Nodal | Opinión
Por Carlos Heller
Estamos ante un momento crucial en el devenir de varias cuestiones nacionales e internacionales. A poco más de un año de haber comenzado la propagación del Covid-19 en todo el mundo, se multiplican las iniciativas de varios gobiernos en pos de amortiguar los efectos regresivos en la distribución del ingreso que generó esta crisis. Sin embargo, no todos los gobiernos tienen los recursos suficientes.
El gobierno argentino, en particular, se encuentra atendiendo varios frentes. En el plano externo, hace apenas unos meses el equipo económico logró renegociar la deuda de 107.000 millones de dólares (incluyendo bonos bajo ley extranjera y ley local) con acreedores externos. Ello permitió un alivio financiero en los pagos para el decenio 2020-2030 de 37.700 millones de dólares y una reducción del 7% al 3% en la tasa de interés acordada.
A pesar de que muchos parecen no recordarlo hoy en día, esta hábil negociación permitió liberar fondos fiscales para las múltiples medidas de ayuda que se otorgaron (y en algunos casos continúan vigentes) a los sectores más vulnerables durante los momentos más álgidos de la pandemia en 2020. Ahora, el próximo paso es la reestructuración de la deuda que el gobierno de Mauricio Macri tomó con el FMI por 45.000 millones de dólares, completamente inviable para Argentina en las condiciones en que fue pactada. Las negociaciones ya están en curso y la postura de nuestro país no deja lugar a dudas: “El FMI es responsable de lo que pasó en la Argentina. Hubo responsabilidad compartida”, señaló el ministro de Economía. “En la campaña dije que esta vez la deuda no la pagan los que menos tienen y es lo que vamos a hacer”, según las palabras del propio presidente Alberto Fernández.
En cuanto al frente monetario y cambiario, las presiones sobre variables como el tipo de cambio, que hasta hace un par de meses ocupaban los titulares de los principales medios, han cedido. Ello se ha logrado como consecuencia de los controles del gobierno para promover una más eficiente asignación de divisas. El tipo de cambio continúa en un valor competitivo y las intencionadas presiones devaluacionistas, si bien no desaparecieron, ya no ocupan un lugar importante en las noticias locales.
Por otro lado, se destaca la favorable aceptación que tuvieron las últimas licitaciones de bonos del gobierno argentino en moneda local. En los primeros tres meses del año, y durante el segundo semestre de 2020, el Tesoro Nacional obtuvo fondos por encima de lo requerido según los vencimientos de deuda.
Las cuentas fiscales evidenciaron un alza en términos reales de la recaudación tributaria durante los últimos siete meses, debida principalmente a la mejora en los recursos obtenidos por tributos vinculados al comercio exterior y a la actividad económica. Los aranceles a las importaciones, fruto de la mayor actividad industrial interna, también tuvieron una contribución positiva; el IVA (directamente vinculado al consumo) y el Impuesto a las Ganancias tuvieron considerables aumentos reales.
Los datos de actividad económica local ofrecen buenas perspectivas. La proyección de crecimiento del PIB para Argentina en el reciente informe del FMI, “Perspectivas de la Economía Mundial”, da cuenta de una mejora de casi un punto porcentual con respecto a lo estimado por el organismo en octubre pasado: 5,8% contra 4,9%. Por su parte, el Banco Mundial también mejoró sus perspectivas para Argentina. Si bien en ambos casos los guarismos son inferiores al 7% estimado por el ministro de Economía Martín Guzmán, cifra que incluso es superada por las estimaciones de los analistas privados, es destacable la coincidencia en que las expectativas son más alentadoras que hace unos meses.
No obstante, como ya mencionamos en varias ocasiones, el crecimiento económico es necesario pero no suficiente para el bienestar de una población. Las políticas de gobierno orientadas a la redistribución de los recursos producidos son fundamentales. Allí es donde se hacen sentir los reclamos de aquellos sectores privilegiados ante la posibilidad real de ver sus intereses afectados, aunque sea mínimamente. Ese es el eje por el que pasan los debates más importantes de las sociedades hoy en día.
Estamos atravesando un momento excepcional en el mundo y ello requiere la ejecución de medidas excepcionales.
Volviendo al informe del FMI, el mismo señala que “mientras siga el contexto de pandemia, las políticas de los gobiernos deberían centrarse en evitar las crisis, priorizando el gasto en salud, otorgando ayudas fiscales bien enfocadas (…) y para ello es necesaria una fuerte cooperación internacional que apunte a achicar la brecha entre el bienestar de las poblaciones de los países de menores ingresos y los de mayores ingresos”. El organismo finaliza haciendo alusión a la necesidad de “continuar con los esfuerzos centrados en restringir las operaciones transfronterizas de desvío de ganancias y evasión fiscal”.
Además, en la reunión virtual de primavera que celebró el organismo hace unos días, dejó interesantes reflexiones: “El FMI ha estado abogando por un impuesto mínimo global a la renta empresarial como una forma de frenar la carrera a la baja de los impuestos para las sociedades”, señaló el director del Departamento de Finanzas Públicas, Vitor Gaspar. “La mayoría de los países tiene tasas impositivas relativamente bajas con relación al PIB y creemos que deberían incrementarlas para financiar el gasto social. Puede haber espacio para un aumento de impuestos, en especial en el caso de los más progresivos. Las opciones que vemos más prometedoras pasan por una carga adicional en el impuesto sobre las personas físicas más ricas o uno sobre el exceso de beneficios empresariales”, agregó el funcionario en una entrevista. En la línea del Aporte Solidario por única vez sobre las grandes fortunas implementado en Argentina, que ya analicé en anteriores columnas de Nodal.
Las pruebas de que efectivamente hubo sectores y personas a quienes les fue muy bien durante la pandemia quedaron expuestas en la última lista anual de las personas más ricas del mundo, que publica la revista Forbes: 660 ingresaron este año a la lista de los milmillonarios, que llegó a contabilizar unas 2.765 personas, mientras que su patrimonio total se incrementó en un 68%. La irrupción del coronavirus no detuvo la acumulación de riqueza a nivel global. Un escenario de enormes desigualdades: los diez más ricos reúnen 1,15 billones de dólares, dos tercios más que el año pasado.
En resumen, las disputas reales están expuestas más que nunca. Dependerá del poder de los gobiernos y la presión popular para que las iniciativas de una más equitativa distribución del ingreso se conviertan en realidad. En la Argentina ya se dieron importantes pasos. Uno de ellos fue la implementación del Aporte Solidario y Extraordinario a las grandes fortunas, ya mencionado. Más recientemente, la modificación del Impuesto a las Ganancias de las personas físicas, que reduce considerablemente la carga de los trabajadores con salarios medios, mientras está en tratamiento parlamentario una baja del Impuesto a las Ganancias al 90% de las empresas que menos ganan (principalmente medianas y pequeñas), y un aumento para el resto de las empresas que tienen las mayores ganancias. Estas medidas, además de impulsar una mayor recaudación y de forma más equitativa, seguramente redundarán en una mayor actividad económica en beneficio de toda la sociedad.