Por Angel Petriella - Dirigente del PSOL
No cabe duda que aunque no podamos dejar de ver el proceso político argentino desde una retrospectiva que se inicia en el 2003 con la asunción de Néstor Kirchner, el 10 de diciembre con el comienzo de un segundo mandato de la Presidenta Cristina Fernández de Kirchner se inaugura una nueva fase con vistas a lo que ya se denomina en forma bastante generalizada como profundización del modelo. La luces que iluminan ese objetivo fueron encendidas en el discurso de la Presidenta a la Asamblea Legislativa en el acto de asunción.
Además de pasar revista en términos de valoración política a lo realizado desde el 2003 en términos de rupturas con el paradigma neoliberal, hubo énfasis en los conceptos nodales que sustentan el actual modelo en lo económico, en lo político y en lo social, y en las premisas con las que se habrá de gobernar para su profundización.
El nombre de Proyecto Nacional, Popular y Democrático instituye un significante de gran calibre en un mundo que está sacudido por las crisis de sustentabilidad del capitalismo globalizado. La recuperación del valor de lo nacional constituye la antípoda de las concepciones globalistas de los noventa que habían decretado la muerte de los estados nacionales por considerarlos obsoletos frente a los espacios trasnacionales de poder configurados desde las grandes corporaciones como actores centrales de gestión, en las tres dimensiones claves de la actividad económica: mercantil, productiva y financiera. El concepto de lo popular vuelve a poner en escena al pueblo como categoría política, como actor central y decisivo para la construcción de un modelo de sociedad de todos y para todos y contrasta con aquella categoría supuestamente neutra que nos hablaba de “la gente”, como definición amorfa y solo interpelable desde el marketing y las encuestas. Y lo democrático sumándose a lo popular revindica a la política en su mas excelsa expresión, la de ser el viaducto de la participación y la militancia, del compromiso y la pasión como bases de entramados de proyectos colectivos. Si a estos significantes les anexamos las aseveraciones valorativas en cuanto a lo irrenunciable del modelo de contenido equitativo y solidario como horizontes de bienestar y calidad de vida, con redistribución de la riqueza y eliminación de la pobreza, nos encontramos ante una verdadera exposición de motivos de una plataforma de continuidad, profundización y cambios que no solo apoyamos sino que nos sentimos parte. Otro afluente de esta perspectiva transformadora es el capítulo de inserción del Proyecto en el escenario mundial cuyo principal atributo lo configura definirse como parte de los vientos emancipatorios de la región bajo la égida de la integración latinoamericana, en la cual el concepto de Patria Grande expresa la magnitud del objetivo. La conciencia de que el destino de nuestros pueblos está asociada a un enfoque de cooperación con soberanía frente a los poderes concentrados, contiene un valor estratégico no solo de oportunidad histórica sino de posibilidad de sobrevivencia ante la disputa abierta con los poderes concentrados y las corporaciones que no se resignan a perder el poder fáctico acumulado en las últimas décadas de hegemonía neoliberal. Y aquí hay procesos abiertos con temporalidades diferentes que requerirán ajustes y calibres precisos en función de las diversidades de cada país. En cada uno de ellos la reconstitución del rol del Estado conlleva las complejidades inmanentes de cada historia, de la conformación de grupos y sectores sociales que pujan por construir la unidad de lo diverso para confrontar con lo antagónico y estos procesos no pueden ser reducidos a visiones simplificadoras o de común denominadores. En la praxis política de avances de construcción de institucionalidad como la CELAC y de consolidación de herramientas como la creación del Banco del Sur, mas los distintos emprendimientos de integración económica, política y social se irán tejiendo los nuevos entramados que darán consistencia al horizonte de la Patria Grande.