Tiempo Argentino | Opinión
Por Juan Carlos Junio
El Tercer Congreso de Economía Política que se desarrolló esta semana en el Centro Cultural de la Cooperación “Floreal Gorini” contó con la participación de alrededor de 1000 personas. Economistas, sociólogos, historiadores, educadores e investigadores de distintas disciplinas presentaron más de 100 ponencias distribuidas en 24 mesas de exposición y debate.
Durante tres días reflexionaron y polemizaron sobre diversos temas: el sentido de las políticas públicas, tarifas, políticas de distribución de la riqueza, fuga de capitales y guaridas fiscales, la necesidad de estrategias económicas para el desarrollo basadas en las necesidades de nuestros ciudadanos y de nuestro país, innovación tecnológica, endeudamiento, economía social y cooperativismo como una herramienta de ampliación de derechos y de gestión alternativa, y los desafíos de la autogestión en las empresas recuperadas, entre muchos otros.
Últimamente, se ha retomado con vigor la idea de batalla cultural. Y hace años que hemos incorporado la palabra hegemonía desde su sentido gramsciano.
Ambas hacen referencia a un mismo hecho: no hay un mundo objetivo e inmodificable que pueda explicarse de un modo único y definitivo. No hay teorías totales. Los grandes filósofos ya lo dijeron: Dios nos ha abandonado y con él se fueron de la historia las miradas absolutas. Hay ciencias. Hay conocimientos. Hay teorías. Ninguna absoluta. Y, entre ellas, hay debates, polémicas que incluyen confrontaciones, que forman parte de las disputas por la hegemonía. Así es que las teorías y los conocimientos en economía como en todas las disciplinas nunca son neutrales: siempre expresan intereses de clase. En la fase actual del capitalismo, el dilema es: o las grandes corporaciones empresarias locales o extranjeras, incluyendo sus distintas fracciones; o las grandes mayorías sociales y culturales de trabajadores de clases medias, profesionales, docentes, pequeños productores de la ciudad y el agro.
El neoliberalismo, con su perimida epistemología engañosa, intenta convencer de que hay una única teoría económica, y que además, es imposible su refutación ya que su dogma se impondrá para siempre. Una suerte de “neo-fin” de la Historia. Desde su perspectiva, el resto no es conocimiento. En realidad desnudan su improvisación, falta de saber, chapucería de gente no preparada bajo el amparo de los medios de comunicación “serios”. Más aun: cuando ellos manejan la economía, pontifican machaconamente una idea primitiva que subestima a la sociedad: todos los males se deben a alguna “pesada herencia”.
De allí que el neoliberalismo y sus expertos económicos, al presentarse a sí mismos como portadores del conocimiento único, niegan el verdadero intercambio democrático. En nuestro país, el neoliberalismo como proyecto político-económico ha llegado al gobierno por elecciones democráticas, aunque desde la perspectiva señalada, no es un proyecto verdaderamente democrático. En realidad la derecha conservadora nunca, a lo largo de nuestra historia, fue democrática, más allá de la cháchara republicanista.
Consecuentemente, el primer hecho político de nuestro tercer Congreso de Economía Política consistió en afirmar la exposición de un conjunto de teorías, conocimientos y enfoques del pensamiento heterodoxo, a partir de la experiencia concreta de los últimos tiempos de gobiernos populares en nuestro continente que nos interpelan a la recreación de nuevas y necesarias reflexiones muy vinculadas a las luchas políticas de nuestro pueblo. Aquello que la derecha niega y oculta apareció en las voces de una gran cantidad de jóvenes investigadores que expusieron y debatieron con energía, compromiso y rigor intelectual.
En el panel central, que compartieron Carlos Heller y Axel Kicillof, se planteó la cuestión de la continuidad ideológica de los programas puestos en marcha en 1976, 1990 y diciembre de 2015, todos ellos expresión de los intereses de los centros de poder financiero internacional.
En su exposición, el ex ministro de Economía convocó a repensar un nuevo pensamiento económico latinoamericano, que recoja las experiencias populares y democráticas de la región, con el fin de generar mejores herramientas para el debate de ideas y la lucha política.
El Tercer Congreso de Economía Política, realizado en conjunto entre el Centro Cultural de la Cooperación y la Universidad Nacional de Quilmes, fue un valioso aporte para esa construcción necesaria y apasionante.