Página/12 | Opinión
Por Carlos Heller
Desde ciertos sectores se trata de instalar la idea de que la brecha cambiaria reflejaría un retraso del tipo de cambio, sin dar demasiadas precisiones al respecto. Creo que es esencial dar una respuesta a este tipo de comentarios, que buscan influir en la opinión pública. En realidad sólo resultan funcionales a algunos sectores que no representan al conjunto de la población, aunque la terminan afectando.
Lo primero que hay que decir es que lo que importa verdaderamente es el dólar oficial, porque a través de éste se valoran las operaciones de comercio exterior, tanto importaciones como exportaciones. Al respecto hay que ver qué ocurre con el tipo de cambio real multilateral, que elabora el BCRA y es concluyente: en marzo de este año su nivel estaba por encima del promedio de los últimos cuatro años. Además, está más o menos en línea con la evolución de la inflación, por lo que desde ese punto de vista no debiera pensarse en que hay un desfasaje en materia de competitividad.
Luego está la otra variable que forma parte de la brecha, la del dólar del contado con liquidación, del MEP, o incluso del “blue” o “libre” (en verdad, el ilegal). Todos los valores alternativos al dólar oficial que se manejan tienen un rasgo común: el de la especulación. Son mercados que mueven volúmenes escasos y propensos a mostrar grandes oscilaciones. Por eso el gobierno ha estado implementando regulaciones para morigerar su escalada y de ser necesario habría que continuar profundizándolas. ¿No será entonces que son éstos los valores que están desalineados?
Es un mercado que de todas formas tiene impactos en expectativas, e influye por esta vía en la formación de algunos precios y en algunas decisiones de exportación, como por ejemplo con parte del sector agrícola, que podría retener granos a la espera de los hipotéticos mejores precios.
Todo esto es puja distributiva. En parte, es lo mismo que cuando preguntábamos cómo era que los precios internos de los bienes subían, cuando en toda la economía los costos y la demanda caminaban en sentido contrario. Por eso, la brecha es funcional a quienes pretenden incrementar sus precios locales injustificadamente o quienes apuestan por una devaluación para obtener mayores ingresos por sus exportaciones.
Recordemos que hace algunas semanas un conocido empresario de la industria automotriz preguntaba: “¿Cuánto vale un dólar?”, señalando que si se deseaba obtener un dólar se pagaba 100 pesos (por supuesto, en el mercado ilegal y en ese momento) y sosteniendo que nadie vendería un dólar al valor oficial.
Un ejemplo más reciente se dio en estos días, con una nota periodística en la que se comentaba que los autos están un 50 por ciento más baratos en dólares que en marzo. También se vio alguna propaganda de autos que proclamaba que recibían el dólar al valor del “blue”. ¿Acaso no se trata de un mercado de divisas ilegal? Es importante no naturalizar la existencia del dólar especulativo, apuntando no sólo al corto plazo sino a la necesidad de fortalecer la moneda nacional.
Desde mi punto de vista, la clave para pensar en lo que está pasando con estos valores del dólar “alternativo” y su suba continua, tiene que ver con lo que está ocurriendo en el contexto de la renegociación de la deuda. De hecho, ya desde fines del año pasado el “contado con liqui” comenzó a evidenciar una suba exagerada, y ha estado muy influido por las presiones en el marco de los primeros pasos que comenzaban a darse con la necesaria reestructuración de la deuda pública.
El Gobierno ha mantenido una postura coherente y firme en todo este tiempo respecto de lo que se puede pagar y de lo que es sostenible para el país, priorizando la sustentabilidad económica y social. Por eso no es de extrañar que desde ciertos ámbitos se siga ejerciendo presión para llegar a un acuerdo más favorable para los acreedores. Una de esas vías es la cambiaria. Saber esto es importante, tanto como contribuir a que no se amplifiquen problemáticas que van en contra del interés nacional.