Ámbito Financiero | Opinión
Por Carlos Heller
En su discurso ante empresarios de la Unión Industrial Argentina (UIA), conmemorando un nuevo Día de la Industria, el presidente Javier Milei dejó en claro sus intenciones. Una de las frases que no se debe pasar por alto fue cuando preguntó: “¿saben cuál es la mejor política industrial?”. Y respondió: “tener una buena política fiscal y monetaria; honrar las deudas y recuperar la credibilidad del país para que desde afuera confíen en que, si nos venden, les vamos a pagar”. Es decir, la mejor política industrial es no tener política industrial, dejar todo en manos del mercado. Una postura que no adoptaron los países que han desarrollado sus industrias, tal como lo muestran los análisis de los propios organismos internacionales.
El Presidente inauguró una frase ante la mayoría de los grandes empresarios reunidos en el mitin de la UIA: “achicar el Estado para agrandar el bolsillo a ustedes”. Remite no casualmente al “achicar el Estado para agrandar la Nación”, de Martínez de Hoz, que finalizó con un severo proceso de destrucción del aparato productivo, aunque en esta oportunidad el actual mandatario ha sido más explícito.
No hay ningún dato que apoye la idea de los funcionarios de que la economía está mejor. Las cifras en la industria son claras. En un comunicado del bloque de Unión por la Patria, al que pertenezco, se menciona que la capacidad instalada de la industria apenas sobrepasa el 50% en promedio; casi 10.000 empresas han cerrado y el 99% de éstas son pequeñas y medianas; se han destruido 140.000 puestos de trabajo registrado, todo “producto de una recesión estimulada y sostenida por las políticas económicas llevadas a cabo por el gobierno de La Libertad Avanza”.
Pregunto: ¿Qué empresario invertiría con estos niveles de ociosidad de la capacidad instalada? Tal vez pueda haber inversiones en la minería, o en el sector primario, no en muchos más sectores. ¿Quién invertiría pensando en el mercado interno si el poder adquisitivo de trabajadoras/es y jubiladas/os, como todo indica, no se recuperará?
Las autoridades hacen referencia al despegue de las exportaciones, aunque al respecto habría que hacer un análisis desagregado de cuáles son las que crecieron. En cuanto al sector agrícola, no se puede omitir la baja base de comparación previa producto de la sequía. En el caso de los combustibles, habría que resaltar cuánto influye el desarrollo de Vaca Muerta y el gasoducto, iniciativas del gobierno anterior.
Desde el Gobierno se afirma que las jubilaciones crecen más que la inflación, (pero los haberes mínimos en ocho meses perdieron un 17%), y que “vuelan” si se las mide en dólares. Llama la atención que se pierda de vista que los haberes están en moneda nacional, mientras que los precios de los bienes y servicios, si bien están en pesos, siguen el derrotero del valor del dólar (como reconocen tanto el Presidente como su ministro de Economía, al descontar de los niveles de inflación “logrados”, el 2% mensual de las minidevaluaciones diarias).
En este contexto, el ajuste no tiene fin. Es muy probable que en algún momento el Gobierno termine reduciendo la tasa de inflación. El problema son los costos sociales y económicos. Vuelvo a repetir: no hay un lugar donde haya más paz y orden que en el cementerio, pero nadie quiere vivir allí.
Entonces, lograr reducir la inflación a costa de sacrificar al conjunto de la sociedad, ajustando todos los recursos que se destinan a generar bienestar, no resulta ningún mérito.
Economía bimonetaria
Luego del discurso de Milei en el “Foro de Madrid”, la cumbre de la (ultra)derecha realizada en Buenos Aires, Cristina Fernández de Kirchner emitió un documento denominado “Es la economía bimonetaria, estúpido”, parafraseando la expresión de Bill Clinton en la campaña electoral de 1992. El texto generó un intercambio de tuits entre la ex mandataria y el Presidente, que potenció más aún la difusión del escrito de Cristina.
El documento se centra en la descripción de las implicancias de una economía bimonetaria como lo es la argentina, las distintas “corridas cambiarias” que se han dado en la historia reciente, y la importancia del endeudamiento externo en los desequilibrios de la economía.
Además, exhibe las inconsistencias del Presidente para justificar sus grandes objetivos de destruir al Estado desde adentro y hacer el ajuste más grande de la historia universal. Cristina afirma que el “ultra libertario” Javier Milei no sólo interviene y controla sino que decide tres de los cuatro precios fundamentales de la economía: el del dólar, el del dinero y el del trabajo. Sólo se liberó el precio de los bienes y servicios (con excepción de las tarifas de servicios públicos).
El texto de Cristina recupera al debate público el tema de los dos modelos y es un gran aporte para la sociedad. Desde mi perspectiva, y a modo de contribución, resulta esencial incorporar en el análisis de la economía, como aspectos principales, el impacto de la concentración económica y la puja distributiva. Dos variables que en este modelo se potencian, ya que se ajustan salarios y jubilaciones mientras se favorecen las ganancias de las grandes empresas. Una vuelta de tuerca más al “ajuste infinito” que nos propone el modelo neoliberal con una gran dosis de pragmatismo, que es el que se está aplicando actualmente.
Nota publicada en Ámbito Financiero el 09/09/2024