Página/12 | Opinión
Por Carlos Heller
Es una ley general: cuando un país es propuesto como modelo por el neoliberalismo global es porque perjudica a las mayorías. Ha sucedido con Chile: el país propagandizado como el gran éxito macroeconómico de la región protagoniza un estallido social, una represión generalizada y tiene un Presidente que pide perdón y anuncia medidas de “alivio”. Allí donde se aplica con eficiencia la receta neoliberal se van gestando, de modo simultáneo, las crisis económicas, sociales y políticas ¿En qué es exitoso el modelo neoliberal? En distribuir regresivamente el ingreso en favor de una minoría global que se enriquece cada vez más mientras se empobrecen las mayorías en todo el mundo.
La Fundación Internacional para la Libertad a la que adhieren, entre otros, el premio Nobel de Literatura Mario Vargas Llosa, el presidente argentino Mauricio Macri, el ex presidente español José María Aznar, y el actual presidente de Chile, Sebastián Piñera, ha puesto al país vecino muchas veces como ejemplo de aplicación exitosa del modelo. Es ese mismo plan que ahora es resistido por la movilización de los ajustados en Chile y en Ecuador, entre otros países.
Lo sabemos: el problema no son sólo los ejecutores del modelo. No son sólo sus errores. El problema es el modelo y sus políticas que favorecen a las minorías. Paradójicamente, se trata de un proyecto que entra en crisis cuando tiene éxito: la distribución regresiva del ingreso que promueve en favor de las élites en algún momento se hace insoportable para las mayorías y éstas reaccionan con movilizaciones, con levantamientos populares o con nítidas mayorías electorales.
El neoliberalismo opera en la escala global como una especie de bomba de succión que traslada recursos de las mayorías hacia las minorías. Esta semana se conoció el Informe sobre la Riqueza Mundial que elabora el banco suizo Credit Suisse. De acuerdo con él, el patrimonio global de los millonarios en todo el mundo creció hasta 360 billones de dólares entre mediados de 2018 y mediados de 2019. El documento que la entidad crediticia elabora desde hace diez años confirma “la continuidad de una fuerte desigualdad en un mundo donde el 45 por ciento de la riqueza mundial está en manos del 1 por ciento más rico mientras que la mitad de la población más pobre posee menos del 1 por ciento del patrimonio económico global”.
Por supuesto, si la desigualdad crece el problema es el modelo que produce ese crecimiento.
En esta perspectiva, en su último libro, “Capital e ideología”, el economista francés Thomas Piketty cuestiona el pensamiento conservador que considera a la desigualdad dotada de “fundamentos naturales y objetivos”. En una entrevista publicada por Eduardo Febbro enPáginaI12, Piketty responde a la afirmación de que el neoliberalismo es el único camino: “las desigualdades actuales y las instituciones presentes no son las únicas posibles, pese a lo que pueden pensar los conservadores: ambas están también llamadas a transformarse y reinventarse permanentemente”. Luego agrega: “siguiendo los hilos de esta historia se constata que siempre existieron y existirán alternativas. En todos los niveles de desarrollo, existen múltiples maneras de estructurar un sistema económico, social y político, de definir las relaciones de propiedades, organizar un régimen fiscal o educativo, tratar un problema de deuda pública o privada (…) existen varios caminos posibles capaces de organizar una sociedad y las relaciones de poder y de propiedad dentro de ella”.
En una nota publicada en Le Monde en febrero de 2016 y recopilada en el libro “¡Ciudadanos a las urnas! Crónicas del mundo actual”, Piketty, refiriéndose a los EEUU, aseguraba: “asistimos al final del ciclo político-ideológico inaugurado por la victoria de Ronald Reagan en las elecciones de noviembre de 1980”. El autor describe la reforma tributaria de 1986 con la que el presidente republicano terminó con cincuenta años de progresividad fiscal y rebajó un 28 por ciento la tasa para los ingresos más elevados. También se refiere a que ni los gobiernos de Bill Clinton ni de Barack Obama modificaron esa situación. Y tampoco incidieron significativamente dando marcha atrás con la baja del salario impulsado por Reagan en su gobierno. En el mismo artículo, titulado “El impacto Bernie Sanders”, el economista francés expresaba que “el actual éxito de Sanders demuestra que gran parte de los Estados Unidos está cansada del aumento de las desigualdades y de estas seudoalternancias, y quiere volver al programa progresista y la tradición igualitaria del país”. Concluye diciendo: “Frente a la maquinaria Clinton y al conservadurismo de los grandes medios, Sanders tal vez no gane la primaria. Pero ya se tiene la prueba de que, algún día no lejano, otro Sanders, sin dudas más joven y menos blanco, ganará la presidencia de los Estados Unidos y le cambiará la cara al país”.
Sin embargo, tres años y medio después, el domingo pasado, en el diario El País en una nota titulada “Sanders y Ocasio-Cortez suman fuerzas para llevar la revolución progresista a la Casa Blanca”, la joven congresista demócrata respaldó la candidatura del senador, quien nuevamente se postula en las elecciones presidenciales. Allí Ocasio-Cortez señaló: “Este es un país que determina el futuro de los niños por donde nacen, hay que cambiar la lógica fundamental del sistema”. Y agrega: “no se trata sólo de desafiar a Donald Trump, sino al sistema sobre el que se sustenta”.
En esa misma línea, en una entrevista reciente, el premio Nobel de Economía Joseph Stiglitz, también expresó: “el experimento neoliberal ha sido un fracaso espectacular” e insistió en la necesidad de impulsar “un capitalismo progresista” en reemplazo del neoliberalismo en crisis. Voces similares se escuchan en varios países de Europa y de América Latina.
Nuevamente: el problema no es sólo quiénes lideran estos procesos. El problema es el modelo neoliberal. El problema es la inequidad, la concentración de la riqueza, el déficit en la salud y la educación, las dificultades para el acceso a la vivienda, entre tantas otras cuestiones.
Hoy no sólo presenciamos la crisis del modelo neoliberal en varios países. También se multiplican los discursos que proponen otras alternativas. Otros modos de organizar la economía, la sociedad y el futuro.