Por Carlos Heller *
El Muro se derrumbó estrepitosamente y no sucedió en Berlín sino en Wall Street. Esta novedad histórica nos dice que aquella metáfora triunfalista del "fin de la historia", como cenit del ideario liberal, no se verificó en la realidad; por el contrario, lo nuevo parecería indicar el fin del ciclo hegemónico de aquel proyecto neoliberal conservador. Y aunque nadie puede brindarnos certeza de cómo será el futuro de la humanidad, hoy queda claro que el modelo fundamentalista de mercado resulta un paradigma inviable para pensar y hacer el mundo.
La decadencia total de aquellos discursos que endiosaban al mercado como el natural regulador de todas las relaciones económicas y sociales, que además exaltaban el egoísmo y la competencia, y denigraban toda intervención estatal, dan un perfil de época distinto y contrastante. Parece ser que no estamos en una época de cambios sino ante un verdadero cambio de época.
En este marco, el gobierno nacional ha tomado un conjunto de medidas que intenta neutralizar impactos posibles de la crisis internacional en la economía del país, apoyando la producción y el fomento del consumo. Son pasos necesarios, pero serán profundamente efectivos si se acoplan con otros orientados a consolidar un modelo cuyo motor sea la redistribución de la riqueza. Hacen falta más políticas hacia las pequeñas y medianas empresas consideradas como las principales generadoras de empleo en la Argentina.
El fracaso mundial de la ortodoxia del mercado y la explicitada voluntad del gobierno nacional de avanzar en medidas redistributivas marcan un escenario en el que no estamos dispuestos a ser espectadores. Apoyaremos lo positivo y criticaremos constructivamente las falencias que obstaculicen el camino hacia un orden más justo y humano.
Mientras tanto, en la ciudad de Buenos Aires, el primer año de gobierno de Macri torna imperativa la unidad de las fuerzas progresistas para recuperar el distrito convertido en enclave del modelo neoliberal conservador. En los primeros 365 días que transcurrió al frente de la ciudad, el macrismo realizó intentos de vaciamiento en la salud y la educación públicas, y promovió impuestazos que afectarían directamente el consumo y la producción.
La oposición de las fuerzas progresistas, la falta de apego al trabajo –una característica que ya había demostrado durante su paso por la Cámara de Diputados– y la improvisación permanente no le permitieron avanzar en sus políticas privatizadoras, centradas en la destrucción del espacio público y en la desarticulación de los ámbitos colectivos de participación ciudadana.
Es tiempo de apostar con todas las fuerzas a la unidad de los sectores populares y sus organizaciones. Todos los esfuerzos son pocos para construir la unidad que permita vislumbrar un futuro de dignidad que merezca ser vivido por todos y todas, sin exclusiones y exclusivismos.
Nuestro Partido Solidario se reconoce heredero de las tradiciones políticas progresistas y emancipatorias. Es parte de su identidad el ideario y los principios solidarios y humanistas del cooperativismo, de allí surgimos. Con estos principios y convicciones, haremos todo lo que sea necesario para contribuir a lograr la unidad más amplia contra la vieja y nueva derecha, tanto en el plano nacional como metropolitano. (Página 12 / 23-01-2009)