Tiempo Argentino | Escenario económico
Por Carlos Heller
Es necesario profundizar los vínculos comerciales, productivos y financieros en América Latina.
Este mes se conoció el habitual informe del FMI Perspectivas de la Economía Mundial, donde se proyecta un crecimiento global del 2,9% para 2013, ligeramente por debajo del mostrado durante el anterior año, del 3,2 por ciento. A su vez, el comercio continuará anémico, y crecerá apenas un 2,9%, lejos de los valores promedio, superiores al 6%, que se registraron en el período 2000-2008. Este desempeño se explica a partir de lo que ocurre en las economías centrales, que siguen insistiendo con las políticas del recetario neoliberal, y también por la desaceleración planificada de la actividad en China, cuyo crecimiento será este año del 7,6 por ciento.
Según las proyecciones, la Eurozona terminará el año en recesión, por segunda vez consecutiva, con una caída del PIB del 0,4 por ciento. Para el 2014, sorprende un valor positivo del 1%, a pesar de sostenerse, en un pasaje del informe, que "la consolidación fiscal continúa actuando como un lastre para la actividad a corto plazo". En este contexto, el desempleo seguirá marcando el pulso de la problemática social, proyectándose para el bloque del euro una tasa del 12,3% en 2013, que se mantendrá imperturbable durante 2014.
En cuanto a Estados Unidos, se proyecta un crecimiento del 1,6% para 2013, que constituye un valor moderado como para darle un impulso importante al mercado de trabajo. De hecho, si bien la desocupación ha bajado respecto del máximo del 10% de 2009, y cerraría este año en el 7,6%, la misma no deja de ser elevada históricamente, teniendo en cuenta que la baja provino de una disminución de la participación en la fuerza laboral, ocasionada, en buen romance, por el denominado "efecto desaliento".
El bajo crecimiento en Estados Unidos está asociado en gran medida a las dificultades parlamentarias para garantizar la gestión de los fondos públicos, que dispararon los recortes automáticos del gasto a principios de año, y que han venido dificultando tanto la aprobación definitiva del presupuesto como la del incremento del techo de la deuda pública, una tensión que seguramente volverá a presentarse en los próximos meses. En ese marco, y hasta tanto no se observen datos que confirmen un despegue de la economía, los analistas no esperan que la Reserva Federal (FED) comience a retirar los estímulos monetarios. La continuidad de este sesgo monetario expansivo es bien vista por varios países de nuestra región, como Brasil, que en los últimos meses ha venido sufriendo una importante salida de capitales, que lo llevó a subir sus tasas de interés, para evitar que la devaluación se trasladara a los precios internos.
PRINCIPALES AMENAZAS. A la luz del contexto descripto, se sostiene que el "crecimiento de las economías emergentes se ha desacelerado" y que estos países "enfrentan el doble reto de la desaceleración del crecimiento y el endurecimiento de las condiciones financieras mundiales". Según la CEPAL, se prevé que las exportaciones de la región crezcan este año un 1,5%, un valor muy alejado de la senda observada en los años 2010 y 2011, cuando aumentaron un 26,9% y 23,5%, respectivamente. En materia de precios de exportación, para 2013 se espera una leve caída de los principales precios, que según las proyecciones, se estabilizarán en 2014 y 2015 en valores cercanos a los actuales, que de todas formas siguen siendo elevados.
En otro nivel, el moderado crecimiento que cabe esperar para los países centrales, así como la desaceleración prevista de la economía china, también plantean interrogantes para nuestra región de cara al mediano plazo, por su impacto en el comercio y los precios de exportación. De hecho, en su reciente informe Panorama de la Inserción Internacional de América Latina y el Caribe, la CEPAL muestra que, en promedio, entre 2004 y 2011 los términos de intercambio contribuyeron a la mitad del crecimiento del ingreso nacional bruto en Venezuela, al 47% en Chile, al 35% en el Ecuador, al 27% en México, 22% en el Brasil, y 19% en Argentina. Según la CEPAL, "estas cifras ponen de relieve un rasgo crítico del desarrollo regional, esto es, una excesiva dependencia del ciclo de los precios internacionales de los productos básicos".
En vista de ello, y teniendo en cuenta que es probable que se verifiquen menores ganancias por términos de intercambio que en la década pasada, especialmente en América del Sur, y un mayor costo del financiamiento externo, la CEPAL deja entrever que estaríamos en presencia de un "nuevo ciclo externo" para la región, de aquí al 2020. Ante ello, para la CEPAL es necesario considerar la "urgencia de políticas industriales que diversifiquen la producción y las exportaciones" y la necesidad de una "integración regional", de lo contrario se volvería a crecer a ritmos de entre el 3 y 4%, "insuficientes para enfrentar los grandes desafíos de la región".
El citado informe no contiene desperdicios. En uno de sus capítulos describe con detalle una serie de movimientos que se han venido registrando en las napas del capitalismo global. En concreto, señala que ante el estancamiento verificado en las negociaciones multilaterales emprendidas en el ámbito de la Organización Mundial de Comercio (OMC), las potencias se han lanzado a sellar acuerdos a escala "megarregional" (o "megabilateral") que, considerando los contenidos tratados, van incluso más allá de los temas incorporados en la OMC y en los acuerdos de inversión y comercio bilaterales. De hecho, desde comienzos de esta década han comenzado a proliferar negociaciones como las que buscan establecer un "Acuerdo Transatlántico sobre Comercio e Inversión entre Estados Unidos y la Unión Europea". También hay otras que incluyen a economías en desarrollo, como es el caso del pretendido Acuerdo de Asociación Transpacífico, que reuniría a 12 países de diversos continentes, entre ellos de América Latina (Chile, México y Perú), de América del Norte, de Asia y de Oceanía.
Unos de los principales inconvenientes de esta clase de acuerdos es que para formar parte de ellos las economías más pequeñas deben conformar un entorno atractivo para las multinacionales, lo cual va en desmedro de la implementación de políticas soberanas, precisamente las requeridas para impulsar los procesos de desarrollo nacional.
En el fondo, el espíritu de estas negociaciones contiene los lineamientos del NAFTA y del difunto ALCA. Esta característica también se encuentra presente en la Alianza del Pacífico, que se conformó en junio de 2012. Integrada por Chile, Colombia, Perú, y México, busca impulsar, según figura en la página oficial, "un proceso de integración abierto y no excluyente, constituido por países con visiones afines de desarrollo y promotores del libre comercio como impulsor del crecimiento", con un especial énfasis en la relación Asia-Pacífico.
En contraposición a esta lógica de neto corte neoliberal, que está presente en el mundo desarrollado, pero que también atraviesa a una buena parte de nuestra América, resulta imprescindible continuar profundizando los mecanismos de cooperación y los vínculos comerciales, productivos y financieros al interior de la región. Ello implica el fortalecimiento de las instituciones existentes, como es el caso del Mercosur, o la Unasur. En última instancia, se trata de amortiguar los efectos de la crisis, y a la vez de aprovechar las capacidades y potencialidades existentes en la región, así como el uso sustentable de los recursos naturales y la generación de empleos.