes venimos de un movimiento democrático y transformador como el cooperativismo, y aportamos al Frente de Todos tenemos la convicción de que Juntos por el Cambio es la expresión de una ideología que quebranta derechos culturales, sociales, políticos y ecológicos para el pueblo argentino. En suma, tanto en el país como en nuestra ciudad resulta imprescindible oponerse al avance de un proyecto insolidario cada vez más distanciado de un humanismo progresista y de un verdadero ideario democrático. Tanto el crucial domingo 14 como los dos años por venir será determinantes para el futuro de la patria. Una vez más confiamos en las reservas democráticas y en el activo protagonismo de nuestro pueblo.