Página/12 | Opinión
Por Carlos Heller
Mauricio Macri se metió de lleno en plena campaña electoral. Ya sea la posverdad que sigue acompañando al pensamiento del expresidente y de otros integrantes de Juntos por el Cambio, como el silencio sepulcral de la principal fuerza opositora por lo actuado cuando eran gobierno, todo indica que no dudarían en volver a implementar las mismas políticas.
Una de las estrategias con las que Macri trató de defenderse por la toma de deuda fue culpar al kirchnerismo y hablar del déficit fiscal que había heredado. Señaló: “Le dejamos a Alberto Fernández un déficit 0”. Los números fiscales muestran que hubo un ajuste fiscal que se centró en el gasto primario y que se dio rienda libre a los intereses.
Cuando se consideran los intereses, el desequilibrio total llegó a 4,5 por ciento del PIB en 2019, más elevado que el 3,8 por ciento con el que se cerró el 2015. Quiere decir que se destinaron más recursos para los acreedores y menos, por ejemplo, para la seguridad social.
Una foto que hubo que empezar a revertir con la reestructuración de la deuda con los privados, que implicó un fuerte ahorro de intereses para aplicar a gastos de capital o de salud. Dos ejemplos de distintos modelos de país.
¿Qué pasó con los dólares de la deuda?
Tampoco le sirve como defensa a Macri decir: “Cuando uno mira la deuda argentina antes del crédito del FMI y el día que me fui, (si la compara ve que) es la misma deuda. Con lo cual, para aquéllos que dicen 'se fugaron la plata, se la llevaron los amigos de Macri', (les digo) la deuda fue la misma entre el día que entró la plata del Fondo y el día que nos fuimos”.
Parece un desafío a la contabilidad más elemental ya que eso es precisamente lo que ocurre en este tipo de episodios de fuga: lo que queda siempre es la deuda. El dato que hay que ver es que, como reconoció el exministro Nicolás Dujovne, fueron favorecidos por la “baja deuda que le había dejado el gobierno anterior bajo el precepto que no había un problema de solvencia”.
En 2015 la deuda externa representaba el 13,9 por ciento del PIB y llegó al 42,8 por ciento en 2019. Si se toma la deuda total en dólares (con acreedores externos e internos), a fines de 2017, las obligaciones en dólares representaban el 38,9 por ciento del PIB. No obstante los préstamos del FMI (44.800 millones de dólares que ingresaron a las reservas), entre el primer préstamo del organismo y el 9 de diciembre de 2019, las reservas internacionales bajaron 17.855 millones de dólares. Si se restan los ingresos del Fondo, se produjo entonces una pérdida neta de reservas de cerca de 63.000 millones de dólares.
El préstamo del Fondo, lejos de ser "preventivo", convalidó un esquema de economía en caída libre, altamente endeudada y condicionada. Compromisos en dólares que no se utilizaron para financiar obras que hubieran aumentado la capacidad productiva, sino para financiar la fuga de capitales.
La irresponsabilidad
Se tomó deuda de una manera tan irresponsable que el anterior gobierno, antes de irse, adoptó tres medidas que están en las antípodas de lo que decían que vinieron a hacer:
1. Restablecieron la obligación de liquidar las exportaciones en un plazo de treinta días.
2. Establecieron un límite de compra para ahorro de 200 dólares por mes para personas humanas y nada para personas jurídicas.
3. Anunciaron la necesidad de reperfilar los vencimientos.
Esto sólo lo pudo hacer un Gobierno que actuó de espaldas al Congreso y que fue en contra de los intereses de los argentinos y las argentinas.
No resisten un archivo
Estamos frente a una oposición que no resiste el archivo, que no habla de lo que piensa hacer y que vive distorsionando la realidad. Todo indica que volvería a hacer lo mismo, más considerando que muchas personas que hoy forman parte de las listas de candidatos a legisladores son las que en su momento aplaudieron de pie el descomunal endeudamiento, porque supuestamente traería una lluvia de inversiones.
Como en la fábula de la rana y el escorpión: endeudar a los argentinos y las argentinas está en la naturaleza de gobiernos conservadores como el de Cambiemos (¿hoy Juntos por el Cambio o Juntos?) y de muchos otros que se presentan en otras listas pero tienen similar orientación neoliberal.
No es un problema de personas sino de proyectos. Los objetivos del actual Gobierno van por el sendero contrario: tranquilizar la economía, arreglar la cuestión financiera, recuperar el poder de compra de salarios y jubilaciones, y el empleo perdido en estos años con el objetivo de mejorar profundamente la distribución del ingreso.
Es preciso darle continuidad a esta agenda y no perder la memoria para no volver hacia atrás.