La inserción internacional de Argentina ante los cambios en la economía mundial y el escenario de crisis.

31/08/2011

31/08/2011 - Exposición del Diputado Nacional Carlos Heller en el "III Congreso Anual de A.E.D.A. - 2011"

Carlos Heller:

Deseo comenzar mi exposición con una cita de la Declaración del Consejo Suramericano de Economía y Finanzas (12 Ago 11), en la cual compromete a los países miembros a adoptar las medidas necesarias “en prevención de un posible agravamiento de la crisis en gran parte de los países desarrollados”.

No se habla de nueva crisis, sino la intensificación de la ya existente, que continúa sin resolverse . Según la delaración: “A pesar de las medidas aplicadas, la desconfianza aún persiste en aquellas economías, en especial en sus capacidades de crecer y generar empleo y de mantener sus niveles de deuda sostenibles”.

Y he elegido estas citas, por la fuerza que posee su origen, es el pensamiento gestado en la Unasur, pero también porque creo que define las dos cuestiones fundamentales a considerar sobre la crisis internacional: Es un proceso en desarrollo, y las medidas que se han tomado para anestesiarla no han surtido efecto. Y lo que se deriva de estas dos definiciones, que es que no se han cambiado los verdaderos procesos que generan esta crisis, cobijados por los preceptos de la economía ortodoxa o neoliberal.

Porque el inicio de la crisis no es el 2007 con las hipotecas de baja calidad, sino que es muy anterior, gestado en varios años de políticas de bajas tasas de interés para recuperarse de una crisis anterior, la de la burbuja de las punto com, que a su vez se gestó luego de las crisis de los “bonos basura”, hasta que llega a la crisis del petróleo de los setenta, la no convertibilidad del dólar y el comienzo de la pérdida del Estado de Bienestar.

Pero, por sobre todas las cosas , es una crisis de las economías centrales, a la que hay que contraponer el auspicioso crecimiento de las economías de los países en desarrollo. Y está habiendo un cambio estructural: Porque desde hace varios años, el crecimiento está siendo liderado por los países emergentes.

A partir de 2005, los países en desarrollo son responsables de más del 50% de la contribución al crecimiento mundial del PIB, y son los que, desde la crisis de 2007, han sostenido tasas de crecimiento relevantes. Para tener una idea de la dinámica actual, en 2010 los 27 países de la Unión Europea contribuyeron al 2.5% del crecimiento mundial, otros países desarrollados (Australia, Canadá, EEUU , Japón y Suiza) contribuyeron con el 30.7% y el resto de países, principalmente aquellos en desarrollo, con el 66.8%.

Si diferenciamos dentro de los países en desarrollo, la Unasur contribuyó en 2010 con el 9.2% del crecimiento global.

Resulta conveniente caracterizar la crisis actual, que es multidimensional, pero que se centra en la adopción del paradigma neoliberal por parte de los países centrales, paradigma que se ha aplicado con especial ortodoxia para intentar paliar la crisis, y que se ha demostrado ineficaz para ese objetivo.

Sin embargo, las diversas medidas adoptadas, están orientadas a mejorar la tasa de ganancia de las actividades privadas, y principalmente a sostener las ganancias de las grandes entidades financieras, que a partir de 2007 están constantemente amenazadas por las malas carteras que poseen producto de las inversiones altamente especulativas, tanto en los instrumentos financieros canalizados a través del mercado de capitales, con subyacentes de garantías hipotecarias devaluadas, como en la excesiva exposición a la deuda soberana.

Hay una crisis de productividad, en un sistema que expulsa cada vez más trabajadores, y que, en defensa de la tasa de ganancia, achata cada vez más los salarios, tanto en los países periféricos como en los centrales. En este contexto, la financiarización de la economía, el sobreendeudamiento de las familias, con una política de bajas tasas de interés, fue una salida a esta crisis de productividad.

Si tomamos la deuda a familias como porcentaje del PIB, con los últimos datos disponibles, encabeza el ranking el Reino Unido con un 216% (más de dos veces su PIB) , Dinamarca con el 141%, Noruega con el 121%, Portugal con el 106%, Australia con el 98%, Canadá y EEUU, ambos con el 94% y España con el 90%. El promedio para los países desarrollados es de 94.7%, mientras que para los emergentes ronda el 33%.

De esa forma se configuró todo un sistema de valorización financiera y de altísimo apalancamiento en especial en los nuevos productos ultra sofisticados, cuyo principal objetivo era sostener las ganancias de las corporaciones.

Cuando la burbuja se desinfló, quedó al desnudo la debilidad del sistema, pero no por ello se tomaron medidas correctivas para reducir las amplias posibilidades de especulación.

Las presiones de los centros financieros sobre los gobiernos para mantener sus privilegios son eficaces.

