Tiempo Argentino | Opinión
Por Carlos Heller
Los sucesos negativos que sufrió nuestra economía en estos cuatro años han tenido que ver con acontecimientos exógenos. Al condicionante inicial de la deuda con el FMI y de unos salarios que perdieron el 20% de su poder adquisitivo, se sumaron la pandemia, la guerra en Ucrania, y luego la sequía, que afectó severamente el ingreso de divisas y la recaudación durante este año.
Según datos divulgados por la Cámara de la Industria Aceitera de Argentina (CIARA) y el Centro de Exportadores de Cereales (CEC), en octubre el sector registró ingresos de divisas totales por 744 millones de dólares, cifra que representa una disminución del 39% en comparación con el mismo período del año anterior.
El componente “sequía” no estará presente en 2024, y esa es una gran noticia, ya que producto de las malas condiciones climáticas se dejaron de exportar unos 20 mil millones de dólares. A estos recursos que estarán disponibles durante el año próximo hay que sumarles los dólares de sectores como el de la minería y el de la energía. El fisco, por su parte, dejó de percibir unos 5000 millones de dólares por menores retenciones.
Soy optimista respecto de las potencialidades que se abren de aquí en adelante en materia externa y que ello ayudará a mejorar las condiciones internas, ya que se relajará la tensión alrededor del dólar y ello repercutirá positivamente en las demás variables.
Las complejidades económicas no son pocas, pero considero que han sido atenuadas a partir de la existencia de un Estado activo, regulando y haciendo uso de las herramientas económicas disponibles.
Tanto el caso de Vaca Muerta como el de los gasoductos y oleoductos para transportar la energía son claros ejemplos de la importancia de contar con un Estado presente. Que planificó las obras de infraestructura necesarias, las que sirven para mejorar las condiciones de vida de los hogares, la producción de las empresas y, a su vez, incrementar la producción energética y así colaborar para el refuerzo de las Reservas del BCRA, ya sea por menores importaciones, ya sea por exportaciones cuando el mercado interno esté suficientemente abastecido.
En materia de precios, se conoció el IPC Nacional de octubre (8,3%), bastante menor a los dos meses anteriores (12,4% en agosto y 12,7% en septiembre), lejos de una hiperinflación en ciernes, argumento con el cual se trató de generar zozobra. Abonan a este argumento los datos de la inflación semanal calculados por el Mecon, que han dado un 2,4% y un 2,2% en la primera y segunda semana de noviembre.
No obstante, son niveles altos y que preocupan por su impacto en el poder adquisitivo de los hogares. Por caso, los rubros que más aumentaron en octubre fueron Comunicación (12,6%), Prendas de vestir y calzado (11,0%) y Equipamiento y mantenimiento del hogar (10,7%). Los que menos aumentaron fueron Salud (5,1%), Educación (6,6%) y Transporte (7,1%). El rubro de Alimentos y Bebidas no alcohólicas (su peso es cercano a un cuarto del índice), arrojó un incremento del 7,7%.
Siguiendo con el tema inflacionario, cuando se observa el comportamiento de la Base Monetaria, el acumulado anual hasta octubre mantiene una evolución muy inferior a la inflación, con una caída real del 31,5%. Para el agregado monetario más amplio, el M3 en pesos (dinero en poder del público + depósitos), la merma es del 12%. Eso quiere decir, una vez más, que la emisión monetaria no es, al menos en este caso, la locomotora de la inflación, es uno de los vagones que va por detrás.
Como nunca, sigue quedando claro que los formadores de precios son los que más influyen sobre la evolución inflacionaria, en lo que llamamos “puja distributiva”, ya que el objetivo es incrementar sus ganancias a costa de los consumidores.
En este marco, la mejora del balance comercial externo que se avizora es un gran primer paso, tanto para financiar las necesidades de la producción como para desalentar la especulación respecto del tipo de cambio y de esta forma contribuir a que la inflación descienda.
La manera sostenible de conseguir esta baja es a través del gradualismo, mientras que al mismo tiempo se van tomando medidas para que los ingresos de la población no se sigan deteriorando. En tanto, el enfoque de shock, que para nada garantiza una baja más rápida, ha demostrado que sólo trae consigo la pérdida de puestos de trabajo, del salario real de quienes siguen trabajando y, por ende, un empeoramiento de la situación social.
Durante la gestión previa, se registró una pérdida cercana a los 219 mil empleos, lo que significa un descenso del 3,5% en la cantidad de asalariados privados registrados. En cambio, en los últimos años, y a pesar de los shocks sufridos, se pudo revertir la caída generada del empleo del período 2015-2019 y alcanzar un récord histórico de asalariados privados registrados (6,4 millones). Desde agosto de 2020 fueron 37 meses consecutivos de alza. Al segundo trimestre de este año, se habían creado más de un millón de nuevos puestos respecto de igual período de 2019 (en función de los datos de los 31 aglomerados urbanos relevados por la Encuesta Permanente de Hogares). Ello permitió que la tasa de desocupación bajara al 6,2% en el segundo trimestre de este año, cuando en 2019 la misma rondaba el 9%.
Hoy en día el sector más castigado es el de los trabajadores no registrados, que no se rige por las convenciones colectivas de trabajo. Ante ello, uno de los grandes desafíos que tiene la Argentina es ver cómo transformar la informalidad en formalidad. Hay iniciativas en marcha, que son alicientes para generar empleo en un país que tenga un proyecto económico de crecimiento y de inclusión, que aliente a que las empresas se equipen y tomen personal. Con la formalización también aumenta la porción registrada de las transacciones de la vida cotidiana y ello impacta positivamente en la recaudación fiscal.
Los efectos del neoliberalismo a nivel mundial
En un informe de la Conferencia de Naciones Unidas para el Comercio y el Desarrollo (UNCTAD) se muestra cómo la participación de los beneficios de las 2.000 multinacionales más importantes del mundo se amplió entre comienzos de siglo y 2022 en 3 puntos porcentuales del Ingreso Global. A su vez, la de las restantes empresas se mantuvo relativamente constante, y en este marco los salarios registraron una pérdida de participación de 3 puntos porcentuales en los ingresos generados.
Ante ello, afirma la UNCTAD, “la reducción de la desigualdad debe ser una prioridad en los países desarrollados y en desarrollo (…), y ello requiere incrementos concertados de los salarios reales y compromisos concretos que apunten a una amplia protección social”.
Por su parte, el Grupo Banco Mundial proyecta que en los próximos 10 años unos 1.100 millones de jóvenes en todo el hemisferio sur se convertirán en adultos en edad de trabajar. Sin embargo, en el mismo período y en los mismos países, se prevé que solo se crearán 325 millones de empleos. Un futuro más que preocupante.
No obstante, estas consideraciones no se expresan en las políticas sostenidas y exigidas por los organismos internacionales de crédito. Este tipo de situaciones sólo pueden corregirse con políticas públicas contrarias al ajuste, que favorezcan el empleo y la inclusión social.