Por Eduardo Fernández
En la década en la que el fallecido mandatario estuvo al frente del Ejecutivo nacional se impulsó un despiadado proyecto neoliberal que desmanteló el sistema público, destruyó y extranjerizó la industria y los recursos naturales y generó una gran crisis a partir de su política económica ideada, en gran parte, por Domingo Cavallo en el marco de la adscripción al Consenso de Washington.
El menemismo no sólo aplicó un modelo económico antipopular, sino que avanzó en la batalla cultural a partir de ideas vinculadas al descreimiento de las instituciones y principalmente de la política, una premisa que años después retomó el PRO con sus candidatos de la farándula que “no hablaban de política” y que promovían la estigmatización de la militancia.
Precisamente, los cuatro años del macrismo en el Gobierno nacional fueron el regreso a un modelo neoliberal donde la especulación fue moneda corriente, donde se volvió a endeudar al país y aumentaron la desigualdad y la pobreza. También volvieron a instalarse desde el Estado la cultura de la meritocracia y el individualismo.
Retomando, los 90 significaron un grave retroceso para los movimientos populares, los intereses nacionales y la agenda de las mayorías. Por eso no olvidamos, y el desafío es fortalecer un proyecto político que, como ocurrió en los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner, apuntale la industria, apueste a la generación de empleo, la inversión, reduzca la desigualdad y la pobreza, y estimule la participación popular.
Desafíos
No está de más decir que dentro del Gobierno de coalición actual nos encontramos con infinidad de posiciones, con matices y con visiones, en algunos casos, diferentes sobre algunos puntos.
Por eso, el debate sobre el proyecto como base para la unidad es elemental. Sin ir más lejos, tanto en Argentina como en Latinoamérica, estas contradicciones pusieron en jaque a los gobiernos populares.
En este marco, habrá elecciones de medio término en nuestro país, y debemos ratificar el rumbo que en 2019 millones de argentinos y argentinas eligieron para volver a poner de pie a nuestra Nación. Es por ello que debemos actuar con amplitud, aunque insisto, sabiendo que las alianzas deben ser consecuentes con un proyecto.
Córdoba
Hace meses venimos advirtiendo el proceso de desindustrialización que la provincia viene sufriendo a favor de una fuerte apuesta al agronegocio, algo que se ha reflejado en todos los presupuestos anuales. Además, la caída de la inversión en salud pública que intentó ser suplida por un sistema privado, el endeudamiento desmesurado y las desigualdades en el crecimiento por regiones, son una muestra del camino elegido.
Las iniciativas del “Nuevo Estado” que entre otras cosas promovieron la creación de las cuestionadas agencias gubernamentales; el rol que hoy juegan los entes reguladores que no defienden los intereses de la ciudadanía, a la que ponen en el lugar de “usuarios” con una lógica mercantilista y alejada de derechos; o los intentos privatizadores de empresas del Estado que no llegaron a buen puerto por el rechazo masivo de la ciudadanía, y que luego mutaron en un intento de deterioro de las mismas para justificar nuevos embates; entre otras medidas, nos llevan a hacer un paralelismo con las políticas de los 90.
Córdoba debe contar con una propuesta contundente, que apueste a un cambio de rumbo para dejar ese pasado atrás. Ese plan debe basarse en el fortalecimiento de la producción y la generación de trabajo digno, en el acceso a derechos básicos como alimentación, salud y vivienda, y en el cuidado de nuestros recursos naturales y ambientales. Estamos ante un momento clave, y la historia nos exige trabajar en esa línea para que Córdoba, realmente, sea la provincia pujante que motorice el crecimiento del país, de la mano de los movimientos populares.