Página/12 | Opinión
Por Carlos Heller
Lousteau integró el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner como Ministro de Economía, antes fue asesor en el Banco Central en la gestión de Alfonso Prat-Gay y luego Presidente del Banco de la Provincia de Buenos Aires durante la gobernación de Felipe Solá, más tarde diputado nacional por la coalición encabezada por Elisa Carrió y, con el mismo apoyo, candidato a Jefe de Gobierno por la Ciudad de Buenos Aires, hasta hace unos pocos meses fue embajador en los Estados Unidos por el gobierno de Cambiemos y ahora candidato opositor en la Ciudad de Buenos Aires al macrismo de Rodríguez Larreta, al mismo tiempo que declama su apoyo al gobierno de Mauricio Macri a nivel nacional y al de María Eugenia Vidal en la provincia de Buenos Aires.
Forma parte, junto a su ahora contrincante Elisa Carrió, de un grupo de dirigentes nómades con amplios y divergentes desplazamientos por la geografía política e institucional de la Argentina.
Tanta es su vocación por el cambio que, de tanto cambiar, se transformó en un acertijo. El ex embajador en EE.UU. es alguien políticamente confuso y, por eso, una parte de sus discursos en esta campaña están concentrados en explicar quién es él mismo.
Luego de integrar, como embajador de los Estados Unidos, el gobierno de Cambiemos, ahora es una especie de opositor replegado en la Ciudad de Buenos Aires. Por eso, su campaña es contra el jefe de gobierno porteño ya que elige no hablar de temas nacionales. Es un opositor local. Sin embargo, se presenta como candidato a diputado nacional, y si resulta electo va a tener que discutir los temas del país, porque en el Parlamento no se discute del metrobus, ni del estado de las plazas, ni siquiera de los problemas de pobreza o indigencia de la ciudad, que son temas de los que debe ocuparse la Legislatura Porteña.
Este opo-oficialismo da lugar a una especie de fraude. Quienes voten al ex embajador en los Estados Unidos lo harán apoyando un discurso opositor a las políticas macristas en la ciudad, pero el efecto y el alineamiento nacional de ese voto será con el oficialismo de Mauricio Macri. Es una modalidad de contención de una porción del voto crítico al macrismo local para ser luego utilizado como voto de apoyo a las políticas nacionales de Mauricio Macri. Por esta reconversión del sentido del voto, un elector que, por ejemplo, vote al ex embajador en los Estados Unidos por su crítica al gasto publicitario en la ciudad, puede terminar apoyando, entre otros temas, la reforma laboral y el recorte a los derechos de los trabajadores que impulsará el gobierno nacional luego de las elecciones, dado que Lousteau, alineado con el oficialismo de Macri, seguramente la apoyará de resultar electo.
Como ex embajador en los Estados Unidos, Lousteau utilizó en reiteradas oportunidades el “nosotros” para referirse a las políticas implementadas en el país por el gobierno de Mauricio Macri. En una mesa redonda con el embajador Mamet, por entonces representante de Estados Unidos en nuestro país, hizo un balance de las relaciones entre ambas naciones y se refirió a las ventajas que tenía la Argentina con el cambio de gobierno: “Hemos cambiado drásticamente la dirección y estamos navegando hacia adelante. Hemos cumplido con algunas promesas, la normalización del tipo de cambio, que implicó una devaluación y bajar las barreras comerciales… volver a permitir la remisión de utilidades a las empresas, aumentar las tarifas para frenar la bola de nieve de subsidios y negociar con los holdouts...”. Era oficialista como embajador en los Estados Unidos –no podría haber sido de otro modo dado que para este gobierno es el destino externo más estratégico–, es oficialista ahora a nivel nacional y provincial y sólo es opositor en la Ciudad de Buenos Aires. Por eso, es un opo-oficialista.
No estaba en los planes de Lousteau terminar en ese lugar del sistema político porteño. El vuelve al país para participar en la interna de Cambiemos. Simplemente no está en Cambiemos porque Cambiemos no lo dejó. Incluso, hizo mucho esfuerzo por estar. Pero no se lo permitieron. Por eso se transformó en opositor en la ciudad: porque no lo dejaron ser oficialista. Por ello, cuando se transformó en opositor en la ciudad inmediatamente aclaró: “yo soy opositor a Rodríguez Larreta pero apoyo las políticas de Macri.” Es decir, es un representante del proyecto oficial que tiene una controversia local porque no lo dejan participar.
De este modo, el ex embajador en los Estados Unidos, actúa como un plan B de contención de una porción del voto que podría irse hacia una alternativa verdaderamente opositora.
El sistema siempre tiene un plan A y un plan B. Cuando Lousteau se convierte en opositor en la Ciudad actúa como un Plan B para evitar que algún sector de votos críticos exprese una necesidad de cambio de rumbo.
Mientras, su anterior aliada y mentora en las últimas elecciones, Elisa Carrió, ahora no le atiende el teléfono. Por eso, él le habla a través de videos desde donde la invita a discutir los problemas de la ciudad. Es una agenda extraviada: Carrió no tiene el mínimo interés en discutir los temas locales porque está concentrada en amplificar al máximo denuncias de todo tipo con el fin de distraer la agenda de los temas económicos para los que el macrismo no tiene respuesta. Sin embargo, con sus diferentes estilos, los dos cumplen un servicio para el gobierno nacional: llevan la agenda lejos de la discusión del proyecto neoliberal y sus secuelas de exclusión, desocupación y pobreza.
Lousteau no deja de ser un síntoma del republicanismo vacío del gobierno actual: lo excluyen, no le atienden los teléfonos, no aceptan el debate. El diálogo es una palabra suelta sin manifestación en la práctica. El opo-oficialismo es la posición de alguien que quiere pertenecer al oficialismo pero no lo dejan. Pero también de quien, apenas lo dejen, correrá a pertenecer.