Tiempo Argentino|La elección del nuevo rector
Hubo dos proyectos antagónicos. El que continúa es un modelo cerrado sobre sí mismo, con rasgos burocráticos y mercantilistas.
Por Juan Carlos Junio
En un marco ya repetido donde la confrontación política nuevamente se expresó en la calle, la Asamblea de la Universidad de Buenos Aires (UBA) eligió ayer al ex decano de la Facultad de Ciencias Económicas, Alberto Barbieri, como nuevo rector de la UBA. Más allá del resultado, la importante novedad es la constitución de un amplio espacio progresista y de izquierda encabezado por el profesor Federico Schuster, quien realizó una valiosa elección poniendo sobre la mesa la necesidad de rediscutir integralmente la realidad de la casa de estudios de mayor población estudiantil del país. En ese sentido, queremos realizar un análisis que permita ponderar el contraste de dos proyectos de Universidad antagónicos.
Por un lado, la que continúa con un modelo cerrado sobre sí mismo, con rasgos burocráticos y mercantilistas. Una institución cuya conducción política privilegió la custodia de las propias zonas de influencia y poder. O sea, pragmatismo desprovisto de un proyecto transformador para nuestra universidad. El Movimiento de la Reforma Universitaria, de junio de 1918, advertía en Córdoba que "las universidades han sido hasta aquí el refugio secular de los mediocres, la renta de los ignorantes, la hospitalización segura de los inválidos y –lo que es peor aun– el lugar en donde todas las formas de tiranizar y de insensibilizar hallaron la cátedra que las dictara". Aquella juventud universitaria rechazaba un orden cultural oscurantista y anacrónico.
Los jóvenes comprometidos con las transformaciones de la universidad señalaban que se trataba de un desafío continental. Afirmaban entonces: "Las resonancias del corazón nos lo advierten: estamos pisando sobre una revolución, estamos viviendo una hora americana."
Esas voluntades insurgentes denunciaban un orden universitario perimido. Los jóvenes se rebelaban "contra un régimen administrativo, contra un método docente, contra un concepto de autoridad". Además, evidenciaban que "las funciones públicas se ejercitaban en beneficio de determinadas camarillas. No se reformaban ni planes ni reglamentos por temor de que alguien en los cambios pudiera perder su empleo. Los métodos docentes estaban viciados de un estrecho dogmatismo, contribuyendo a mantener a la universidad apartada de la ciencia y de las disciplinas modernas. Las lecciones, encerradas en la repetición de viejos textos, amparaban el espíritu de rutina y de sumisión." La cita es extensa, pero se justifica por su vigencia.
Aquella experiencia histórica del movimiento estudiantil cordobés combinó, en dosis armónicas, la denuncia del viejo orden caduco universitario con el anuncio de una nueva propuesta de Universidad nacional, latinoamericanista, popular, democrática, científica y emancipadora.
La exigencia de un gobierno universitario participativo y auténticamente democrático, en función de una Universidad que piensa en la formación de profesionales comprometidos con su pueblo, con la producción de conocimiento crítico y útil al desarrollo de un proyecto colectivo, formó la argamasa de un modelo que trascendió las fronteras argentinas desplegándose como ejemplo de Nuestra América y del mundo. En los últimos años hubo otros intentos por plasmar en candidaturas alternativas la necesidad de rediscutir la realidad de la UBA, basados en la gran idea de generar una nueva Reforma y pensar una Universidad acorde a los nuevos tiempos y sus renovados desafíos culturales y políticos.
En la elección del año 2002, frente a Jaim Etcheverry se postularon tres candidatos: Félix Schuster, León Rozitchner y Axel Kicillof. Por entonces, la unión del campo académico más comprometido con la lucha por el cambio no logró la suficiente fuerza, por lo cual, con la victoria de Etcheverry, no se generó una vía para superar la inercia crítica de la UBA.
En 2006, la postulación de Atilio Alterini, señalado como funcionario de la última dictadura cívico-militar, generó como alternativa un espacio progresista encabezado por el destacado científico Alberto Kornblihtt, pero frente a un conflicto violento en el marco de la Asamblea Universitaria no se consumó la elección, asumiendo Rubén Hallú.
Hoy se configura un polo representativo dispuesto a organizarse para generar una alternativa política superadora de la situación de estancamiento y continuismo que caracteriza a la actual gestión. En la candidatura de Federico Schuster se expresa un espacio que nuclea a la mayoría de las facultades (Ciencias Sociales, Ciencias Exactas y Filosofía y Letras) con sus respectivos decanos, junto a minorías de otras facultades. Lo cierto es que han ido emergiendo apoyos colectivos de grupos de profesores, graduados y estudiantes que valoran la idea de gestar un espacio capaz de construir un proyecto universitario que renueve radicalmente el sentido de nuestra universidad.
Los retos son diversos. Se debe revisar el modelo de investigación con la mirada puesta en producir un conocimiento crítico, al servicio de un modelo independiente de desarrollo del país, aportando a la sustentabilidad de las futuras generaciones.
Resulta necesario también que la UBA salga hacia afuera, a la comunidad, conociendo directamente las necesidades más diversas del pueblo, para nutrirse de ese conocimiento y así poder realizar un enorme aporte a partir de todo su acervo y caudal científico. Se trata de reconocer que vivimos una crisis de sentido e identitaria y, consecuentemente, repensar el modelo pedagógico, recuperando las mejores tradiciones de la enseñanza pública; ligando la formación de futuros profesionales al campo laboral, y al compromiso con un desafío histórico y político de época, amalgamado con el proceso de luchas y grandes cambios en nuestro continente americano.
En suma, en la elección se expresaron perspectivas opuestas. Para nosotros tiene una gran relevancia la constitución de un espacio universitario sustentado en una valiosa representación de los claustros que se comprometen con un proyecto audaz y transformador. Sustentan esta perspectiva el valioso y fecundo capital humano de nuestra universidad y su rica historia: la Reforma del 18; la notable experiencia desplegada entre 1955 y 1966; como así también la correspondiente a 1973-74. Vivimos nuevamente tiempos americanos y de cambio, en que lo viejo no termina de morir y lo nuevo no termina de nacer… pero está naciendo y nacerá. Hacia allí vamos, como siempre.