Ámbito Financiero | Opinión
Por Carlos Heller
Las medidas del Gobierno para atender el frente cambiario están mostrando sus resultados y cabe esperar que la “brecha” continúe acortándose. No deja de ser un hecho a destacar, más aun pensando en los escenarios intencionados que circulaban hace sólo dos semanas. Desde un primer momento señalé que la “brecha” se originaba en motivos más vinculados a la especulación que a los fundamentos de la economía y que no era conveniente ni necesario validar una devaluación.
Se llegó, por ejemplo, a hablar del fracaso de medidas aún antes de ser aplicadas. También se decía que la rebaja temporal de las retenciones no tendría el efecto buscado de incentivar las ventas de los exportadores. Sin embargo, fue una decisión que claramente sirvió para apuntalar la liquidación de granos y oleaginosas, en un marco de precios internacionales elevados.
En el último comunicado de CIARA-CEC, las cámaras de la industria aceitera y de los exportadores de cereales, se indica que “el monto ingresado en octubre pasado es el más elevado para ese mes desde hace ocho años, a excepción de 2014 y 2019”. En cuanto a los despachos al exterior, que anteceden a la liquidación de las divisas, según las cifras de declaraciones juradas del Ministerio de Agricultura, en octubre el complejo sojero mostró un crecimiento del 71% respecto del mes anterior. Desde el punto de vista de la decisión individual, también comenté que no parecía un comportamiento económicamente razonable el de quienes se quedaban posicionados sobre los granos, dada la rentabilidad existente y la posibilidad de aplicar el resultante de las ventas en instrumentos en pesos ajustados por la cotización del dólar.
Lo concreto es que en las últimas dos semanas la brecha entre el dólar oficial y los especulativos mostró una disminución importante y en algunas jornadas hasta el BCRA terminó con saldo comprador de divisas. Y si bien hay un trecho por recorrer, indica que el Gobierno va por el camino correcto para estabilizar las variables externas. Lo hace sin convalidar una devaluación, que sólo castigaría al conjunto de la población por la vía de los mayores precios.
Respecto de la cuestión de los fundamentos, casi nadie discute que el tipo de cambio real multilateral está en niveles competitivos. Además hay beneficios concretos de tener un horizonte despejado en materia de deuda pública y el país muestra hoy superávit de comercio, aunque muy vinculado a la contracción de las importaciones.
En materia fiscal, el déficit de este año sería inferior al 7%, como comentó hace poco el ministro de Economía, Martín Guzmán. Estaría en niveles un poco menores a los que se venían esperando en este particular año de pandemia. Además, el Tesoro comenzó a cancelar adelantos transitorios realizados por el BCRA, y se informó que no se utilizaría dicha herramienta para financiar al Gobierno hasta fin de año. También hay una amplia aceptación de las licitaciones de deuda que lleva adelante el Tesoro Nacional.
Los últimos datos de recaudación impositiva muestran que en septiembre y octubre hubo un crecimiento en términos reales, apoyado en la mayor actividad económica y en la desaceleración de la inflación.
El ministro Guzmán acaba de señalar que se trabaja en un programa que apunta “a poner en orden las cuentas de la economía, la parte externa, la acumulación de reservas, la parte fiscal, al mismo tiempo que la economía se va recuperando”. El funcionario agregó: “el poder adquisitivo del salario es vital para traccionar a la economía en una situación en la cual hay muchos recursos productivos que no están siendo utilizados en este contexto de recesión”. La idea que subyace es que la estabilización no se puede lograr sin crecimiento.
Ante la evidencia, algunas voces comenzaron a decir que las medidas llegan tarde, o que son insuficientes. Son típicos argumentos de quienes sólo se conforman con las políticas de ajuste. La sociedad no toleraría este tipo de recetas. No sólo por los efectos del covid-19, sino por el duro legado que dejó la anterior administración. El Gobierno tiene las herramientas y la convicción necesarias para aplicar su plan, a pesar de las presiones y de los continuos pronósticos fallidos de muchos economistas ortodoxos.