05/12/2009
LA CENTROIZQUIERDA Y EL PARLAMENTO QUE VIENE
POR CARLOS HELLER*
El próximo 10 de diciembre se abre una nueva etapa institucional con la asunción de nuevos diputados y senadores en el Congreso Nacional.
Los desafíos se multiplican en tiempos en que lo nuevo no termina de nacer y lo viejo no termina de morir.Nuestra América es el escenario donde las fuerzas sociales y políticas de raigambre popular y transformadora pujan frente a la resistencia de los sectores del privilegio, que se niegan a democratizar la riqueza, el poder y el conocimiento.
La debacle del modelo neoliberal se expresó tanto a través de estallidos sociales como de recambios en los gobiernos por vía electoral. Con matices, lo nuevo de esta etapa, en la que conmemoramos el bicentenario, es la voluntad política de construir proyectos diversos, colectivos y soberanos en América Latina.
En nuestro país la trabajosa labor de desarticular la pesada herencia neoliberal, se ve desafiada en estos tiempos por la renovada ofensiva de la vieja y nueva derecha, que detrás de un lenguaje a menudo confuso y contradictorio, activa, a través de diversos mecanismos, el socavamiento y la deslegitimación del proceso iniciado en 2003. La estrategia restauradora es obstaculizar e impedir que se profundicen aquellos aspectos que abren paso a un nuevo modelo social que privilegie el derecho de todos los habitantes a una vida digna.
La profusa actividad de los medios de comunicación, empeñados en esmerilar al oficialismo, desviando del debate cuestiones de fondo y estimulando un estado de crispación social, es acompañada por fuerzas opositoras que, en la mayoría de los casos, no presentan ideas y proyectos sobre los puntos fundamentales en discusión.
Cabe mencionar que el gobierno de Mauricio Macri constituye un botón de muestra de que las promesas de la autodenominada “nueva política” se revelan como vaciamiento del espacio público, autoritarismo en la gestión, promoción de sospechosos negocios privados, recortes del gasto social, represión del conflicto social y ensañamiento con los sectores más vulnerables.
Elitismo e Ineficiencia son las banderas inscriptas en la gestión realmente existente del gobierno PRO. Y eso es todo lo que tiene para ofrecer la derecha, en sus variadas versiones.
LAS LUCHAS EN LA CÁMARA Los rasgos de la disputa se expresarán directamente en la dinámica de la Cámara de Diputados.
Nuestra labor será consistente con la posición asumida desde los orígenes: la autonomía no confrontativa con el gobierno nacional. Desde la irrenunciable independencia política, seguiremos sosteniendo posiciones de apoyar todo lo que programáticamente consideremos positivo y señalar y batallar por lo que falta. Nuestra consigna electoral de partir del medio vaso lleno tiene plena vigencia.
Ante la nueva configuración de fuerzas en el Parlamento quiero precisar que nos negamos a ser rueda de auxilio o instrumentos útiles de intereses restauradoresesencialmente reaccionarios. La noción de gobierno en disputa resulta clara y ante ella no somos analistas ni observadores neutros, somos parte del campo popular que se involucra y da pelea. Desde esta perspectiva, apoyamos las medidas que van en dirección a la superación del modelo neoliberal: la unidad latinoamericana; la renova- ción de la Corte Suprema; la política de memoria, verdad y justicia; la reinstalación de un modelo productivo fundado en el mercado interno; el retorno de las organizaciones de trabajadores como interlocutores en la discusión de la economía; la estatización de Aerolíneas y del sistema previsional; la nueva Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual y la universalización de la asignación por hijo.
Los cambios que profundicen este camino demandan más cambios, y ellos generarán resistencia y conflictividad política y social. Es necesario impulsar reformas profundas. Los cambios en la política impositiva y la sanción de una nueva “Ley de Entidades Financieras”, remplazando la actual implantada por la dictadura militar, constituyen tareas del momento que se avecina. Para ello nuestra responsabilidad desde el Parlamento será la de conformar un espacio de izquierda amplio que contribuya a traccionar en esa dirección. Pero también debemos ser conscientes de que es preciso desarrollar el poder social, a través de las organizaciones populares, que sea capaz de sostener y profundizar la direccionalidad transformadora y democrática del proceso en curso.
El discurso que circula con más impunidad públicamente -en los medios y en muchos sectores de la oposición política- incurre en una paradoja notable: invoca a la concordia mientras hacen sonar los tambores de guerra.
Carentes de ideas, son pálidas rememoraciones de un neoliberalismo que es social, económica y políticamente retrógrado.
