Página/12 | Opinión
Por Carlos Heller
La cuestión “dólar” es un tema que aparece con insistencia en los medios, aunque en las dos últimas semanas se intensificó. Se pudo leer en uno de los periódicos de mayor difusión que “Inflación y más incertidumbre empujan al blue”. En simultáneo, otro expresaba “La inflación y la futura cuarentena empujan al dólar blue”. Pero, ¿no era que la inflación se determinaba en función de la cotización del dólar ilegal, como hace poco afirmaban? Son comentarios que no respetan ninguna lógica de causa y efecto, aunque son utilizados para incidir en las expectativas.
Entre el 19 y el 28 de abril el dólar ilícito subió 19 pesos (13 por ciento) pero luego, como anticipó el Gobierno, hubo una fuerte corrección a la baja, y terminó el viernes pasado en 151 pesos, aunque algunos operadores intentaron, sin éxito, una nueva suba.
Muchos hablan de “manos amigas” que ayudan a bajar el dólar ilegal. Pero se trata de un mercado muy exiguo (4 millones de dólares diarios transados, según relata El Cronista). Esencialmente, es un mercado ilícito donde todos los datos, como reconocen los medios especializados, provienen de “cuevas” o “cueveros”. Sean manos “amigas” o “enemigas” con muy poco se puede influenciar en su valor. Intentar que tal segmento pueda ser considerado siquiera como un indicador de las expectativas “del mercado” es un absurdo total.
Similar situación se produce con las operaciones del dólar MEP y del Contado con Liqui, si bien estos son mercados formales y de mayor tamaño que el ilegal, aunque tampoco muy voluminosos. Continuamente los analistas están fogoneando cuando aumentan sus precios. Muchos de ellos intentan señalar que estos movimientos especulativos indican una “expectativa de devaluación”, cuando la mayoría de las consultoras viene bajando los valores del dólar oficial esperados para diciembre de este año.
En cuanto a la inflación todavía se escuchan voces como la de Orlando Ferreres que sostiene, sobre este fenómeno, que “la principal causa es el problema de la cantidad de dinero que se emite”. Una aseveración llamativa puesto que la Base Monetaria cerró en abril en valores menores a los de diciembre de 2020. Dado que estos analistas reconocen que este fenómeno actúa con rezago, se puede mencionar que, en términos reales, la Base Monetaria de abril es 13 por ciento inferior a seis meses atrás, y 20 por ciento inferior a la de abril de 2020. Los números no parecen mostrar que la emisión sea la causa de la inflación.
Hasta el FMI reconoce que en Argentina la inflación es “multicausal”, y podemos decir que el aumento de precios se debe a causas que no están vinculadas a la macroeconomía: obedece esencialmente a la puja distributiva. Al respecto, se ha escuchado decir que los precios suben porque “hay controles” y que éstos implican mayores costos, como si las grandes empresas no tuvieran a mano la información de precios e inventarios que se les solicita. El Estado regula porque suben los precios aunque se lo trate de presentar al revés.
Los números de la realidad expresan un sector externo equilibrado. En el primer trimestre, el ingreso de divisas por exportaciones de granos y oleaginosas (6724 millones de dólares) fue el más alto desde igual período de 2016. Con las cifras de marzo, el balance comercial (exportaciones menos importaciones totales) cerró el trimestre con un superávit acumulado de 2531 millones. Durante abril, el Banco Central realizó compras netas de divisas por 1373 millones y acumuló 4247 millones desde diciembre.
La competitividad cambiaria, medida como el tipo de cambio real multilateral, se encuentra en valores elevados, un 18 por ciento por encima de los niveles de fines de 2015 (luego de la gran primera devaluación del macrismo) y un 32 por ciento más elevada que el promedio del bienio 2016/2017. Una cuestión que tampoco fue noticia es que la mayor disponibilidad de divisas permitió flexibilizar parte de la normativa para facilitar el pago anticipado de importaciones de bienes de capital en casos específicos.
En un contexto complejo producto de la pandemia, resulta indispensable analizar con profundidad muchos de estos argumentos que intentan generar “intranquilidad” en la economía.