Página/12 | Opinión
Por Carlos Heller
En democracia la ciudadanía elige entre proyectos diferentes. Pero, en la Argentina de Juntos por el Cambio sólo uno de esos proyectos es aceptado por los “mercados”: el que ellos mismos proponen.
Tras el triunfo del Frente de Todos en las PASO, el lunes 12 de agosto y luego a partir del martes 27 de agosto, se produjeron una suba injustificada del dólar y del riesgo país y caída en las acciones de empresas argentinas. Para el oficialismo y una parte del establishment, las culpas siempre son ajenas: en el primer caso, la volatilidad fue adjudicada al resultado electoral. Es decir: Alberto Fernández, según esa interpretación, sería culpable por haber ganado las elecciones primarias. Y sus votantes por haberlo votado.
En el segundo caso, se responsabilizó por el nuevo deterioro de las variables a las declaraciones del candidato opositor luego de la reunión con la misión del FMI. Para evitar la volatilidad y las tensiones financieras, Alberto Fernández debería haber adoptado el discurso de los “mercados”: es decir, traicionar el voto mayoritario que, justamente, se expresó en contra de esas políticas.
Hay una contradicción entre lo que ha elegido la ciudadanía y lo que los “mercados” están dispuestos a aceptar. Estos últimos dicen: los argentinos y las argentinas son libres para decidir siempre y cuando elijan el proyecto que nosotros impulsamos. Si deciden por otro, deberán atenerse a las consecuencias. Es una democracia amenazada: si la ciudadanía opta libremente genera escenarios de inestabilidad que se vuelven contra ella. La libertad es peligrosa. En lugar de la famosa frase de José de San Martín, “seamos libres y lo demás no importa nada”, ellos proponen otra: “no seamos libres porque las consecuencias serán terribles”.
Pero sigamos la secuencia de lo que sucedió en los últimos días. Esta semana vino la delegación del Fondo Monetario Internacional a la Argentina y le pidió una reunión a Alberto Fernández. ¿Qué debería haber pasado en ella para que los mercados festejaran? Que el candidato del Frente de Todos les hubiera dicho: Quédense tranquilos, yo voy a continuar con todas las políticas de Macri, lo que ustedes están haciendo está bien, el país va a cumplir no sólo con sus compromisos económicos sino que vamos a hacer la reforma laboral, la reforma previsional y todas las cosas que ustedes ponen como condicionalidades. Ese hubiera sido el ideal para los “mercados”.
Pero Alberto Fernández dijo otra cosa: porque él representa, con su discurso y sus propuestas, el voto mayoritario de una parte de la sociedad que ya no quiere saber más nada con las políticas del gobierno o similares.
Lo expresó con precisión el comunicado posterior del Frente de Todos: “quienes han generado esta crisis, el Gobierno y el FMI, tienen la responsabilidad de poner fin y revertir la catástrofe social que hoy atraviesa a una porción cada vez mayor de la sociedad argentina. Para ello deberían arbitrar todos y cada uno de los medios y las políticas necesarias”. Luego agrega: “El préstamo recibido por el país y el conjunto de condicionalidades asociado al mismo no han generado ninguno de los resultados esperados: la economía real no ha dejado de contraerse, el empleo y la situación de las empresas y las familias de empeorar, la inflación no ha tenido una trayectoria descendente sostenida y el endeudamiento público no ha dejado de crecer”. Finalmente, también le advierte al FMI que “el último desembolso ha sido íntegramente destinado a financiar la fuga”.
El FMI vino al país a revisar el cumplimiento del acuerdo y, en función de ello, decidir la entrega o no de los 5.400 millones de dólares que corresponden a este tramo del crédito. ¿Qué dijo sobre ello el candidato Fernández?: Miren, ustedes están dando plata a la Argentina para que se financie la fuga, para que los dólares se sigan yendo, y eso no es ni lo que dice el estatuto del Fondo ni lo que dijeron ustedes y el gobierno argentino cuando pidieron el crédito. Porque el crédito se pidió para dar garantías de que la deuda que vencía iba a tener asegurado su repago y no se generaran tensiones, no para alimentar la fuga de divisas.
Incluso hubo una renegociación del primer acuerdo con el Fondo por el cual se adelantaron los desembolsos para que éstos llegaran antes de las elecciones. El objetivo declarado fue dar seguridad a los acreedores privados de que el país contaba con los recursos para atender vencimientos.
Por estas y otras razones, deberíamos exigir que el próximo desembolso del Fondo por 5.400 millones de dólares se destine exclusivamente a cancelar deuda que va venciendo y que no resulta viable renovar. De esta forma, no se incrementaría el ya elevado nivel de endeudamiento del país.
Con los anuncios de reperfilamiento de la deuda, el gobierno busca un escenario en el que no necesite utilizar reservas para pagar los títulos que vencen en el corto plazo. De ese modo, las reservas existentes cubrirían con exceso las tenencias de dólares depositados en el sistema financiero. Por lo cual, con el reperfilamiento anunciado estarían dadas las condiciones para garantizar el normal funcionamiento del sistema financiero sin ningún tipo de problemas ni restricciones de ninguna naturaleza. Si bien estas medidas son útiles para gestionar la transición, se requieren otras normativas como una administración de los flujos de capitales externos. Y, en forma urgente, producir una fuerte distribución del ingreso llegando especialmente a los sectores más necesitados de la población, además de un fuerte aumento en el salario mínimo y en las jubilaciones y asignaciones, entre otras medidas.
En simultáneo a que el gobierno intenta transitar un escenario inestable que él mismo ha contribuido a generar, le pide al candidato del Frente de Todos que se mantenga en silencio. Para ellos, el discurso de la mayoría electoral, si no dice lo que los mercados quieren escuchar, no debe ser pronunciado. Es una rara democracia donde hay una mayoría a la que se le pide que no hable.