El discurso de los políticos de la derecha, defendiendo políticas de ajuste en el contexto de la crisis capitalista mundial, y la adhesión a las pretensiones restauradoras de las grandes organizaciones empresariales de la industria y del agro, son suficientemente demostrativas del futuro que esas fuerzas políticas nos están proponiendo.
Entonces, los falsos llamados a la concertación que hacen algunos representantes del viejo orden intentan disimular un hecho que se refleja en la dinámica social y política: el conflicto está planteado entre quienes quieren retornar a las viejas recetas neoliberal-conservadoras y el ancho campo popular que, con sus tensiones y contradicciones, se propone superar un modelo de exclusión inhumano, injusto y antidemocrático.
La democracia como sistema político se fortalece cuando da respuesta a las necesidades postergadas del pueblo.
Así, la democracia entendida como gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo, tiene asignaturas pendientes que saldar. El derecho a la alimentación, a la salud, al trabajo, a la educación, a la vivienda, a la justicia, a la recreación. El drama de la pobreza es resultante de la escandalosa distribución de la riqueza.
CONSTRUCCIÓN Decía Abraham Lincoln que se puede mentir a todos poco tiempo, a muchos poco tiempo, pero no se puede engañar a todos todo el tiempo.
Las versiones falaces e interesadas que inundan los grandes medios intentan socavar los cambios que nosotros apoyamos.
Nuestro trabajo parlamentario apuntará a defender el camino emprendido, a profundizarlo, a articular la labor legislativa con las demandas y necesidades de las mayorías populares. Coherentes con nuestro origen cooperativista, impulsaremos medidas que favorezcan la economía social, la redistribución progresiva del ingreso, los pasos que otorguen más fortaleza a la democracia, dándole densidad participativa y protagónica.
En esa convicción pondremos nuestra energía y nuestra capacidad de trabajo, en la certeza de que la unidad de lo diverso para confrontar con lo antagónico debe encontrar sus caminos de construcción en el seno de la sociedad civil, y también en la disputa que daremos por democratizar más las instituciones representativas.
Frente a los intereses minoritarios del privilegio, cualquiera sea su expresión, opondremos nuestra vocación para construir unidad en la diversidad, como camino insoslayable para garantizar el derecho de las mayorías a la construcción de una vida digna de ser vivida.
(Revista Debate)
POR CARLOS HELLER*
El próximo 10 de diciembre se abre una nueva etapa institucional con la asunción de nuevos diputados y senadores en el Congreso Nacional.
Los desafíos se multiplican en tiempos en que lo nuevo no termina de nacer y lo viejo no termina de morir.Nuestra América es el escenario donde las fuerzas sociales y políticas de raigambre popular y transformadora pujan frente a la resistencia de los sectores del privilegio, que se niegan a democratizar la riqueza, el poder y el conocimiento.
La debacle del modelo neoliberal se expresó tanto a través de estallidos sociales como de recambios en los gobiernos por vía electoral. Con matices, lo nuevo de esta etapa, en la que conmemoramos el bicentenario, es la voluntad política de construir proyectos diversos, colectivos y soberanos en América Latina.
En nuestro país la trabajosa labor de desarticular la pesada herencia neoliberal, se ve desafiada en estos tiempos por la renovada ofensiva de la vieja y nueva derecha, que detrás de un lenguaje a menudo confuso y contradictorio, activa, a través de diversos mecanismos, el socavamiento y la deslegitimación del proceso iniciado en 2003. La estrategia restauradora es obstaculizar e impedir que se profundicen aquellos aspectos que abren paso a un nuevo modelo social que privilegie el derecho de todos los habitantes a una vida digna.
La profusa actividad de los medios de comunicación, empeñados en esmerilar al oficialismo, desviando del debate cuestiones de fondo y estimulando un estado de crispación social, es acompañada por fuerzas opositoras que, en la mayoría de los casos, no presentan ideas y proyectos sobre los puntos fundamentales en discusión.
Cabe mencionar que el gobierno de Mauricio Macri constituye un botón de muestra de que las promesas de la autodenominada “nueva política” se revelan como vaciamiento del espacio público, autoritarismo en la gestión, promoción de sospechosos negocios privados, recortes del gasto social, represión del conflicto social y ensañamiento con los sectores más vulnerables.
Elitismo e Ineficiencia son las banderas inscriptas en la gestión realmente existente del gobierno PRO. Y eso es todo lo que tiene para ofrecer la derecha, en sus variadas versiones.