Como ejemplo, podemos citar que la Reserva Federal desarrollo dos programas importantísimos de expansión monetaria a través de la compra de Bonos del Tesoro, exhortando la FED ( no se animó a obligar) a los bancos para que destinaran esa liquidez a prestar a las pymes y a las familias, y de esa forma contribuír a sustentar la economía. Pero el 90% de esa emisión fue a las cuentas de reserva de los bancos en la FED, es decir, estar más cómodos con una súper liquidez ante cualquier zozobra del mercado, antes que cumplir con lo que les “solicitó” la FED.

Esta “coerción” financiera es la que determina las medidas que se están tomando para enfrentar la crisis, y lleva a los gobiernos y a los organismos multilaterales, incluida la UE, a impulsar medidas de ajuste fiscal, cuando la experiencia nos enseña lo equivocado de recurrir a paquetes de ajuste fiscal para garantizar el repago de las deudas soberanas. Estas prácticas sólo contribuyen a reducir los niveles de actividad económica y a debilitar las finanzas de los gobiernos, resultado que se contrapone con los objetivos perseguidos. Si observamos a Grecia, un país que ha recibido fondos de la UE y el FMI a cambio de importantes contracciones del gasto, las estadísticas muestran una caída interanual del PIB del 6.9% para el segundo trimestre, lo cual implica una profundización de la caída verificada en el trimestre anterior (5.5%). Y el panorama fiscal no ha cambiado en lo sustancial. Esta tendencia a la baja de los niveles de actividad económica se replica en la mayoría de los países de la zona del Euro, y ahora afecta también a Inglaterra y Estados Unidos, que también han respondido con ajustes del gasto.

Esta coerción es alimentada por el accionar de las calificadoras de riesgo, que con sus cambios de notas influyen en los mercados y en los líderes políticos, además de generar volatilidad y mayores ganancias a las entidades financieras. De hecho, varios líderes europeos han denunciado que las bajas de las calificaciones de los países como Grecia, Portugal o Irlanda, se han producido días antes de alguna reunión importante de los líderes de la Eurozona.

En realidad, éstas calificadoras han demostrado extensamente sus errores, tanto en las calificaciones de instrumentos específicos de inversión, que quedó en evidencia con el fenómeno de las hipotecas de baja calidad en EEUU, como en sus calificaciones soberanas.

En un análisis del Wall Street Journal, que recoge 35 años de datos, estableció que las calificadoras tuvieron un desempeño malo en los doce meses previos a la cesación de pagos de un gobierno. De las 15 cesaciones de pagos de gobiernos que ha seguido S&P, la firma asignó una calificación B o más alta a 12 de los países a un año del default . Una calificación B indica que existe sólo una probabilidad promedio de 2% de entrar en cesación de pagos dentro de un año.

De la misma forma, de los 13 gobiernos calificados por Moody´s el año previo a la cesación de pagos, 11 fueron calificados como B o más alto.

Sin embargo, el sistema financiero no puede moverse sin estas calificadoras, que exigen a los países aplicar la más ortodoxas reglas económicas, bajo pena de ser castigado con una menor calificación.

Un ejemplo claro es la reciente rebaja de Moody´s de estable a negativa a la nota para el sector financiero Argentino, basándose en que “El cambio de perspectiva refleja la vulnerabilidad del sistema bancario frente a factores macroeconómicos y a medidas intervencionistas por parte del gobierno argentino para los próximos 12 a 18 meses.” Puro enfoque ortodoxo.

 

Siguiendo con la descripción de la crisis, se ha escuchado que hay una falta de liderazgo por parte de los principales líderes de las potencias. Como los problemas de Obama para lograr incrementar el techo de la deuda y acatar una baja en el déficit que descansa en los recortes del gasto social, dejando inalterados los excesivos beneficios fiscales a los ultra ricos.

En el caso de Europa, la falta de decisiones financieras como la creación de Eurobonos, o un mayor involucramiento económico y financiero de los dos países hegemónicos como Alemania y Francia, que parecen más preocupados por lo doméstico que por salvar al Euro.

Pero en realidad no es una falta de liderazgo : las fallas y demoras para hallar una solución consistente obedecen a cuestiones de carácter político y no tanto a una ausencia de ideas, situación que se subordina a la existencia de estrechos vínculos entre el poder político y los intereses del sistema financiero.

Mientras se siga descansando en la actual matriz de pensamiento neoliberal difícilmente se puedan atacar las raíces de la crisis, en tanto mucho peores serán los resultados en otros frentes, como el social. En este marco, cada vez más voces reclaman que los grandes bancos internacionales se hagan cargo de sus desmanejos, a la vez que alertan acerca de los insostenibles niveles de endeudamiento relacionado con operaciones financieras especulativas. La situación requiere una reestructuración profunda de las deudas y un cambio sustancial en las regulaciones, que genere un nuevo entramado de condiciones económicas y que permita crecer a altas tasas y distribuir mejor, como ocurrió en Argentina.

