Tiempo Argentino | Opinión
Por Carlos Heller
Según comentó esta semana Alfonso Prat-Gay en las jornadas bancarias de Felaban, “de a poquito” se observan “señales de que la recesión va quedando atrás”. También proyectó una inflación anualizada en torno al 16% con los datos de los últimos tres meses. No obstante, la recesión continúa y la inflación no cesa: la realidad se empecina en contradecir el discurso oficialista.
El consumo de carne vacuna por habitante marcó 53,8 kilos en septiembre, el volumen más bajo para ese mes desde 2002, y diez kilos menos que un año atrás. En octubre, la construcción cayó un 19,8% interanual, según el índice privado Construya, y la producción de acero se contrajo un 19,6% interanual. Son los últimos indicadores conocidos que derrumban la noción de los brotes verdes.
Para los oficialistas el futuro es prometedor, pero siempre está lejos y cada vez más adelante. En esa línea el presidente Macri comentó: “Yo nunca creí que el segundo semestre iba a ser una panacea. El proceso de recesión, que al sincerar la situación se iba a agudizar, iba a llevar por lo menos un año”. Desde el establishment, para Ramiro Castiñeira de Econométrica: “El crecimiento generalizado se verá tras el segundo trimestre de 2017”. Según cita Marcelo Bonelli (Clarín, 11/11/16), para el titular de la UIA, Adrián Kaufmann Brea: “Ahora los plazos se extendieron. La reanimación económica podría empezar a fines del próximo otoño”.
La decisión del gobierno de eliminar el arancel de importación para computadoras, notebooks y tablets, generando una pérdida de empleo que podría alcanzar las 10 mil personas, entre puestos de trabajo directos e indirectos, contribuye a ensombrecer este panorama.
Por el lado de la inflación, el IPC CABA subió el 2,9% respecto del mes anterior y evidenció un incremento interanual del 44,7% en octubre. Para el IPC del Indec el aumento de octubre fue del 2,4 por ciento. Estos datos están influenciados por los aumentos de tarifas (en especial del gas) y los precios de los productos estacionales. De allí que resulta útil considerar las mediciones del IPC denominadas “núcleo”, que excluyen estos ítems.
Para el IPC CABA, la inflación núcleo arrojó un valor superior al esperado, del 2,0% mensual, mientras que para el Indec fue del 1,8 por ciento. La cuestión más relevante es que estos indicadores evidencian que la inflación no se está desacelerando. En ambos casos el aumento de octubre fue mayor a los registros de septiembre, donde ambos índices coincidieron con un 1,5% mensual. Anualizando estas variaciones (técnica que le gusta utilizar al ministro de Hacienda y Finanzas), darían valores cercanos al 27% y al 24% respectivamente, muy lejos del 16% oficialmente proyectado.
El JP Morgan, ex empleador de muchos funcionarios de primer nivel del actual gobierno, acaba de ajustar a la baja el pronóstico del PBI para este año, a una caída del 2,1 por ciento. Dicho banco espera para 2017 una inflación del 21,2 por ciento. Sin duda, el proceso de desinflación está siendo largo y costoso.
Mientras tanto, se conoció la revisión del Artículo IV del FMI para nuestro país. Elogia las políticas aplicadas por la gestión Macri, aunque pronostica una evolución de la producción más débil de la que estima el gobierno, y una inflación más alta para el próximo año (20,5%) que la proyectada por el BCRA. En lo que sí coincide el organismo multilateral con la Presidencia argentina es en cargar las tintas sobre la anterior gestión y utilizar argumentos contrafácticos, desaconsejados en cualquier análisis lógico, del tipo: ¿qué habría pasado si…? Para el FMI: “La opción de mantener el insostenible marco de políticas instaurado por el gobierno anterior resultaba sencillamente imposible, ya que hubiera terminado produciendo una repetición de la historia de crisis, contracción y aflicción social ya vivida por Argentina”. Macri, en su entrevista del pasado martes a La Nación, fue más directo: “Es entender que estamos saliendo de lo que nos hubiese llevado al mismo lugar de 2001. Así de grave”. Cabe comentar que, en realidad, son las políticas aplicadas por el presidente Macri las que nos llevarán a una situación como la de 2001, para utilizar su misma metáfora. Cuando se utilizan estos argumentos, es porque los datos verdaderos indican que en la finalización del mandato de Cristina Fernández, si bien había algunos desequilibrios, no solo se estaba muy lejos de una crisis, sino en un momento de auge de consumo y producción.
Las elecciones (norteamericanas y del gobierno argentino)
Decir cómo va a impactar el triunfo de Donald Trump es difícil, porque en la campaña el hoy mandatario electo hizo declaraciones contradictorias sobre varios temas, como la tasa de interés de Estados Unidos y la revalorización o depreciación del dólar. El 12 de septiembre de 2016 Trump criticó a la presidenta de la FED, Janet Yellen, por mantener las tasas de interés “artificialmente bajas” para ayudar al presidente Obama. Cuatro meses antes, había dicho que el aumento de las tasas de interés “sería un desastre” para la economía (Wall Street Journal, 12/09/16).
En el caso de las energías no renovables, Trump fue más consistente, puesto que indicó su total apoyo al petróleo y al carbón, al igual que su decisión de desarmar el sistema público de salud. Las acciones de las empresas de salud, energéticas y del sistema financiero han trepado en el Dow Jones.
Para Moody's, “Trump pretende imponer aranceles severos a las importaciones de determinados países para obtener concesiones sobre los actuales acuerdos comerciales”, lo cual impactará en el comercio mundial. Algunas producciones locales como limones y carnes ven peligrar la vía libre para exportar a Estados Unidos, que se había logrado luego de varios años de restricciones injustificadas.
Si bien los mercados actúan bajo especulación, hasta el momento las monedas latinoamericanas se devaluaron, y el riesgo país de las economías emergentes se incrementó en un 6,65%, mientras que para Argentina subió un 8,45%, poniendo en tensión el financiamiento futuro del gobierno de Macri y agregando volatilidad a la economía. Volvemos a repetir experiencias ya vividas.
Pero sobre lo que más me interesa reflexionar es que el gobierno de Macri eligió como un eje de su estrategia lo que ellos llaman “la inserción en el mundo”. Esta estrategia es gravísima para la Argentina, porque nuestro país está entrando en un mundo que va en una dirección contraria a nuestros intereses. Argentina volvió a la política exterior de los noventa de inserción pasiva en el mundo globalizado, abandonando todas las construcciones defensivas, es decir, con la guardia baja. Por eso ahora los riesgos son muchísimo más grandes, porque discutir si Trump es peor o mejor que Hillary nunca fue relevante, no obstante los aspectos deleznables de las políticas sociales, misóginas, racistas y homofóbicas de Trump.
Nuestro lugar en el mundo no consiste en ir detrás de una alianza con los Estados Unidos. El mundo que Argentina tiene que tratar de fortalecer es el mundo en el que estaba, el de la integración regional, el de la alianza con los BRICS, el del G77 más China, el de la Unasur, de la Celac, de todo lo que se venía construyendo para obtener fortalezas para enfrentarse a los desafíos que ese otro mundo de los países centrales proponía. Nuestro lugar en el mundo es fortalecer la alianza con nuestros iguales, con los que tienen que enfrentar los mismos desafíos, con los que tienen que luchar con los paraísos fiscales, contra un sistema financiero que absorbe riqueza de manera brutal, contra las corporaciones multinacionales, contra las reglas del libre comercio.