LAS LUCHAS EN LA CÁMARA Los rasgos de la disputa se expresarán directamente en la dinámica de la Cámara de Diputados.
Nuestra labor será consistente con la posición asumida desde los orígenes: la autonomía no confrontativa con el gobierno nacional. Desde la irrenunciable independencia política, seguiremos sosteniendo posiciones de apoyar todo lo que programáticamente consideremos positivo y señalar y batallar por lo que falta. Nuestra consigna electoral de partir del medio vaso lleno tiene plena vigencia.
Ante la nueva configuración de fuerzas en el Parlamento quiero precisar que nos negamos a ser rueda de auxilio o instrumentos útiles de intereses restauradoresesencialmente reaccionarios. La noción de gobierno en disputa resulta clara y ante ella no somos analistas ni observadores neutros, somos parte del campo popular que se involucra y da pelea. Desde esta perspectiva, apoyamos las medidas que van en dirección a la superación del modelo neoliberal: la unidad latinoamericana; la renova- ción de la Corte Suprema; la política de memoria, verdad y justicia; la reinstalación de un modelo productivo fundado en el mercado interno; el retorno de las organizaciones de trabajadores como interlocutores en la discusión de la economía; la estatización de Aerolíneas y del sistema previsional; la nueva Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual y la universalización de la asignación por hijo.
Los cambios que profundicen este camino demandan más cambios, y ellos generarán resistencia y conflictividad política y social. Es necesario impulsar reformas profundas. Los cambios en la política impositiva y la sanción de una nueva “Ley de Entidades Financieras”, remplazando la actual implantada por la dictadura militar, constituyen tareas del momento que se avecina. Para ello nuestra responsabilidad desde el Parlamento será la de conformar un espacio de izquierda amplio que contribuya a traccionar en esa dirección. Pero también debemos ser conscientes de que es preciso desarrollar el poder social, a través de las organizaciones populares, que sea capaz de sostener y profundizar la direccionalidad transformadora y democrática del proceso en curso.
El discurso que circula con más impunidad públicamente -en los medios y en muchos sectores de la oposición política- incurre en una paradoja notable: invoca a la concordia mientras hacen sonar los tambores de guerra.
Carentes de ideas, son pálidas rememoraciones de un neoliberalismo que es social, económica y políticamente retrógrado.
El discurso de los políticos de la derecha, defendiendo políticas de ajuste en el contexto de la crisis capitalista mundial, y la adhesión a las pretensiones restauradoras de las grandes organizaciones empresariales de la industria y del agro, son suficientemente demostrativas del futuro que esas fuerzas políticas nos están proponiendo.
Entonces, los falsos llamados a la concertación que hacen algunos representantes del viejo orden intentan disimular un hecho que se refleja en la dinámica social y política: el conflicto está planteado entre quienes quieren retornar a las viejas recetas neoliberal-conservadoras y el ancho campo popular que, con sus tensiones y contradicciones, se propone superar un modelo de exclusión inhumano, injusto y antidemocrático.
La democracia como sistema político se fortalece cuando da respuesta a las necesidades postergadas del pueblo.
Así, la democracia entendida como gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo, tiene asignaturas pendientes que saldar. El derecho a la alimentación, a la salud, al trabajo, a la educación, a la vivienda, a la justicia, a la recreación. El drama de la pobreza es resultante de la escandalosa distribución de la riqueza.
CONSTRUCCIÓN Decía Abraham Lincoln que se puede mentir a todos poco tiempo, a muchos poco tiempo, pero no se puede engañar a todos todo el tiempo.
Las versiones falaces e interesadas que inundan los grandes medios intentan socavar los cambios que nosotros apoyamos.
Nuestro trabajo parlamentario apuntará a defender el camino emprendido, a profundizarlo, a articular la labor legislativa con las demandas y necesidades de las mayorías populares. Coherentes con nuestro origen cooperativista, impulsaremos medidas que favorezcan la economía social, la redistribución progresiva del ingreso, los pasos que otorguen más fortaleza a la democracia, dándole densidad participativa y protagónica.
En esa convicción pondremos nuestra energía y nuestra capacidad de trabajo, en la certeza de que la unidad de lo diverso para confrontar con lo antagónico debe encontrar sus caminos de construcción en el seno de la sociedad civil, y también en la disputa que daremos por democratizar más las instituciones representativas.
Frente a los intereses minoritarios del privilegio, cualquiera sea su expresión, opondremos nuestra vocación para construir unidad en la diversidad, como camino insoslayable para garantizar el derecho de las mayorías a la construcción de una vida digna de ser vivida.
(Revista Debate)