Tiempo Argentino | Opinión
Por: Mariano Ciafardini
Si algo está claro respecto del gobierno de Federico Franco en Paraguay es que entró por la ventana, que es advenedizo y se cierne sobre él, además, la sospecha de que sea fraudulento.
A nadie que entienda algo de enfrentamientos armados o investigación criminal se le puede escapar que la Masacre de Curuguaty fue producto de una emboscada preparada, no precisamente por campesinos reclamantes de tierra, sino por profesionales, y que intervinieron en ella grupos armados especializados que dejaron el lugar sin dejar rastro. Producido el hecho, el parlamento paraguayo comandado por Franco no esperó mínimamente que avanzara la investigación de lo sucedido y se apuró a hacer la parodia de juicio político. O aprovechó "la volada" o estaba metido directamente en toda la maniobra. Cualquiera de las opciones está lejos de la democracia y la legitimidad.
El problema que se presentaba políticamente a la derecha paraguaya es que si Lugo terminaba normalmente su mandato, existía la posibilidad de que quien él designara como su sucesor ganara las elecciones, pero esta vez con mucha más fuerza, y no obligado a transar políticamente con partidos que, como el de Franco, boicoteó permanentemente toda la gestión de gobierno. Eso podía poner en peligro poderosos intereses como los de la aluminífera Río Tinto, la transgénica Monsanto o, lo que es peor, poner en riesgo la permanencia de la base norteamericana de Mariscal Estigarribia que Lugo tuvo que soportar humillantemente por un problema de correlación de fuerzas.
Sin embargo, el plan no pudo concretarse del todo. La idea era que Lugo se fuera derrotado políticamente y que el nuevo gobierno apareciera como el involuntario heredero en el proceso institucional. La inmediata reacción de la Unasur y particularmente de la Argentina y Brasil que, lavando tal vez en algo las culpas históricas de la vergüenza de la Triple Alianza, pusieron inmediatamente en evidencia el "golpe blando" ante toda la comunidad internacional y dejaron a Franco aislado de sus vecinos inmediatos a punto tal que ni siquiera va a poder participar de la importantísima reunión próxima de la CELAC, es decir, de toda Latinoamérica y el Caribe.
Ante esta situación internacional en lo interno, el Frente Guasú de Lugo y sus aliados se reorganizó y ya ha decidido la candidatura del ex presidente como senador y la fórmula presidencial del médico Castillo Iramaín para la primera magistratura y del dirigente campesino Aguayo para la vicepresidencia. Esto hace que el Frente tenga garantizada una fuerte representación parlamentaria más allá de la posibilidad de ganar las elecciones. La movida de la derecha no salió tan bien como la habían planeado. Es que son otros los vientos que soplan en América del Sur.