Página/12 | Opinión
Por Carlos Heller
Los intentos de ciertos sectores por torcer el rumbo de las políticas gubernamentales se tornan cada vez más explícitos. Meses atrás era la “falta de programa” lo que “dilataba” un acuerdo con los bonistas. Luego el eje se corrió al mercado cambiario: sin plan, se dice, “se va a una devaluación”. Hay quienes incluso ya se animan a decir que hay que devaluar, pero que con eso no alcanza.
En contraposición, el presidente Alberto Fernández fue explícito al descartar la posibilidad de una devaluación: no es necesaria y sólo traería más pobreza. También dijo que hubo “un Gobierno que dejó el país como lo dejó y ahora explican ellos mismos cómo tenemos que hacer para juntar reservas. Los mismos que pusieron el cepo a 200 dólares ahora nos explican cómo sacar el cepo. Son maravillosos”.
Al respecto, un conocido consultor económico afirmó: “emitir moneda en Argentina es apagar el fuego con kerosene”. También dijo que “para descomprimir temporalmente (…), no puede venir solo un salto devaluatorio, tiene que venir con antibiótico, es la tasa de interés, un ajuste en el fisco; o se puede complicar más”. Nada parecido a una dosis de medicina. Sería golpear a la economía y a la población con un gran ajuste, agravado por un contexto como el de la pandemia.
En una línea similar, un expresidente del BCRA durante el gobierno de Mauricio Macri señaló que es preciso liberalizar el tipo de cambio y que no hay que “persistir con un tipo de cambio que luce insostenible (…); con un tipo de cambio unificado mucha gente querría entrar a invertir, ni hablar los exportadores a exportar”. Parecido al argumento de la lluvia de inversiones. Cero autocrítica.
Respecto de la racionalidad de los argumentos monetaristas, que siempre asocian las presiones cambiarias a un supuesto exceso de emisión motivado por los déficit fiscales, deberían explicar mejor qué proponen, especialmente en este momento, ya que prácticamente todo el esfuerzo fiscal se destina a ATP, IFE, sanidad, etc. Hay algo que no cierra, aunque así y todo insisten con la misma prédica. ¿Cuánto hubiera caído la actividad económica sin esos apoyos? ¿Cuál hubiera sido el costo social?
Tampoco está de más preguntar por qué durante el gobierno de Macri el tema de las expectativas de devaluación casi no estaba presente en los análisis (pese a que los varios ajustes cambiarios producidos en el período acumularon un 500 por ciento), incluso con un tipo de cambio real multilateral mucho más bajo que el actual. Las reservas internacionales, por ejemplo, alcanzaron los 55.000 millones a fin de 2017. Si tan “racionales” fueran los denominados “mercados”, debieran haberse percatado de que en aquel momento ese nivel de reservas se consiguió con flujos de capitales especulativos, que fueron desapareciendo posteriormente. También debieran haber sabido que las políticas eran insostenibles y que no habría capacidad de repago de las deudas. Pero las expectativas iban en otra dirección: no se mostraban preocupados ya que coincidían con las políticas del anterior gobierno. Y así terminó.
Con algo más de autocrítica que algunos ex funcionarios macristas, la Oficina de Evaluación Independiente del FMI acaba de señalar que “la experiencia argentina reciente de un desmantelamiento rápido de controles, antes de contar con un escenario macroeconómico estable, seguido de una crisis seria, es un contraejemplo que resalta los riesgos involucrados” en la liberalización de la cuenta capital. “Debimos avisar con mayor ahínco sobre los riesgos”, reconoce el citado informe. Riesgos que por cierto aquí nadie desconocía, a pesar de lo cual igual se avanzó con esas políticas.
Los devaluacionistas hablan de la debilidad del peso. Pero el gobierno acaba de llevar a cabo una importante licitación de deuda en pesos el martes pasado, que contó con una amplia aceptación que superó las expectativas de los “mercados”. Continúa una estrategia de colocación de deuda en pesos, aplicada desde el comienzo de este gobierno, que viene siendo altamente exitosa: ésta refuerza la utilización de nuestra moneda, todo lo contrario a lo que se lograría con una fuerte devaluación como piden algunos pocos pero que hacen mucho ruido mediático.