Ámbito Financiero | Opinión
Por Carlos Heller
El 7,8% de la inflación de mayo merece un comentario especial, ya que es la primera vez en cinco meses que se registra una desaceleración del indicador, un factor central para que se empiecen a modificar las expectativas, que están muy influidas por los analistas y los medios de comunicación.
Vuelvo a repetir que no hay nada para festejar, aunque de todas formas el dato del INDEC no deja de ser una relativa buena noticia ya que la inflación es uno de los problemas más graves y es vital sostener el quiebre de la tendencia.
El dato de mayo contrasta con la idea que se trata de instalar acerca de que el país va indefectiblemente hacia una inflación fuera de control. Antes de publicarse, las consultoras anticipaban un valor que arrancaba en el 9%, una fuerte diferencia con el dato real.
Otro hecho a señalar es que Alimentos y Bebidas no Alcohólicas, el rubro en el que más se pone la mirada por su incidencia en el índice general y en la canasta básica, marcó una desaceleración fuerte en mayo (+5,8%), el valor más bajo desde diciembre de 2022.
La dinámica estuvo en sintonía con lo que mostró una semana atrás el IPC BA, el índice de precios al consumidor confeccionado por el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, que arrojó en mayo un incremento del 7,5%, por debajo del valor de abril. En este índice, los alimentos subieron un 6,6% en mayo (10,4% fue en abril).
En este contexto, el Banco Central mantuvo inalterada la tasa de interés de política monetaria, y señaló que “los diversos indicadores de alta frecuencia de precios mayoristas y minoristas monitoreados por el BCRA sugieren en lo que va de junio una desaceleración adicional en el ritmo de crecimiento de los precios”.
Uno de los datos que más influyen en los precios, por vía de las expectativas (el cubrirse “por las dudas”), es el tipo de cambio. Este comportamiento se verificó en ocasión de la fuerte suba de abril del dólar ilegal, aunque luego se alcanzó cierta estabilidad que terminó incidiendo, entre otras variables, en la desaceleración de la inflación de mayo y la prevista para junio.
En este marco, es fundamental seguir aplicando las medidas necesarias para morigerar las consecuencias de la sequía, de forma tal de contar con los dólares necesarios para minimizar el impacto de las versiones de quienes hacen culto de una devaluación supuestamente inevitable, mientras en la economía real los datos de actividad y de empleo han superado los niveles heredados.
Respecto de las políticas públicas, hay que destacar los buenos resultados del Programa de Incremento Exportador III que contabilizó ingresos de divisas por u$s5.113 millones con la liquidación de la soja a un dólar diferencial de $300. El programa continúa hasta el 31 de agosto para un conjunto de economías regionales. A su vez, el Banco Popular de China (el banco central de dicho país) acordó renovar el swap de monedas (formalizado en yuanes) por tres años más, e incrementar las divisas de libre disponibilidad del mismo por hasta unos u$s10.000 millones (u$s5.000 millones más que lo ya vigente). Estas divisas las podrá utilizar nuestro Banco Central para el intercambio comercial con China, y también para intervenir en los mercados de títulos que determinan el valor de los dólares financieros.
En la semana, el INDEC publicó un dato de la economía real que vale la pena destacar: en abril la Utilización de la Capacidad Instalada de la Industria (UCII) alcanzó el 68,9%, cifra récord desde 2015 para un cuarto mes del año. Es un número que pone de relieve la importante actividad manufacturera, que hasta el momento ha sido poco impactada por las restricciones de las importaciones. Lo que hay es un esquema de administración de las divisas con determinados fines.
Está claro: los desafíos son múltiples y en el caso de la inflación, la sequía la ha complejizado aún más. Sin embargo, su resolución no pasa por políticas de ajuste ni por la liberación del denominado “cepo”, tal como plantea la principal fuerza de la oposición en su plataforma (que recuerda su campaña de 2015). Como parte de una disputa más amplia, que es la de los dos modelos en pugna, hace falta mantener las políticas de administración de las divisas y enfrentar las principales causas que están detrás de la suba de los precios: la puja distributiva impulsada por las grandes empresas formadoras de precios, y la especulación e incertidumbre que instalan algunos medios de comunicación.