Tiempo Argentino | Opinión
Por Carlos Heller
El jueves el gobierno ingresó en la Cámara de Diputados el proyecto de ley de presupuesto 2023. En lo esencial se plantea propender a la estabilidad macroeconómica, a la recomposición del poder adquisitivo de los ingresos y al fortalecimiento del mercado interno. También se propone “profundizar la política industrial y científico-tecnológica para estimular la inversión privada, generar más y mejor empleo y fortalecer el sector externo, por la vía del aumento de las exportaciones de bienes y servicios”.
Con estos conceptos como eje de gestión, para 2023 se proyecta un crecimiento del PIB del 2%, lo mismo que subiría el consumo (tanto público como privado), el componente explicativo más importante. Las exportaciones, en tanto, estarían en el 7,1%, seguidas por la inversión (2,9%), y se estima un 2% para las importaciones —siempre comparando con el 2022 (con un incremento del PBI del 4,0%) y teniendo en cuenta que es una medición de cantidades—. De cumplirse el pronóstico del Presupuesto, tendríamos tres años seguidos de crecimiento económico, una evolución significativa, especialmente teniendo en cuenta el contexto internacional.
Para diciembre de 2023 se espera que el tipo de cambio nominal sea de $ 269,9 (+62,1%) y que la inflación se desacelere (al 60% anual), una meta razonable y que denota un sendero de progresiva convergencia hacia una menor variación de precios. Según el proyecto, la inflación debería converger en 2025 a un 33 por ciento. Es decir, no hay lugar para las políticas de shock.
El programa financiero y las metas fiscales contenidas “se enmarcan en el entendimiento alcanzado con el FMI” en marzo de este año, que tuvo la aprobación del Congreso. Sobresale en particular la meta de llegar a un déficit primario del 1,9% del PBI, un valor alcanzable, pero que requiere de dos cuestiones fundamentales. Una de ellas es que la economía no detenga su crecimiento y la otra es que se siga incrementando la recaudación tributaria y se avance en la lucha contra la evasión, aspectos que están contemplados en el proyecto. De hecho, el Presupuesto plantea un aumento de los recursos totales en 2023 del 78% y de los gastos del 71,2%, ambos por encima de la inflación proyectada. El mensaje de estos números: se reducirá el déficit primario pero sin ningún ajuste, con crecimiento real en los gastos, especialmente los sociales (Salud crecería 86%, y Promoción y Asistencia Social un 76%. Además, Ciencia y Técnica se incrementaría un 127%. Son sólo algunos ejemplos, y son proyecciones, pero indican claramente las prioridades del modelo de gasto del gobierno.
Respecto de la continuidad del crecimiento, los datos más recientes de la capacidad instalada de la industria reflejan un 66% de promedio de utilización durante los primeros siete meses del año. Un nivel que no se alcanzaba desde 2015 y que indica un valor 4 puntos porcentuales superior respecto de 2021. Este número está en consonancia con la variación de la actividad industrial, que fue del 5,8% promedio en el mismo periodo de siete meses.
La presentación del proyecto de Presupuesto 2023 coincidió prácticamente con el cumplimiento de los 1.000 días de gestión del gobierno. El presidente Alberto Fernández,sostuvo que Argentina vivió “días difíciles en los que resistimos y pudimos crecer. Pondremos la misma fuerza en el tiempo que viene (…). Arrastramos una deuda monstruosa tomada de forma irresponsable, pasamos por la pandemia en una situación de crisis y pasamos también por la salida de la pandemia. Vimos los efectos de una guerra lejana en nuestra vida cotidiana. Vimos un atentado a la vicepresidenta”. Ahora, agregó el jefe de Estado, “vamos en busca de darle confianza y organización a las familias para que puedan mejorar su experiencia de vida”.
El presidente también señaló: “tenemos que darle una pelea clara a la inflación, que nos cuesta mucho combatir porque gran parte es derivada del contexto mundial. Pero tenemos que dar la pelea para que los salarios de los que trabajan alcancen. No vamos a ceder en esa lucha”.
En la semana se conoció el dato de inflación de agosto: 7% mensual, según informó el Indec. Si bien estuvo cuatro décimas por debajo del número de julio, es superior al valor que se esperaba. Ciertos rubros incidieron particularmente en el desempeño de agosto. Ejemplo de ellos fueron las divisiones Prendas de Vestir y Calzado (9,9%), Bienes y Servicios varios (8,7%) y Equipamiento y Mantenimiento del Hogar (8,4%). Además, Alimentos y Bebidas no alcohólicas aumentó una vez más por encima del promedio (7,1%). Estadísticas que no dejan de preocupar, fundamentalmente por su impacto social.
Las mayores liquidaciones de dólares de la soja ya están contribuyendo a fortalecer las reservas del Banco Central. En el marco del Programa de Incremento Exportador, el BCRA ya lleva acumulados en el mes cerca de U$S 2100 millones. Las liquidaciones, desde la entrada en vigencia del régimen, alcanzaron en sólo dos semanas a U$S 3564 millones, cada vez más cerca de los 5000 millones que se proyectaban, de mínima. Es de esperar que con la tranquilidad cambiaria, junto a otro conjunto de medidas del Central, se puedan ir acotando los aumentos de los precios, que sufrieron un pico tras los intentos de golpe de mercado iniciado en junio, y que siempre lleva tiempo revertir.
En paralelo, desde el Ministerio de Economía citaron a un grupo de grandes empresas de consumo masivo, nacionales y multinacionales. Según señaló el secretario de Comercio, la reunión fue un “punto de partida para escuchar las necesidades del sector y comenzar a trabajar en una agenda basada en tres ejes: ordenar los precios, asegurar el abastecimiento y brindar previsibilidad en materia de importaciones”.
Como mencioné en otras oportunidades, es de vital importancia que, más allá de las reuniones, el intercambio de información y los acuerdos “de caballeros” a los que se intente llegar, se controle que no existan abusos en los márgenes de ganancias en las cadenas de valor y se sancione si ello sucede. Cabe tener en cuenta que los alimentos son el destino de una altísima proporción, sino la totalidad, de los ingresos de los hogares más vulnerables.
No hay que perder de vista tampoco que los grandes conglomerados empresariales manifiestan su descontento por la presión tributaria y por la falta de acceso a divisas, entre otras cuestiones, pero gozan de ganancias extraordinarias. En general, suele suceder que el aumento de las ventas sea superior al aumento del costo salarial, indicando claramente de qué hablamos cuando nos referimos a la “puja distributiva”.
Las características estructurales de nuestra economía y el complejo contexto global que ha venido aquejando a nuestro país desde el inicio de la actual gestión (herencia económica, pandemia y efectos de la guerra) torna absolutamente necesaria la presencia activa del Estado, una perspectiva que el proyecto de Presupuesto 2023 revalida.