Luego de la breve descripción de la crisis, deseo mencionar que la inserción internacional de la Argentina en este entorno se da por dos vías distintas.

Una de ellas es la adopción de políticas heterodoxas de crecimiento, de una mayor participación del Estado en la Economía, que tienden a mejorar la distribución del ingreso y fomentar el trabajo asalariado, que son la antítesis de las medidas impuestas a los países con problemas por los organismos internacionales y los países centrales.

La peor política para enfrentar esta crisis es ajustar, reducir los gastos, como incluso otros países hermanos lo están haciendo.

Argentina ha demostrado que fomentar el consumo, el mercado interno, y sostenerlo con políticas anticíclicas cuando arrecian los efectos de la crisis internacional, ha sido la salida más eficiente. De la misma forma, el avance logrado en la “desprimarización” de la economía, con un fuerte incremento de exportaciones de manufacturas de origen industrial, que debe seguir siendo intensificado, es también una forma de inserción en el mundo.

La otra vía es la de la participación en los distintos estamentos mundiales. En el entorno de la crisis descrita, demandar en el G 20 que se le dé una especial atención a los problemas de desocupación causados por la crisis, y sugerir incorporar a la OIT a ese foro de discusiones, parecería una herejía, pero sin embargo, la idea fue lanzada en el 90 aniversario de la OIT, allá por abril de 2009.

En esa oportunidad, la Presidenta Fernández de Kirchner expresó que “Como miembro del Grupo del G-20, voy a invitar a mi querido amigo el Presidente del Brasil, para que ambos presentemos una moción para que la Organización Internacional del Trabajo ingrese también al G-20 para poder participar de los debates” En las reuniones del G20 está el Banco Mundial, FMI, ONU, pero está faltando una pata, la de los trabajadores y empresarios concretos de carne y hueso”

Estas decisiones hacen a un estilo de inserción en el contexto mundial, que no es cualquier tipo de integración, sino una que pretende cambiar los parámetros establecidos, tanto del dominio de la ideología de los países centrales, como de los Organismos Internacionales.

De la misma forma, se ha privilegiado la inserción regional de la Unasur, una estrategia que pretende cambiar paradigmas. Porque en principio, es una integración soberana, reconociendo las potencialidades políticas y económicas de la región, y evitando los condicionamientos de los organismos internacionales y los países centrales. Un paso importante en ese sentido, fue dado por Lula Da Silva y Nestor Kirchner, cuando decidieron cancelar la deuda con el FMI.

Es también un nuevo estilo de integración, puesto que la Unasur prioriza la reducción de las asimetrías entre los países miembros, donde no hay “países de la periferia” como últimamente han surgido en la Unión Europea.

Un ejemplo de estas dos líneas de trabajo de la Unasur, la no dependencia de los organismos internacionales, y la reducción de asimetrías, tiene como un hito principal a la creación del Banco del Sur, un banco de desarrollo pensado para potenciar proyectos conjuntos entre los países, en el cual se aporta según tamaño, pero el voto es igual para todos los países integrantes, e incluso se plantea que los países con menor capital puedan tener financiamiento por hasta 8 veces el capital integrado, cuando la relación para los países grandes es de 4 veces.

Otro hito en la conformación de esta unión es la reciente creación del Consejo Suramericano de Economía y Finanzas.

Y yo creo que hay que ir por más, en todos estos ámbitos internacionales, que demuestran que Argentina nunca estuvo tanto y tan bien representada en los foros mundiales.

Hay que continuar insistiendo para un cambio en las regulaciones del sistema financiero mundial, para ir desarmando esa vorágine especulativa que se ha mostrado inepta para financiar las necesidades de la economía real, tanto a las familias como a las empresas, en especial a las pymes.

Hay que seguir bregando para que se desarmen los paraísos fiscales, la mayoría de ellos controlados por los países centrales, y que son un foco de corrupción y lavado de dinero a nivel mundial.

Y creo que también, en los ámbitos internacionales, como el G 20, hay que fomentar que se tomen medidas para ir reduciendo la dependencia de las calificadoras de riesgo privadas, reemplazando sus tareas por parte de los reguladores.

La irrupción a nivel generalizado en todos los ámbitos financieros de las calificadoras de riesgo es una marca del proceso de liberalización financiera y globalización financiera gestado en los noventa bajo el paraguas del Consenso de Washington.

Hay que ir desarmando estas herencias que nos impuso y sigue imponiendo el neo liberalismo, y creo que esa es una buena orientación para definir la inserción internacional de nuestro país.