Tiempo Argentino | democratización de la palabra
Por Juan Carlos Junio
La presencia activa del sector social permitirá un proceso de reapropiación en la elaboración de contenidos.
El contundente pronunciamiento de la Corte Suprema de Justicia sobre la constitucionalidad de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual (LSCA) expuso, blanco sobre negro, un nuevo punto de inflexión en la lucha por la democratización de la palabra en la Argentina.
Este trascendente acontecimiento político sorprendió a muchos, incluyendo a los políticos y comunicadores que ofician de voceros del grupo oligopólico, quienes descontaban que la legitimidad jurídica de la ley sería objetada, como una consecuencia inapelable del poder omnímodo del gran conglomerado empresario.
Vale la pena detenerse en el valioso texto del fallo de la Corte, sobre todo en la dimensión cultural que incorpora el ministro Raúl Zaffaroni. Dice el juez supremo: "Ningún Estado responsable puede permitir que la configuración cultural de su pueblo quede en manos de monopolios u oligopolios (…) Los medios audiovisuales tienen una incidencia decisiva en nuestros comportamientos, en los miedos, en los prejuicios, en toda la vida de relación de los humanos (…) La homogenización de nuestra cultura a través de la monopolización de los medios audiovisuales sería la destrucción de nuestro pluralismo, como lo es cualquier uniformización, por definición antípoda de la igualdad republicana y democrática."
Uno de los sentidos principales de la Ley de Medios de la democracia está dado en la inclusión de la circulación de bienes culturales y simbólicos, por lo tanto tiene una notable potencialidad para la distribución democrática de la palabra y las imágenes, y, en una nueva concepción, para la elaboración de contenidos en toda su diversidad. Por otra parte, la aplicación federal de la ley permitirá la participación de cada una de nuestras provincias en la creación de medios propios que aborden regionalmente la comunicación, con relatos e identidades que expresen la vida y la cultura de cada pueblo.
Durante los años noventa se instaló la idea de que el progreso estaba asociado al crecimiento individual y que desde allí se generaría el verdadero motor de la sociedad, conformándose de tal forma un espacio político y cultural en el marco de los "modernos" valores del mercado. Competencia, privatización y egoísmo eran los valores que promovían el desmantelamiento de aquellos aspectos del Estado diseñados para garantizar derechos. El adelgazamiento de lo público y la expansión de lo mercantil eran dos caras de una misma moneda. Este paradigma cultural iría definiendo los cambios de época y las relaciones sociales. La LSCA altera drásticamente este núcleo de ideas, replanteando el sentido de la emisión de la noticia, incluyendo el rol de las nuevas tecnologías como instrumento de democratización de los mensajes y no como panacea, y colocando al ciudadano como creador de contenidos y, a su vez, receptor sensible que puede recibir una real diversidad democrática de temas y novedades.
El nuevo desafío se da entonces entre el propio y necesario sistema de desmonopolización y el ingreso directo de los nuevos actores sociales de la comunicación. Así es que el debate se va desplazando otorgándole mayor visibilidad al rol de las universidades, los sindicatos, las asociaciones sin fines de lucro, las cooperativas, al crecimiento de cada quién y de todos. La presencia activa del sector social que establece la ley permitirá desarrollar un proceso de reapropiación en la elaboración de contenidos y la creación de nuevos medios de comunicación. El sector cooperativo, proscripto por la Ley de Radiodifusión de la dictadura, debe ser –y de hecho trabaja activamente en ese camino– protagonista en el proceso de distribución de la palabra, de efectiva federalización de los medios.
Lo mismo ocurre con los pueblos originarios –con quienes nuestras sociedades tienen deudas seculares–, que también han sido objeto de acciones reparadoras en materia de asignación de licencias. Claro que aún falta mucho, pero a cuatro años vista de la sanción de la LSCA, se ha avanzado notablemente.
Por otro lado, la aplicación completa de la LSCA generará trabajo en todo el país para el sector cultural y artístico. El Instituto Nacional de la Música recientemente creado está asociado a la aplicación de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual. Los actores, los directores, los escritores, los cineastas, los artistas plásticos, los coreógrafos, los escenógrafos, los artistas, técnicos y profesionales se verán beneficiados laboralmente.
Uno de los méritos del proceso histórico abierto en nuestra región americana en general, y en la Argentina en particular, ha sido la desnaturalización de ciertas certezas que antes eran inconmovibles. La comunicación –y los medios– han perdido ese aire solemne e incuestionable de verdad que habían impuesto como un valor cultural los dueños de la palabra y las imágenes, lo cual a todas luces resulta un palpable contrasentido.
En estos años, gran parte de la sociedad aprendió que pensar críticamente, negando las verdades reveladas que propala el poder cultural dominante, constituye un paso fundamental para avanzar hacia una sociedad más libre, con seres humanos que ejercen cotidianamente un pensamiento propio y original, lo cual constituye la base esencial de la verdadera ciudadanía.
A 30 años de recuperada la democracia, emerge en nuestro país un debate sobre el tipo de sociedad que nos proponemos construir. La discusión sobre los modelos de desarrollo, el sentido y las formas de funcionamiento de las instituciones, la convivencia de múltiples culturas, el contenido y los procedimientos de las instituciones públicas, los alcances y profundidades de lo público y la idea de ciudadanía, son imperativos de este verdadero cambio de época. Para poder intervenir, informarse, formarse y participar, la democratización de la palabra pública resulta fundamental. La ley constituye una plataforma necesaria en este turbulento tiempo histórico, en que lo viejo lucha con furor por no morir, pero está muriendo; y lo nuevo no termina de nacer, pero está naciendo. Ley de Medios y cultura democrática, en la Argentina, constituyen aspectos de un mismo e indisoluble proceso. Una vez más, el objetivo y el sueño colectivo como Nación es avanzar hacia la igualdad económica, social y cultural. Sobre esta base se debe concebir la idea suprema de libertad que consagró enfáticamente nuestro himno.